Los nacionalistas y la mayor¨ªa absoluta JAVIER PRADERA
La reuni¨®n mantenida la pasada semana por las tres formaciones nacionalistas firmantes de la Declaraci¨®n de Barcelona -ambicioso programa reivindicativo aprobado en julio de 1998 y ratificado luego por otros encuentros en Vitoria y Santiago- no produjo m¨¢s novedad que el anuncio de una sesi¨®n de trabajo organizada para coordinar los esfuerzos de sus representantes en el Parlamento de Estrasburgo, las Cortes Generales y las Asambleas auton¨®micas. La propuesta del PNV de emprender una acci¨®n conjunta en el Congreso a fin de promover la creaci¨®n de selecciones deportivas de Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco y Galicia que pudieran competir contra el equipo de Espa?a en los campeonatos internacionales fue desechada por el BNG a causa de su car¨¢cter folkl¨®rico. Los diferentes tonos y matices de las declaraciones a la prensa de los portavoces nacionalistas al salir de la reuni¨®n pueden ser interpretados como s¨ªntoma de discrepancias de mayor calado. Xabier Arzalluz expres¨® su temor a que Aznar utilice la mayor¨ªa absoluta en el Congreso como un rodillo; tambi¨¦n Xos¨¦ Manuel Beiras aludi¨® a los riesgos de una "mayor¨ªa totalitaria" del PP. Por el contrario, Duran Lleida puso especial cuidado en subrayar que los firmantes de la Declaraci¨®n de Barcelona, si bien defienden posiciones comunes sobre asuntos relacionados con la pluralidad nacional del Estado espa?ol, no han constituido un frente contra Aznar. M¨¢s significativas resultan todav¨ªa las actitudes de unos y otros respecto a la pr¨®xima sesi¨®n de investidura presidencial: mientras los dirigentes del PNV y del BNG se quejan de forma tan amarga como inconvincente por no haber sido llamados a consulta -a diferencia de los nacionalistas catalanes y canarios- para negociar su eventual respaldo al candidato de los populares, CiU sigue calculando los pros y los contras de abstenerse o votar a favor de Aznar en ese pleno.
Las elecciones del 12-M han arrojado un balde de agua helada sobre los prop¨®sitos frentistas de algunos firmantes de la Declaraci¨®n de Barcelona, demasiado acostumbrados a disfrazar sus intereses de partido bajo la sagrada invocaci¨®n a Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco o Galicia aunque ¨²nicamente se hallen respaldados por una minor¨ªa de su poblaci¨®n. Hay razones m¨¢s que suficientes para conjeturar que la estrategia concertada de las tres formaciones nacionalistas descansaba sobre un doble supuesto: que las mayor¨ªas absolutas pertenec¨ªan a un pasado irrepetible y que s¨®lo los nacionalistas estar¨ªan en condiciones de completar las combinaciones parlamentarias necesarias para gobernar. De esta forma, el PP y el PSOE, los dos ¨²nicos partidos de ¨¢mbito estatal con posibilidades reales de ocupar la presidencia del Gobierno (seg¨²n ense?an los resultados electorales desde 1982 hasta ahora), siempre se ver¨ªan obligados a contar con el apoyo de uno o de varios grupos nacionalistas para conseguir la investidura de su candidato: en una subasta al alza -de a?adidura- caso de no estar demasiado alejados entre s¨ª en n¨²mero de esca?os. La Declaraci¨®n de Barcelona contiene el inventario com¨²n de esas reivindicaciones nacionalistas que los populares o los socialistas deber¨ªan satisfacer tarde o temprano para completar su mayor¨ªa insuficiente y alcanzar el Gobierno.
Pero el 12-M ha cambiado radicalmente los perfiles de ese futuro imaginario al hacer retroceder la distribuci¨®n de fuerzas parlamentarias a la desequilibrada situaci¨®n posterior a la triple victoria en solitario de los socialistas en 1982, 1986 y 1989. De un lado, los votos han desmentido rotundamente la hip¨®tesis seg¨²n la cual el desigual reparto territorial de los apoyos electorales del PP (especialmente en el Pa¨ªs Vasco, Catalu?a y Andaluc¨ªa) le privar¨ªa para siempre de la oportunidad de tener mayor¨ªa absoluta. De otro lado, el fracasado pacto firmado por el PSOE e IU antes de las elecciones ha introducido una nueva variable -por ahora simplemente te¨®rica- en los c¨¢lculos de aritm¨¦tica parlamentaria para formar Gobiernos de coalici¨®n o pactos de legislatura cuando el ganador de las elecciones no obtenga la mayor¨ªa absoluta de esca?os: esto es, la posibilidad de que la funci¨®n de bisagra indispensable para completar una eventual mayor¨ªa insuficiente de los socialistas pudiera ser desempe?ada en un impreciso futuro no por un grupo nacionalista, sino por un partido con implantaci¨®n electoral en toda Espa?a.
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