El inmutable Vijay Singh gana apacible el Masters
El jugador de Fiyi no se vio apenas inmutado en la ¨²ltima ronda
![Carlos Arribas](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe3f9d365-91a0-4554-a5c4-70f3bf1ea029.png?auth=e6426bc0be73ca7a1a032b8f3a5a8f5479303facc987fc5270aa197eb094c06b&width=100&height=100&smart=true)
Hace justamente 25 a?os Lee Elder se convirti¨® en el primer jugador negro que compet¨ªa en el Masters. Por aquel entonces el Augusta National Golf Club era uno de los ¨²ltimos reductos racistas en el viejo sur: a los negros s¨®lo se les admit¨ªa para hacer de 'caddies' y como camareros en la casa club. Tiger Woods hace dos a?os fue el primer negro americano que ganaba el Masters; ayer Vijay Singh, de color negro aunque de origen indio, repiti¨® la haza?a. Termin¨® el d¨ªa a lo grande, con un birdie en el 18? para una tarjeta de 69 golpes (-3) que le permiti¨® acabar el torneo con 278 (-10), con tres de ventaja sobre el surafricano Ernie Els y cuatro sobre los norteamericanos Loren Roberts y David Duval. Sergio Garc¨ªa, que parti¨® con +1, pocas esperanzas y grandes deseos de llegar a lo m¨¢s alto, sufri¨® su m¨¢s dura jornada en Augusta y termin¨® 40?, con +7, despu¨¦s de una ronda de 78 golpes. Miguel ?ngel Jim¨¦nez resisti¨® la deriva de d¨ªas anteriores y empat¨® al campo, un 72 que le hace concluir 49?, con +10.Fue una jornada tranquila la que coron¨® al jugador de Islas Fiyi Vijay Singh, de 37 a?os, ganador del Masters 2000. No hubo viento como el jueves; no hubo alardes de juego, como el viernes; no sopl¨® el hurac¨¢n del s¨¢bado. No hubo acoso desaforado, como el que se esperaba de David Duval; no hubo remontada hist¨®rica, como la que se le ped¨ªa a Tiger Woods; no hubo hundimientos dram¨¢ticos, como el que se preve¨ªa del propio ganador. Fue una victoria apacible, sin sobresaltos, en una tarde apacible. Fue, tambi¨¦n, una tarde de gran golf.
Y, sin embargo, por un momento pareci¨® que lo deseado podr¨ªa cumplirse. Nueve primeros hoyos. Woods, que con -1 hab¨ªa partido antes que los dem¨¢s, se pone en -4 tras cuatro birdies y un bogey. Se oyen en el campo, runrunes de expectaci¨®n. Aqu¨ª llega, aqu¨ª llega. El Tigre, el mejor del mundo, el n¨²mero uno, no puede dejar escapar el primer grande de la temporada, su segunda chaqueta verde. La semilla del temor est¨¢ plantada, s¨®lo falta que germine para pasar a recoger la cosecha. No germin¨®. Vijay Singh, grandote y de andares torpes, no es del g¨¦nero de la gente que se deja acogotar por el aliento del perseguidor en la nuca. Antes al contrario: sintiendo cerca el paso del Tigre, aceler¨® el suyo. Acerc¨® m¨¢s sus hierros a la bandera, golpe¨® con m¨¢s precisi¨®n los putts: tres birdies en cuatro hoyos (6?, 8? y 9?) y tierra de por medio. Llegado a la mitad de la faena: Singh, -9; Woods, -4. Cinco de diferencia. Demasiado hasta para Woods que en los segundos nueve hoyos estuvo m¨¢s desacertado con el putt, no aprovech¨® su longitud en los pares cinco y acab¨® cumpliendo el par.
Pero Woods no era el ¨²nico rival. M¨¢s cerca y m¨¢s temible andaba David Duval, el n¨²mero dos del mundo. Hace dos a?os, Duval, de 28 a?os, era l¨ªder del Masters con tres golpes de ventaja sobre Mark O'Meara a falta de tres hoyos. Perdi¨®. Hace un a?o, el rubio norteamericano de Jacksonville (Florida), quiz¨¢s el m¨¢s grande talento de su generaci¨®n, se present¨® en Augusta como el gran favorito. No estuvo a la altura de sus, y las de los dem¨¢s, expectativas. Hace siete meses, terminada la temporada, una cosa decidi¨® Duval: ganar el Masters 2000. Bajo el lema la preparaci¨®n de hoy es el rendimiento de ma?ana, Duval se entreg¨® a un plan f¨ªsico, mental y t¨¦cnico enfocado directamente en Augusta: pesas, dieta (perdi¨® 12 kilos), m¨²sculo, entrenamiento, chips, putts, drives, b¨²nkers, todos los aspectos del juego pasaron una y otra vez por su cuerpo. Se trataba de convertir en naturales todos los movimientos mec¨¢nicos que entra?a el golf. Fue, as¨ª, un golfista impelido por una necesidad cr¨ªtica de ganar el que sali¨® al campo a darle pelea al flem¨¢tico fiyiano. Tres golpes de diferencia en el tee del primero; s¨®lo uno en el paso del noveno. S¨®lo un golpe tras pasar el 12?. A Singh se le ve flaquear. La presi¨®n le puede. Todo el mundo lo ha visto. Los putts largos se le van de las manos. Todo el mundo lo sabe. Va a caer. En el 11? se ha ido al agua con un hierro lev¨®giro. Ha salvado el tropiezo s¨®lo con bogey, pero est¨¢ maduro.
Hoyo 13?. Par cinco. Agua entre la calle y el green. Singh, m¨¢s inmutable que nunca pese a las apariencias, llega al green en dos golpes. El birdie est¨¢ pr¨¢cticamente asegurado. Eso lo ve Duval. El tiempo se est¨¢ acabando. Eso empuja a Duval. Un golpe directo a bandera es la soluci¨®n: un eagle que empate el partido, todo el campo de su lado, grandes aplausos a su valor, a su forma de ir hacia la victoria en vez de quedarse esperando el fallo (t¨¢ctica de Els, cauto y paciente, lento acumulador de birdies sin pausa). Duval piensa en la calle. Duda. Coge un hierro. Cambia. Otro. Decide por fin. Pum. La bola vuela directa hacia la bandera. Pam. La bola queda corta. Resbala por la empinada ladera. Agua. Birdie para Singh, que no flaquea. Bogey para Duval, que arriesg¨® buscando su leyenda y tropez¨®. Todo, siete meses, un sue?o, una vida. Todo en un golpe corto con un hierro. Medio metro m¨¢s arriba y la historia se habr¨ªa contado de otra manera.
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