Todos quieren que gane Tiger Woods
Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal defiende el t¨ªtulo logrado en 1999 en el Masters de Augusta, que hoy comienza en el santuario del golf
Augusta no es lo que era, dicen, y quienes lo dicen no son necesariamente los dinosaurios nost¨¢lgicos que habitualmente hablan as¨ª. Y el Masters deber¨ªa llamarse el Master, o sea el Maestro, esto es, Tiger Woods, favorito ¨²nico, el golfista perfecto que todo el mundo desea que gane (visto lo visto en Augusta, le¨ªdo lo le¨ªdo). Pero tambi¨¦n compiten cuatro espa?oles, cada uno con su historia.A Augusta parece que ha llegado un profesional de la rutina, un encargado de la uniformidad, un representante del lado mec¨¢nico del golf, dispuesto a acabar con las diferencias: ?qu¨¦ hacen unas calles sin rough? Esto no es digno de un Masters, y toma ya, franjas de 10, 15 metros de hierba alta, cortada a contrapelo para que la bola se frene, en los bordes de algunas calles. "Es mi culpa", confes¨® con iron¨ªa Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal a sus pares en la cena de campeones del martes (el ganador saliente invita a cenar a todos los que tienen una chaqueta verde en el ropero); la primera vez que gan¨®, Olaz¨¢bal puso en el men¨² merluza, y sirvieron un pescado que ni sabe: esta vez, jam¨®n serrano, olivas, almendras fritas, solomillo de ternera con salsa bordelesa, champi?ones a la plancha de guarnici¨®n, tarta de chocolate de postre y vino de rioja para regarlo todo). "Es mi culpa que estrechen las calles. El a?o pasado gan¨¦ y miraron las estad¨ªsticas: vieron que era el sesenta y tantos en el r¨¢nking del drive y debieron decir: 'esto es una verg¨¹enza, el ganador de Augusta tiene que ser tambi¨¦n de los buenos con el driver' y, eso, a estrechar las calles". Nada, Augusta como todos.
Y m¨¢s: tradici¨®n obliga, el Masters siempre se jugaba por parejas, y no por tr¨ªos, como en el resto del circuito, hasta 2000. Ya por tr¨ªos desde hoy, jueves (16.27, hora espa?ola: Sergio Garc¨ªa con Fred Couples y Jeff Maggert; 17.11: Ballesteros, Watts y Brooks; 17.22: Jim¨¦nez, Pavin y Paulson; 18.39: Olaz¨¢bal, Gossett y Weir), y nada de fijarlos para la segunda jornada bas¨¢ndose en el marcador, sino como todos: a repetir partenaires el viernes.
Augusta tambi¨¦n es como siempre, dicen, y no s¨®lo lo afirman los nost¨¢lgicos. Los caddies con el overol blanco fumando bajo el porche de la casa club en espera de sus patrones; las treinta y pico variedades de azalea floreciendo de forma sincronizada y cronometrada; los 50 magnolios de Magnolia Lane, la avenida de entrada al campo; Emilio Bot¨ªn paseando con los tres nietos de la mano. No es un decorado, una exigencia de la televisi¨®n, es un perfume fundamental. Lo siente Olaz¨¢bal, ganador del Masters en 1994 y 1999: "Augusta me transforma, soy otro". Lo busca, y no lo encuentra, Ballesteros, chaqueta verde en 1980 y 1983. A Jim¨¦nez, que de Augusta s¨®lo recuerda dos cortes fallados por los pelos en sus dos participaciones (1995 y 1999), le consta que el perfume existe, y que es embriagador. Y Sergio Garc¨ªa es Sergio Garc¨ªa, mejor amateur el a?o pasado, el a?o de su debut. Un hombre nacido para Augusta que intenta demostrarlo.
Definitivamente, Sergio Garc¨ªa tiene su punto. El momento que vive es duro, el m¨¢s duro de su carrera, y por all¨ª aparece, look cuidad¨ªsimo y calculadamente provocador, gorra beis, niki beis abrochado hasta arriba sobre camiseta blanca de mangas largas, pantalones beis ligeramente apretados, zapatillas deportivas grandes y espectaculares. Uniformado. Perfecto representante de la generaci¨®n punto com. Un look tambi¨¦n cultivado a veces por Tiger Woods, el hombre referencia. Est¨¢ en la sala de prensa del Augusta National Golf Club, santuario del golf, sede del Masters, el primer torneo grande del a?o, que comienza hoy. All¨ª est¨¢, Sergio Garc¨ªa, ya no m¨¢s El Ni?o. Oyendo serio los elogios que el moderador le dirige. Tenso. Esperando las preguntas. Sabiendo que s¨®lo ha pasado un a?o pero que todo ha cambiado. Ya no le preguntar¨¢n por qu¨¦ es tan bueno y de d¨®nde ha salido este prodigio, no. Ahora le inquirir¨¢n (una y otra vez): ?por qu¨¦ echa la culpa a su caddie de no dar una con los hierros? ?a qu¨¦ se debe que tenga tan malos resultados? Le recordar¨¢n (le recuerdan cada 15 d¨ªas): y cuando las cosas le salen mal, se enfada y tira los zapatos a los ¨¢rbitros; y el ¨²nico golpe bueno de su vida lo ha dado desde detr¨¢s de un ¨¢rbol. El abrupto fin de la inocencia: no es que Sergio Garc¨ªa haya dejado de sonre¨ªr (tenso y serio, en la conferencia de prensa: ingl¨¦s fluido y muy r¨¢pido, bajito, sin levantar la vista del micr¨®fono, sin chistes ni muecas), es que se ha dado cuenta de que la sonrisa de Tiger Woods (grandes dientes asomando tras los labios, ojos secos) es falsa, de que eso de que es perfecto (como jugador y como persona) es un invento de la prensa, de que, en el fondo, nadie es inocente.
"Ll¨¦vate bien con la prensa pero no te enamores de ning¨²n periodista", le dijo Tiger Woods. "No creas nada de lo que leas", le dijo Nick Price, el mismo que, dicen, ha criticado p¨²blicamente el swing de Sergio Garc¨ªa. Son veteranos que aconsejan al de Castell¨®n, al que ven preocupado por lo que se escribe por ah¨ª. Y la gente recuerda: qu¨¦ curioso que las mayores andanadas de los popes de la prensa del golf estadounidense coincidieran justamente con el momento en que Sergio Garc¨ªa firm¨® un contrato con Microsoft para desarrollar, entre otras cosas, su p¨¢gina de Internet, rechazando las ofertas de patronazgo que desde hace cinco a?os le lanza IMG, la empresa sin cuya aprobaci¨®n nadie se mueve en los pasillos del deporte mundial.
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