Sin perd¨®n
En estos tiempos de tanta contrici¨®n, un nuevo fantasma recorre Europa. El de la conveniencia de pedir un perd¨®n universal por fechor¨ªas diversas. Hace unas semanas, la Iglesia cat¨®lica, por boca del propio Papa, pidi¨® perd¨®n -aunque a Dios, no a los hombres- por una variedad de grav¨ªsimos errores, y el gesto pareci¨® globalmente positivo. Esta semana, el presidente de la Conferencia Episcopal Espa?ola ha tomado la palabra para oponer una firme barrera a la inflaci¨®n de arrepentimientos. La Iglesia espa?ola no pedir¨¢ perd¨®n por su papel en la guerra civil, que bautiz¨® como cruzada y sostuvo con plegarias, hombres y recursos. La cuesti¨®n de si la Iglesia de Espa?a ha de pedir o no perd¨®n por lo que hizo hace m¨¢s de 50 a?os o, si a eso vamos, por la Inquisici¨®n, la represi¨®n de las costumbres y su alineamiento sistem¨¢tico con causas oscurantistas en los ¨²ltimos siglos, no es tan importante. La petici¨®n de perd¨®n papal puede cubrir esas cuestiones. Pero razones y circunstancias que acompa?an a la negativa del cardenal Rouco s¨ª exigen un comentario. Para empezar, hay un gesto muy poco pastoral de sacar pecho en las palabras del prelado negando que haya motivo para demandar indulgencia; el principal argumento en que se basa es rechazable, puesto que Rouco dice situarse en una posici¨®n intermedia entre los que querr¨ªan la glorificaci¨®n del apoyo al combate fratricida y los que se alinear¨ªan en la exigencia de contrici¨®n eclesial, y no puede haber prudencia ni equidistancia alguna en esa actitud, puesto que la Iglesia tom¨® partido por una rebeli¨®n militar contra un r¨¦gimen democr¨¢tico, por muy imperfecto que resultara. El t¨¦rmino medio entre democracia y dictadura es otra dictadura. Por ¨²ltimo, el prelado destruye su propia argumentaci¨®n al a?adir que se va a agilizar el proceso de canonizaci¨®n de miles de v¨ªctimas de la guerra, a los que la Iglesia considera m¨¢rtires. Parece evidente que un posible olvido piadoso de aquella tragedia se compagina mal con esa deliberada reapertura de las heridas que santifica a una parte de los que se enfrentaron en la contienda tanto como demoniza a la otra. La sociedad espa?ola no vive hoy pendiente de un eventual arrepentimiento de la Iglesia, pero menos a¨²n necesita que le comuniquen que no hay nada de lo que pedir perd¨®n.
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