?Alguno trabaja m¨¢s que ¨¦l?
Hay tipos que dejan huella y tipos como Vijay Singh. Un mastodonte con fama de exc¨¦ntrico nacido en una remota isla de la Polinesia que aprendi¨® a jugar al golf a la sombra de un mango en la calle del 14? del campo del aeropuerto de Nadi. Lleva ya nueve a?os en el circuito americano y pr¨¢cticamente lo ¨²nico que se sabe de ¨¦l es que practica mucho, un atributo que, en estos tiempos que corren, no se sabe si es bueno o es malo. M¨¢s bien lo segundo. La gente que lo cuenta lo suelta con el tonillo t¨ªpico: ah, Singh, el zumbado ese que no sale del campo de pr¨¢cticas. Y ni siquiera su triunfo en el Campeonato de la PGA de 1998 (la primera vez que un ciudadano de las Islas Fiyi, 18.000 kil¨®metros cuadrados, 800.000 habitantes, 11 campos de golf, ganaba un grande) hizo que cambiara excesivamente la valoraci¨®n que le merec¨ªa a sus colegas. Y tampoco parec¨ªa que su posible triunfo ayer en el Masters (empez¨® ayer l¨ªder la ¨²ltima jornada del torneo de Augusta, con tres golpes de ventaja sobre el segundo, David Duval), que su foto con la chaqueta verde, pudiera hacer avanzar un poco m¨¢s el aprecio de su personalidad.Hay un estereotipo sobre Vijay Singh (grande, de m¨¢s de 1,90 metros; de m¨¢s de 95 kilos de peso; gran pegador) y sobre ese estereotipo, construido sobre la falsa leyenda de que s¨®lo para de practicar cuando las manos le comienzan a sangrar, han girado todas las consideraciones. Se dice que un d¨ªa, despu¨¦s de fallar un corte en un torneo en Madrid, se tir¨® ocho horas d¨¢ndole a la bola en el campo de pr¨¢cticas, m¨¢s de 1.000 bolas golpeadas, nada de comer; se dice que con el golf (y con su esposa, Ardena) se acuesta y que con el golf se levanta; se dice que nada m¨¢s llegar a su habitaci¨®n del hotel aparta los muebles y entrena su swing ("eso ya no", aclara en un raro gesto de humor, "ahora s¨®lo practico con el putter); se dice que es inasequible al desaliento y m¨¢s terco que una mula.
Tambi¨¦n se dec¨ªa que no sab¨ªa darle con el putter. Ya no se dice m¨¢s.
Los problemas de Singh con el palo del ¨²ltimo golpe han sido tan legendarios como su afici¨®n al trabajo. Todos los compa?eros del circuito le han visto agarrar el putter de 20 maneras diferentes, tambi¨¦n le han visto cambiar de marca y modelo, probar con el putter largo, ese que parece una escoba. "Y nada me funcionaba hasta que Ardena me dijo que bajara la zurda y hasta que yo mismo me di cuenta de que era un problema mental: antes odiaba el putt, ahora no". Ahora, s¨¢bado por la noche, est¨¢ en v¨ªsperas de derrotar al campo de Augusta, el campo con los greens m¨¢s complicados; est¨¢ a punto de ganar el torneo que m¨¢s precisi¨®n final exige.
Vijay Singh, de 37 a?os, est¨¢ en el punto m¨¢s alto de un viaje que estuvo a punto de acabarse abruptamente hace 15 a?os en el Open de Indonesia. Singh, ya por entonces un hombre errante, sin apego por sus ra¨ªces (vive en Ponte Vedra, Florida; su madre en Australia, y su padre en Nueva Zelanda. Son de origen indio, y eso en Fiyi significa segunda categor¨ªa), fue suspendido del circuito asi¨¢tico acusado de haberse apuntado un golpe de menos. Sin m¨¢s recurso que su fiebre por el golf, el joven fiyiano subsisti¨® en la selva de Borneo dando clases de golf a camioneros y le?adores por 200 d¨®lares al mes. "Y eso era duro, la humedad y los 40 grados a la sombra". De all¨ª salt¨® al circuito africano, el Safari Tour (gan¨® dos veces el Open de Nigeria, disputado en greens de arena) y cuando aquella historia se acab¨®, y guiado por su creciente ambici¨®n, lleg¨® en los 90 al circuito europeo, siete victorias, notoriedad y dinero, el trampol¨ªn para su destino definitivo, el gran circuito americano. Pasa inadvertido, pero hasta el s¨¢bado llevaba siete victorias; y quiz¨¢s siga pasando sin dejar huella, aunque la octava lleve consigo una chaqueta verde.
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