Lou Reed triunfa en la presentaci¨®n de su ¨²ltimo disco 'Ecstasy' en Madrid El legendario artista neoyorquino ofrece un concierto lleno de sabidur¨ªa y elegancia
Ecstasy, el m¨¢s reciente trabajo de Lou Reed, ha sido recibido masivamente como man¨¢ del cielo, disco de cinco estrellas, el artista en portadas y dem¨¢s. Pero tambi¨¦n hay valoraciones m¨¢s esc¨¦pticas: que Lou ofrece meramente un disco confortable, una producci¨®n de sonido impactante que oculta con elegancia artesana su falta de argumentos frescos, su confusi¨®n entre las canciones y las narraciones. Con entradas cercanas a las cinco mil pesetas, dominaba la primera l¨ªnea de pensamiento entre el p¨²blico que ayer acudi¨® entregado a la sala La Riviera de Madrid.
El clima de expectaci¨®n se enrareci¨® inesperadamente por el rumor de un capricho del artista, difundido por diversos medios: la prohibici¨®n de la venta de alcohol en el recinto. Una provocaci¨®n que algunos juzgaban intolerable, viniendo del que fuera santo patr¨®n -tal vez a su pesar- de los excesivos y los autodestructivos. En realidad, el alcohol y otras substancias corr¨ªan por el local.Hubiera sido otro episodio del desencuentro entre Lou Reed y sus seguidores madrile?os. Lou no ha olvidado aquella terrible noche en que se retras¨® a salir a tocar en el campo del Moscard¨® y, aunque no fue culpa suya, no se molest¨® en explicarse; una turba cabreada invadi¨® el escenario, destrozando o robando todo el equipo. En alg¨²n momento ha proclamado que "pod¨ªa vivir sin volver a tocar en Madrid". Pero volvi¨® y hubo conciertos donde el respetable estuvo a la altura, manteniendo el respeto debido, como cuando present¨® el agrio Magic and loss, el ciclo de rock de c¨¢mara sobre la muerte de su amigo Doc Pomus, el hist¨®rico compositor.
Calculada ambig¨¹edad
Obviamente, la simpat¨ªa no est¨¢ entre las virtudes que se aprenden en la madurez. Lou sigue siendo el ogro que esconde su sentido de la moralidad, el cronista que se reserva celosamente cuanto de autobiogr¨¢fico tiene su cancionero, que se considera exento de la obligaci¨®n de entretener por la v¨ªa r¨¢pida.
Y el personal le recibe con calculada ambig¨¹edad: "la bestia negra est¨¢ gorda", oigo decir en tono no se sabe si decepcionado o cari?oso. Los fans de Lou Reed se dividen entre los que vienen a rendirle pleites¨ªa y algunos que no desperdician la oportunidad de vituperarle, aunque sea con un sarc¨¢stico grito de "?leyenda!".
Hace muchos a?os que Lou Reed pone en pr¨¢ctica el "ll¨¢mame perro y d¨¢me de comer". A cambio, toca sencillamente lo que le apetece, sin concesiones. Ahora quiere desgranar Ecstasy y lo hace con mesurado deleite. Y pizquita de soberbia: encabeza una banda incandescente, bendecida por la gomosa solidez del bajista, que adem¨¢s le hace voces soul y toca una especie de chelo el¨¦ctrico que resuelve algunos delicados pasajes del ¨²ltimo disco. Fernando Saunders es, ya lo saben los adictos, el nombre de la criatura y deber¨ªa cobrar tarifa doble. El segundo guitarrista Mike Rothke cumple sobradamente, al igual que el baterista, Tony Smith. Un rotundo cuarteto de rock a lo neoyorquino, que s¨®lo fugazmente incide en las pirotecnias del "vamos a demostrar qu¨¦ bien sabemos tocar".
El p¨²blico (cerca de 3.000 seguidores) aguanta el envite, aunque se echen en falta los refuerzos de viento del estudio, esos arreglos del trompetista Steve Bernstein, del subversivo grupo Sex Mob (algo que uno imagina como influencia de ese prodigioso productor llamado Hal Willner). Claro que las nuevas canciones de Lou Reed -destacan Modern dance, Baton Rouge, Paranoia key of E y la propia Ecstasy- tienen estructuras cl¨¢sicas, ritmos infalibles que han demostrado su capacidad para enervar masas a lo largo de los ¨²ltimos 35 a?os de historia del rock.
Temperamento
Y Lou sabe desarrollar espl¨¦ndido rock el¨¦ctrico de alta precisi¨®n, maravillosas peleas de gatos guitarreros que suben en espiral y se resuelven antes de aburrir. Se le puede acusar de displicente pero no de traicionar a la sagrada intensidad de su m¨²sica. Como Neil Young, Lou Reed se ha marcado un territorio que explora con total seguridad.
Al final, el mago termina sacando prodigiosos conejos de la chistera. Lou reserva un par de ¨¦xitos para los bises.
Ese himno que se llama Sweet Jane suena maravillosamente contundente, sin las filigranas de Rock and roll animal. Y la l¨¢nguida Vicious tiene un tratamiento casi de Marc Bolan. T¨ªpica perversidad: "Podr¨ªa hacer esto y llevaros al ¨¦xtasis pero no lo mereceis", parece decir.
Acaba de cumplir 58 a?os y ya es demasiado tarde para cambiar temperamento e intenci¨®n.
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