Cirios
Si el neologismo empleado para designar una convocatoria festiva de j¨®venes con botellas es botell¨®n es justo que denominemos ciri¨®n a la acumulaci¨®n p¨²blica de cirios. Pues bien, la preocupaci¨®n de los pol¨ªticos y los vecinos de Granada se dirime entre el botell¨®n y el ciri¨®n, es decir, entre la irritaci¨®n por las molestias de las juergas nocturnas y la preocupaci¨®n por las secuelas de los restos de cera de las procesiones de Semana Santa. Aunque pueda parecer un mismo asunto higi¨¦nico no lo es: se confrontan dos formas de entender el mundo.Un sector encabezado por un pu?ado de vecinos airados, que no se averg¨¹enza de emular a los gamberros, representa a los descontentos por el ruido y por el paisaje lamentable que ofrece la ciudad despu¨¦s de una farra callejera: latas, cascos de botellas y meadas.
Baltasar Garz¨®n, por su lado, concejal de IU, representa a los laicos preocupados por la suciedad que origina el fervor de la Semana Santa: cucuruchos vac¨ªos, restos de comida y, en especial, regueros de cera sobre el pavimento.
Mientras que el botell¨®n parece haber amainado gracias a la estricta vigilancia policial, el ciri¨®n est¨¢ a¨²n por llegar. Un factor ideol¨®gico hace a unos simpatizar con la botella m¨¢s que con el cirio y viceversa. La primera simboliza un tipo de suciedad vinculada a la perversi¨®n dionisiaca mientras que el segundo equivale a una suerte de excrecencia sagrada sobre la que suelen resbalar los motoristas con una dolorosa constancia. ?Son m¨¢s respetables los restos de cera que los de botella?
La delegaci¨®n municipal de Turismo y el Arzobispado de Granada han resuelto el dilema, en lo que a la Semana Santa respecta, publicando en com¨²n una gu¨ªa de Semana Santa. El concejal andalucista Jes¨²s Valenzuela ha incluido para ilustrar su comentario introductorio la foto que utiliz¨® en su cartel electoral, con un fondo verdoso de nubes que declinan al amarillo y luego al azul, semejante al utilizado en los calendarios de fray Leopoldo de Alpandeire, de modo que parece si no un santo s¨ª un curador por imposici¨®n de manos o una persona muy piadosa. El retrato de Valenzuela, que compite con el del arzobispo, Antonio Ca?izares, es terso y lustroso, joven: han desaparecido las bolsas de los ojos que le dan un aire m¨¢s bien contrito. Es un hombre elevado de la tierra a pesar del contenido civil de su discurso. Ora pro nobis.
ALEJANDRO V. GARC?A
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