El impaciente cazador de genes
Bioqu¨ªmico. Nacido el 14 de octubre de 1946 en Salt Lake City (Utah). J. Craig Venter, que no utiliza su nombre completo (nadie se acuerda ya a qu¨¦ corresponde la J) es un t¨ªpico ejemplo del estadounidense brillante que triunfa apoy¨¢ndose en las oportunidades que le brinda una sociedad abierta y fuertemente capitalista. Saber ver las oportunidades tecnol¨®gicas y comerciales del conocimiento completo del genoma humano, un ¨¢rea que no suscitaba hace 15 a?os entusiasmo alguno ni siquiera entre buena parte de la comunidad cient¨ªfica, exige una visi¨®n de futuro que Venter, como Henry Ford con la cadena de montaje de los autom¨®viles, y Bill Gates, con sus programas inform¨¢ticos, ha tenido.Primero dentro del sistema, en los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), y luego fuera, en las empresas que han financiado sucesivamente sus aventuras en torno al genoma, Venter est¨¢ dictando las normas, estableciendo un m¨¦todo basado en la potencia de la tecnolog¨ªa, que va a ser el est¨¢ndar para el futuro. Seguramente ¨¦l personalmente ganar¨¢ mucho menos dinero que los dos emprendedores individuos citados, pero habr¨¢ dejado su huella en un ¨¢rea cuyo desarrollo ha definido el final del siglo XX. Y eso, como cient¨ªfico que, sobre todo, es le bastar¨¢.
Venter fue primero m¨¦dico militar (estuvo tres a?os en Vietnam) y luego se pas¨® a la investigaci¨®n. Estuvo en la Universidad de Nueva York antes de llegar a los NIH, junto a Washington. En persona es agradable de trato y parece tranquilo, pero reconoce que es muy impaciente. El lema que ha adoptado para la empresa -Celera Genomics- que cre¨® en mayo de 1998 con un socio tecnol¨®gico es "La velocidad importa". Siempre ha sido pele¨®n. Cuando trabajaba para el Gobierno federal, en los a?os ochenta, se desesperaba ante la lentitud con la que se descubr¨ªan los genes y se empe?¨® tambi¨¦n en patentar las secuencias gen¨¦ticas humanas que iba descifrando, pero sus jefes terminaron por imped¨ªrselo. Mientras en otros pa¨ªses Venter no hubiera tenido m¨¢s remedio que conformarse, en Estados Unidos hizo lo esperado: fund¨® su propio instituto y se ali¨® con la empresa privada.Venter se llev¨® consigo el m¨¦todo que utiliza para leer el genoma, que ha sido y todav¨ªa es fuertemente criticado y que se basa en la potencia de las m¨¢quinas. Como corresponde a su impaciente creador, el m¨¦todo es mucho m¨¢s r¨¢pido y hasta un 90% m¨¢s econ¨®mico -a pesar de la gran inversi¨®n inicial que necesita- que el lento y m¨¢s seguro seguido hasta entonces en los laboratorios de todo el mundo para leer el ADN y encontrar los genes.
Craig Venter empez¨® a ser conocido en 1992, cuando su instituto TIGR era financiado al 80% por Human Genome Sciences, fundada y dirigida por otro cient¨ªfico, Michael Haseltine. La propiedad de los descubrimientos que se realizaban sobre los genes humanos ya entonces era un tema conflictivo, y Venter termin¨® por romper con Haseltine precisamente porque quer¨ªa hacer p¨²blicas cosas que la empresa financiadora pretend¨ªa mantener en secreto.
Sin embargo, Venter sabe que tiene que ofrecer un valor a?adido de sus descubrimientos para que los inversores le financien y en los ¨²ltimos tiempos su agresividad ha aumentado. Ya se lleva mal no s¨®lo con Haseltine, que no se cansa de decir que lo ¨²nico rentable es pescar determinados genes relacionados con enfermedades y que lo que Venter hace no sirve a la medicina, sino tambi¨¦n con el proyecto p¨²blico del genoma humano, al que el jueves critic¨® fuertemente ante el Congreso de Estados Unidos, donde asegur¨® que lo logrado hasta ahora no se acerca ni por asomo al nivel de calidad exigible. Pero curiosamente, cada vez m¨¢s cient¨ªficos le respetan y quieren trabajar con ¨¦l.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.