Clinton, en Asia
Clinton ha dejado Islamabad sin obtener del general golpista Pervez Musharraf otra cosa que vagas promesas sobre los temas que preocupan a Washington: la insostenible tensi¨®n armada con la India, un calendario para el retorno del pa¨ªs musulm¨¢n a la senda democr¨¢tica, garant¨ªas sobre su armamento at¨®mico y medidas concretas contra los grupos terroristas que tienen su cuartel en Pakist¨¢n. Clinton habl¨® en directo por televisi¨®n a los paquistan¨ªes sobre estos asuntos, condici¨®n impuesta por la Casa Blanca a cambio de una escala en Islamabad de vuelta de su largo periplo por la India, el enemigo hist¨®rico.La trascendencia de esta gira surasi¨¢tica es obvia tras 22 a?os sin que un presidente estadounidense pisara una zona en la que vive la quinta parte de la poblaci¨®n mundial y en la que late una grav¨ªsima amenaza para la paz: Cachemira, el Estado de mayor¨ªa musulmana que en su mayor parte controla la India y ambiciona Pakist¨¢n. En ese largo tiempo han ocurrido cambios sustanciales: ha acabado la guerra fr¨ªa, y con ella, la condici¨®n de Pakist¨¢n de aliado indispensable de Washington como primer frente de la contenci¨®n rusa, y los dos enemigos irreconciliables que definen la geopol¨ªtica regional se han dotado del arma nuclear.
Delhi tampoco ha dado facilidades al l¨ªder estadounidense (rechaza su mediaci¨®n sobre Cachemira, se niega a restringir su programa at¨®mico), pero ambos Gobiernos van a iniciar un di¨¢logo institucional en terrenos pol¨ªticos y econ¨®micos, y en sus relaciones se incuba un cambio trascendental que expresan bien los cinco d¨ªas que Clinton ha dedicado a este pa¨ªs contra las cinco horas de Pakist¨¢n. La India no s¨®lo es la democracia m¨¢s poblada del planeta. Es tambi¨¦n -a ra¨ªz de la liberalizaci¨®n iniciada en los noventa- la historia de un relativo ¨¦xito econ¨®mico que comienza a convertirla en un mercado deseable. Muchos indios emigrados a EE UU, m¨¢s de un mill¨®n, a?aden peso al argumento, convertidos hoy en ciudadanos prominentes en diferentes sectores.
Frente a la estatura internacional que ha cobrado India, Pakist¨¢n es, por contraste, un Estado fallido e inestable desde cualquier punto de vista. Las dictaduras militares se suceden, los problemas econ¨®micos crecen y se agudiza su deriva fundamentalista. Musharraf no ha dado garant¨ªas a EE UU de que dejar¨¢ de sostener las incursiones mujaidines en la Cachemira india, entre otros motivos porque est¨¢ sometido a un implacable marcaje tanto de los influyentes partidos isl¨¢micos como de sus propios generales. El hombre fuerte de Pakist¨¢n, autor del golpe incruento de octubre, se ha limitado hasta ahora a hacer promesas de retorno a la democracia; la ¨²ltima, en v¨ªsperas de la visita de Clinton, anunciando elecciones locales a finales de a?o. Pero todav¨ªa tiene que demostrar que no es un espad¨®n m¨¢s al uso.
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