Tarde de perros
M¨¢s que de novillos la tarde fue de perros. B¨®vidos como tales hubo seis, que hicieran honor a su raza s¨®lo un par. Adem¨¢s, a partir del cuarto empez¨® a llover y en el quinto ya el diluvio. Y, para remate, los novilleros, el que no estaba puesto no tuvo con qu¨¦ ponerse. Eso s¨ª, como una sopa s¨ª se pusieron los espectadores que aguantaron aquel desprop¨®sito en tarde desapacible en todos los sentidos.Mucho se esperaba del torero local Ram¨®n Bustamante. Un torero fino cuando quiere. No tuvo enemigo en su primero, un inv¨¢lido esmirriado y m¨¢s escurrido de carnes que el gato de un carpintero. Madera la que le sobra a Bustamante, de torero grande y con empaque, pero tiene ese pronto, pellizco le llaman los poetas, de los toreros de su etnia que no se sabe, por ejemplo, qu¨¦ le hizo irse a por el acero y cortar la que parec¨ªa buena faena con un novillo de los Guardiola que dej¨® un poco en evidencia a los de Yerbabuena, propiedad de Ortega Cano. El corn¨²peta entraba de lujo por el pit¨®n derecho. Todo hac¨ªa presagiar gran faena pero el gitano peg¨® un tir¨®n, se cay¨® el animalito y hasta all¨ª.
Yerbabuena / Bustamante, Castella, Torrijos Novillos de Yerbabuena, de discreta presentaci¨®n, flojos y descastados, excepto 5?; resto pitados en el arrastre; 4? de Mar¨ªa Luisa Dom¨ªnguez, noble y encastado, aplaudido en el arrastre
Ram¨®n Bustamante: tres pinchazos, dos descabellos y se echa el toro (silencio); bajonazo y cinco descabellos (silencio). Sebasti¨¢n Castella: estocada baja (aplausos); media, pinchazo y estocada ca¨ªda (ovaci¨®n). Juan Alberto Torrijos: dos pinchazos, estocada ca¨ªda, descabello -aviso- y se echa el toro (silencio); pinchazo y estocada baja (silencio). Plaza de Castell¨®n, 28 de marzo. 3? corrida de feria. Menos de media entrada.
Buenas referencias
Sebasti¨¢n Castella tambi¨¦n tra¨ªa, a pesar de sus 17 a?os y corto curr¨ªculo, muy buenas referencias. Las perdi¨® con su primer oponente, novillo imposible que miraba m¨¢s al tendido buscando a su due?o que al torero franc¨¦s. Lo ¨²nico que pudo hacer ¨¦ste fue conseguir una sucesi¨®n de muletazos sin acoplarse ante la desidia de un animal al que aquello no iba con ¨¦l.
Su apoderado Jos¨¦ Antonio Campuzano debi¨® darle fuerte responso pues su disposici¨®n no fue la misma con el quinto, ¨²nico de los de Yerbabuena que tuvo casta. Sebasti¨¢n Castella lance¨® a pies juntos en los de recibo. Luego los picadores, como hicieran en los anteriores, dieron tambi¨¦n recital marrando en cada entrada y pinchando donde pillaban, ?faltar¨ªa novillo?
A pesar de todo ello Sebasti¨¢n Castella inici¨® faena con la pedresina y otro pase cambiado, dio molinetes y redondos por la espalda pero la faena qued¨® finalmente desdibujada, sin temple y con la pa?osa siempre enganchada.
Pero a¨²n se pondr¨ªa m¨¢s cuesta arriba la tarde. Juan Alberto Torrijos, aunque nacido en Valencia es alumno de la escuela taurina de Castell¨®n, debutaba con caballos. Tiene la excusa de la inexperiencia pero eso no basta. Cierto que su primero, tambi¨¦n distra¨ªdo, no le dio ninguna facilidad pero hay que buscarla algo m¨¢s que con derechazos.
Con el novillo que cerr¨® plaza fue todo un poema. All¨ª estuvo Torrijos porfiando bajo la lluvia, intentando no se sabe qu¨¦ y encima con el diluvio el respetable huy¨® a cubierto y dej¨® solo al alumno, su cuadrilla, entre ellos su padre y un novillete, que pareci¨® que con la necesitada y esperada lluvia le dieron unas fuerzas que hicieron interminable y pat¨¦tico el final.
Babelia
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