Vecinos en pie de guerra
Los principales impulsores de los movimientos ciudadanos cuentan una historia cargada de movilizaciones
Muchas de ellas nacieron durante los ¨²ltimos a?os de la transici¨®n espa?ola. Al principio, las asociaciones vecinales eran s¨®lo un pu?ado de personas que se reun¨ªan de forma clandestina, que buscaban cualquier oportunidad para juntarse y hablar del barrio, de las calles sin asfaltar o del alumbrado p¨²blico del que carec¨ªan. "Ten¨ªamos que crear pe?as futbol¨ªsticas para poder juntarnos m¨¢s de cuatro", recuerda Jos¨¦ Luis Fern¨¢ndez, el presidente de la asociaci¨®n de vecinos Las ?guilas. "Trat¨¢bamos", dice, "de buscar una libertad que entonces no exist¨ªa"."A algunas las obligaban a ponerse nombres de santos para que la gente no pudiera identificarlas y no las relacionara con el barrio", cuenta Pedro Casas, el presidente de la asociaci¨®n de vecinos de Carabanchel Alto. Esta organizaci¨®n, cuenta, fue de las pocas a las que pudieron bautizar con el nombre de su zona: "Creo que nos dejaron porque ¨¦ramos un barrio relativamente peque?o", relata divertido Pedro Casas.
"Es que Franco entend¨ªa que los movimientos vecinales eran malos", se?ala Prisciliano Castro, actual presidente de la Federaci¨®n Regional de Asociaciones de Vecinos. Este organismo agrupa a unas 200 asociaciones de todo Madrid, pero calcula que en la Comunidad existen muchas m¨¢s que no se han integrado.
"Nosotros, como Federaci¨®n, nos presentamos p¨²blicamente en 1975, pero s¨®lo nos legalizaron dos a?os despu¨¦s", cuenta Castro.
Con el final de la dictadura y la llegada de la democracia, las asociaciones se convirtieron en claves para el desarrollo de Madrid. El gran reto, dice Castro, era conseguir que barrios como Vallecas, Orcasitas, San Blas y Carabanchel, entre otros, tuvieran vivienda p¨²blica.
"En aquel entonces todo estaba por hacer. Hubo que pelear hasta por los tel¨¦fonos; no hab¨ªa ni supermercados ni colegios, nada", relata Castro, que lo vivi¨® en carne propia.
Prisciliano Castro naci¨® en Extremadura, pero lleg¨® a Madrid a los 18 a?os. Su destino fue Orcasitas, una zona que en aquel momento permanec¨ªa abandonada ante los ojos de la Administraci¨®n p¨²blica. El ahora presidente de la federaci¨®n recuerda que unos tanques llevaban el agua al barrio. Y que a veces, durante la lluvia, era imposible caminar. "Ten¨ªas que salir con botas, no pod¨ªan entrar ni los coches, y en d¨ªas de niebla, hasta te perd¨ªas por el camino porque no ten¨ªamos luz". "Con una situaci¨®n as¨ª, o te hundes en la mierda o haces algo para remediarlo", asegura, convencido, Prisciliano Castro.
A muchos otros presidentes de asociaciones vecinales les pas¨® algo similar. En vez de padecer los problemas con los brazos cruzados y una buena dosis de resignaci¨®n, decidieron rebelarse y buscar soluciones. "Mi casa, en la calle de cava Baja, fue declarada en ruina", cuenta Eduardo Guti¨¦rrez, de la asociaci¨®n de vecinos La Corrala. Por eso lleg¨® a la asociaci¨®n, para interesarse por el asunto y buscar ayuda. "Llegu¨¦ como afectado, pero despu¨¦s me fui involucrando y tambi¨¦n comenc¨¦ a movilizarme". Hoy, Eduardo Guti¨¦rrez, despu¨¦s de casi doce a?os dentro de La Corrala, es el vicepresidente de la asociaci¨®n y el portavoz en los temas de urbanismo.
Andr¨¦s Mart¨ªnez, el presidente de la asociaci¨®n de vecinos de la Alameda de Osuna, en el distrito de Barajas, tambi¨¦n padeci¨® las situaciones a las cuales intenta ahora buscar una salida. "Cuando yo llegu¨¦ a la zona, hace m¨¢s de 27 a?os, el aeropuerto de Barajas ten¨ªa un promedio de 400 operaciones al d¨ªa; hoy tiene 1.200 y quieren ampliarlas a 4.000". Mart¨ªnez es uno de los aproximadamente 500.000 vecinos afectados por los niveles de ruido que genera el aer¨®dromo madrile?o.
El auge de los movimientos vecinales se dio en los a?os setenta, gracias a la insistencia, a las movilizaciones, y a tener, como afirman varios presidentes de asociaciones, "mucha paciencia y ganas de trabajar".
