Sembrar la duda
La duda se siembra antes que la semilla. Es lo que pasa estos d¨ªas en Los Monegros. Esta comarca, a caballo entre Huesca y Zaragoza, es la que dedica mayor extensi¨®n al ma¨ªz transg¨¦nico en Arag¨®n, una de las regiones donde m¨¢s abunda. Pero los agricultores no las tienen todas consigo: en estas fechas de siembra todo son dudas sobre la simiente."Como consumidor tengo incertidumbre sobre los transg¨¦nicos. Como agricultor, veo que me hacen m¨¢s competitivo. Como presidente de la cooperativa, observo que ponen el mundo del rev¨¦s: son un avance que los progresistas rechazan y los conservadores defienden". Jos¨¦ V¨ªctor Nogu¨¦s Barraguer, m¨¢ximo responsable de la cooperativa agr¨ªcola de Sari?ena, no sale de su asombro. Como la mayor¨ªa de los socios, lo combate con prudencia. Y prev¨¦ sembrar en torno al 15% de sus maizales con semilla modificada gen¨¦ticamente: es la t¨®nica en la zona.
"No pongo m¨¢s porque no puedo jugarme la cosecha al cien por cien si luego no encuentro compradores", a?ade el presidente. Calcula que en la zona de influencia de la cooperativa se sembar¨¢ este a?o un millar de hect¨¢reas con semilla modificada (Compa es su nombre comercial). Y eso pese a la escasez de abastecimiento de grano transg¨¦nico que sufren. "Llega con cuentagotas", aseguran en Sari?ena, localidad que ronda los 4.000 habitantes.
"Lo pones y te olvidas"
En Los Monegros, este tipo de ma¨ªz se contempla como la panacea: asegura la producci¨®n y reduce los costes de explotaci¨®n. Y todo eso porque la variedad modificada gen¨¦ticamente es inmune a la peor plaga de la zona, el taladro. Este insecto se instala en las plantas y provoca notables p¨¦rdidas en las cosechas. "El Compa lo siembras, lo riegas y te olvidas", afirma el agricultor Miguel ?ngel Carilla. "El ma¨ªz convencional lo siembras, lo riegas y viene el mosquito; luego llega la primera generaci¨®n de taladro, y despu¨¦s, la segunda. Hay que poner por lo menos dos tratamientos con insecticida", prosigue.
El precio de la simiente modificada es superior al de la convencional (18.000 pesetas el saco de 50.000 granos frente a 17.000 el de tipo tradicional, seg¨²n las cifras medias que facilita su productora, la empresa Novartis). Pero acaba por salir m¨¢s barata, seg¨²n los cooperativistas de Sari?ena. Calculan un ahorro de 40.000 pesetas por hect¨¢rea. La mitad viene de evitar el gasto en insecticidas, ya que la variedad alterada no precisa fumigaci¨®n. El resto procede de su alto nivel de producci¨®n.
Los agricultores se?alan que la variedad transg¨¦nica es muy indicada para los campos que se riegan por inundaci¨®n (al pie). Si se siembran con grano convencional, el coste de la necesaria fumigaci¨®n es muy alto: a menudo hay que contratar los servicios de una avioneta. En cambio, son m¨¢s remisos a sembrar transg¨¦nicos en las fincas con riego por aspersi¨®n, ya que este sistema permite mezclar el insecticida con el agua. De esta manera se abarata notablemente el gasto en fumigaci¨®n. De paso, tambi¨¦n diversifican riesgos.
Y es que en los campesinos han calado los recelos de los consumidores y la industria alimentaria hacia los productos transg¨¦nicos. "Yo plantar¨ªa mucho m¨¢s Compa si no hubiera esos problemas. El medio ambiente mejorar¨ªa notablemente, porque se utilizar¨ªan menos insecticidas", sostiene Carlos Elbaile.
Alberto Loscertales acaba de despejar la duda a partir de la experiencia: al volante de la cosechadora contempl¨® el a?o pasado "lo bien que sal¨ªa el transg¨¦nico". Y se ha decidido a plantarlo. "As¨ª no hay que hacer barbaridades con los plaguicidas", a?ade.
Aunque la cooperativa de Sari?ena, que vende todo tipo de semillas, asegura a sus 500 socios que comprar¨¢ toda la producci¨®n (transg¨¦nica o no) y que la separar¨¢, hay quien teme que el rechazo del sector alimentario a comprar cereal modificado pueda provocar una bajada de precios. Los fabricantes de piensos, los mayores consumidores de ma¨ªz, no est¨¢n obligados a especificar que sus productos de alimentaci¨®n animal contienen elementos alterados gen¨¦ticamente, como s¨ª ocurre en los productos destinados a los seres humanos.
