Servicio fiscal
La historia de los fiscales generales del Estado es pr¨®diga en actos de servicio al Gobierno que los nombr¨®, pero es dif¨ªcil encontrar uno tan descarado como el que acaba de prestar Jes¨²s Cardenal. Ha relevado al fiscal del caso Ercros, en el que se investiga un posible delito de alzamiento de bienes, porque en su informe se mostraba partidario de imputar al ministro Piqu¨¦ y de mantener el sumario en el Supremo. Los hechos est¨¢n relacionados con la suspensi¨®n de pagos de Ercros en 1992, cuando Piqu¨¦ era consejero delegado.Cardenal, cuya tendencia a actuar como correa de transmisi¨®n de los intereses del Gobierno est¨¢ bien consolidada, siempre ha estado muy pendiente de las diligencias judiciales abiertas sobre el caso Ercros. Ten¨ªa motivo para ello: desde su inicio, la investigaci¨®n judicial apuntaba en lontananza al antiguo consejero delegado, convertido en ministro en 1996. Llegada la hora de materializar la acusaci¨®n, Cardenal no ha dudado en pararla, a pesar del respaldo mayoritario -nueve votos frente a tres- de la Junta de Fiscales de Sala al dictamen acusatorio y de la negativa del fiscal del caso a cambiar su informe por otro exculpatorio.
En este asunto, lo menos grave es que el fiscal Jos¨¦ Aranda, inmediato superior jer¨¢rquico del fiscal del caso y principal v¨ªctima de la "guerra de los fiscales indomables" en la Audiencia Nacional, haya decidido hacer lo que rechaz¨® su subordinado. Lo verdaderamente grave es que el fiscal del Estado, mediante el empleo oblicuo de los servicios de otro fiscal, haya desautorizado un trabajo profesional de tres a?os que contaba con el respaldo mayoritario de la Junta de Fiscales y que lo haya hecho sin ulterior consulta. Los indicios "s¨®lidos" del primer informe se convierten en ausencia de "los indicios exigibles" sobre la responsabilidad de Piqu¨¦ y el mantenimiento del caso en la Sala Segunda del Tribunal Supremo.
Cardenal ha prestado desde luego un servicio al Gobierno en el tramo final de su mandato. A Piqu¨¦ le ha exonerado de someterse a las penalidades de un procedimiento que conlleva un estigma al margen de la propia sentencia. A Aznar le allana el camino para el caso probable de que quiera seguir contando en su nuevo Gobierno con el hombre que encabez¨® la lista del PP por Barcelona. Habr¨ªa sido escandaloso nombrarlo estando acusado de un delito en el Supremo. Lo malo es que el procedimiento elegido para esa exoneraci¨®n lleva el esc¨¢ndalo en s¨ª mismo.
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