Aunque hoy las luchas son distintas, pues en su momento se consigui¨® cubrir las necesidades b¨¢sicas de los barrios, la pelea contin¨²a. "Es que la democracia participativa no se puede entender s¨®lo como el voto cada cuatro a?os. Nosotros estamos aqu¨ª para algo m¨¢s", afirma Eduardo Guti¨¦rrez.
"Hay que dar la lata"
Insistir, presionar, nunca claudicar, y, sobre todo, "dar el co?azo". Con esa particular filosof¨ªa funcionan las asociaciones vecinales que luchan contra las administraciones p¨²blicas por lo que consideran injusto. "Si no machacas, si no insistes, no llegas a ninguna parte", comenta Felipe Domingo, l¨ªder de los vecinos que reivindican la reforma de la plaza de Olavide, en el distrito de Chamber¨ª."Hay que ser co?azo y dar la lata. Contra el pol¨ªtico co?azo, vecinos co?azo", se?ala Eduardo Guti¨¦rrez, vicepresidente de la asociaci¨®n de vecinos La Corrala. Tan convencidos est¨¢n de su papel que no dudan ni un segundo en definirse como "la piedra en el zapato de los pol¨ªticos". Jos¨¦ Luis Fern¨¢ndez, de la asociaci¨®n Las ?guilas, es un ejemplo claro: "Esta tarde tengo que irme a la Asamblea a darles el co?azo con lo de la l¨ªnea 10", cuenta entre risas. "En el fondo esto es lo que nos toca ser, co?azos, pero m¨¢s que todo somos buenas personas", a?ade.
Ignacio Garc¨ªa, de la asociaci¨®n Ahora de Vallecas, va m¨¢s all¨¢ en su definici¨®n: "Nosotros somos como ayuntamientos paralelos".
"Algunas veces te preguntas si vale la pena tanto esfuerzo"
Prisciliano Castro espera poder regresar dentro de unos cuantos a?os a la tierra que lo vio nacer, Extremadura. Por ello, el a?o 2000 ser¨¢ su ¨²ltimo periodo como presidente de la asociaci¨®n de vecinos de Moratalaz, cargo que ocupa desde 1976. Castro tambi¨¦n preside la Federaci¨®n Regional de Asociaciones de Vecinos desde 1988. "A veces me pongo a pensar que esto es como una dictadura. Llevas tantos a?os al frente... Pero, como es un cargo altruista, nadie se pelea mucho por ¨¦l", dice Castro. A ¨¦l, como a muchos de los l¨ªderes vecinales, tambi¨¦n le ha atacado por momentos un cierto desgaste que le hace reflexionar: "Esto se tiene que llevar con resignaci¨®n cristiana, te tragas muchos marrones, y en ocasiones va siendo cada vez m¨¢s dif¨ªcil convocar a la gente". Ignacio Garc¨ªa, de la asociaci¨®n Ahora, sinti¨® ese desgaste despu¨¦s de presidir durante diez a?os la asociaci¨®n La Defensa, de la que deriv¨® Ahora: "Normalmente la familia es la m¨¢s perjudicada porque no puedes dedicarles mucho tiempo. El desgaste humano es grande y entonces empiezan a surgir los conflictos con tu pareja. Yo tuve un baj¨®n muy duro por motivos personales y tuve que reorganizarme. Ahora, por ejemplo, ya he decidido que tengo que tener dos d¨ªas para m¨ª"Crisis de ideas
Durante 12 a?os, Pedro Casas, presidente de la asociaci¨®n de Carabanchel Alto, se alej¨® de la lucha vecinal. "Es que cuando comenzaron, las asociaciones ten¨ªan mucho por lo que pelear, pero hubo un momento, una vez se consiguieron las principales cosas, que muchos nos planteamos el ?qu¨¦ hacemos aqu¨ª? Creo que hubo una crisis de ideas. Yo perd¨ª energ¨ªa y tuve que dedicarme a otras cosas, pero luego volv¨ª". Hoy, lo que mueve a Casas, dice, es la lucha por participar en las decisiones que inciden en su vida. "No podemos ser borregos. Nos pueden dar en la cabeza, pero al final siempre nos rebelamos".
Como Pedro Casas, Andr¨¦s Mart¨ªnez, de la asociaci¨®n de vecinos Alameda de Osuna, de Barajas, tambi¨¦n ha pasado por momentos dif¨ªciles: "Algunas veces te preguntas si mere
ce la pena tanto esfuerzo. Luego llegas a la conclusi¨®n de que son causas justas".
Eduardo Guti¨¦rrez, de La Corrala, en cambio, no ha sentido a¨²n el desgaste de sus diez a?os de luchas vecinales: "Esto cansa, pero tambi¨¦n te engancha. Nosotros ya estamos pensando en nuestro pr¨®ximo cine de verano en el solar de la iglesia de San Francisco el Grande. Te cansa lo que t¨² quieres, porque al final te diviertes mucho con las cosas que haces, con las fiestas y con las movilizaciones".
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