"Lo que est¨¢ en juego aqu¨ª con los transg¨¦nicos es la superviviencia", asegura Julio Farlete, el gerente de la cooperativa. "Los primeros siete mil u ocho mil kilos de cosecha por hect¨¢rea se van en cubrir gastos. A partir de ah¨ª, hay que vivir. Y si el taladro es fuerte, se lleva los beneficios", a?ade. La producci¨®n media por hect¨¢rea puede rondar los 12.000 kilos, que se reducen a unos 10.000 tras el secado. "Los precios del ma¨ªz han bajado y los costes han subido. ?Qu¨¦ va a hacer la gente? ?Va a tener que plegar e irse a Zaragoza?", plantea Farlete.
M¨¢s cerca de la capital aragonesa, en Gurrea de G¨¢llego, Zaragoza, Jos¨¦ Biu es contundente: "Por aqu¨ª est¨¢n cansados de sembrar el transg¨¦nico y no quieren m¨¢s que eso. Este a?o los agricultores tienen miedo, pero se van animando, aunque escasea", afirma en su almac¨¦n de venta de semillas. "Deber¨ªan aclararse, porque, aunque no se siembre transg¨¦nico, se come transg¨¦nico a causa del pienso", concluye.
"Esto es un problema de mercado. O que proh¨ªban todos los cereales modificados, empezando por los importados, o que los dejen, porque la gente empieza a estar cabreada", advierte el agricultor F¨¦lix Aisa, de Zuera, Zaragoza. La cooperativa local ha decidido no vender semilla transg¨¦nica, asegura su presidente, Fernando Marc¨¦n, representante de UAGA (COAG). Esta formaci¨®n se muestra contraria a los cultivos modificados que s¨ª defiende su rival Asaja (Asociaci¨®n de J¨®venes Agricultores). Mientras tanto, los agricultores deciden: la siembra no espera.
Una herencia pesada y un ministerio que pisa el freno
CH. N Madrid
Los transg¨¦nicos pagan los platos rotos de las crisis alimentarias, coincide la mayor¨ªa de las fuentes consultadas. Episodios como el envenenamiento masivo por el aceite de colza en Espa?a, las vacas locas en el Reino Unido o los pollos con dioxinas en B¨¦lgica han provocado una extremada sensibilidad en los consumidores (espa?oles y europeos), que rechazan cualquier sombra de duda sobre las garant¨ªas que deben ofrecer los alimentos.
Entre los agricultores tambi¨¦n se dejan sentir los recelos. "Yo plant¨¦ transg¨¦nicos el a?o pasado, pero no volver¨¦ a hacerlo por una cuesti¨®n ¨¦tica", explica To?o Nogu¨¦s, de Zuera, Zaragoza. Tambi¨¦n hay quien act¨²a a la inversa, convencido de que el ma¨ªz modificado gen¨¦ticamente no ofrece riesgos para la salud o el medio ambiente. Con todo, la mayor presencia de transg¨¦nicos se da en la soja, que forma la base de los piensos compuestos, seg¨²n una fuente del sector. El rechazo de los consumidores, que fuerza a la industria alimentaria a rechazar los productos alterados, est¨¢ inducido en gran medida por las organizaciones ecologistas. Pero estos aires tambi¨¦n llegan al Ministerio de Agricultura.
En medios pr¨®ximos a la Comisi¨®n Nacional de Bioseguridad (organismo del que forman parte representantes de siete ministerios y expertos, que se encarga de evaluar los transg¨¦nicos), aseguran que el Ministerio de Agricultura ha frenado en seco las autorizaciones para la comercializaci¨®n de semillas transg¨¦nicas desde que, en la primavera de 1998, el actual ministro, Jes¨²s Posada, sucedi¨® a Loyola de Palacio.
"Hay 12 solicitudes de semillas, cuyas variaciones gen¨¦ticas ya ha aprobado la Uni¨®n Europea, que el ministerio a¨²n no ha autorizado", asegura la citada fuente. Este permiso (la inscrpici¨®n en el registro de variedades) es preceptivo para poder iniciar la venta. Este peri¨®dico intent¨®, reiteradamente y sin ¨¦xito, conocer la versi¨®n del Ministerio de Agricultura.
Este par¨®n provoca una situaci¨®n de monopolio: las dos semillas autorizadas para cultivos comerciales son propiedad de la misma compa?¨ªa, Novartis. Espa?a es el ¨²nico Estado de la Uni¨®n Europea con destacables cultivos comerciales de productos transg¨¦nicos, seg¨²n varias fuentes.
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