Cambios
Los grandes debates que hubo en Europa a prop¨®sito de la administraci¨®n del Estado de Bienestar que dise?aron al alim¨®n socialdem¨®cratas, cristiano-dem¨®cratas, social-liberales y otras familias ideol¨®gicas para dejar sin efecto la raz¨®n que pudiera perdurar en la cr¨ªtica de los comunistas al Estado capitalista administrado por reformistas y conservadores se resume en unos pocos esl¨®ganes cuya verosimilitud anima y legitima las grandes l¨ªneas de la actuaci¨®n de los actores pol¨ªticos.Que gobierna quien puede ocupar el centro, que la diferencia entre la derecha y la izquierda constitucionales es de matiz y ni siquiera es necesario volver a las banalidades de Bobbio para identificar las diferencias (en realidad, lo que m¨¢s las diferencia es la historia de sus siglas y santorales como referente est¨¦tico, m¨¢s que otra cosa) o que los vicios de ambas son similares y s¨®lo hay que darles tiempo en el gobierno, o que, en suma, su margen de acci¨®n ya no est¨¢ ni en la Constituci¨®n ni en el ideario sino en las sedes de consorcios interestatales econ¨®mico-pol¨ªticos (el eje franco-alem¨¢n, el t¨¢ndem Banco Mundial-Administraci¨®n Clinton) parecen datos asumidos por todos los competidores reunidos alrededor de las reglas de juego constitucionales.
Lo que pueda quedar de pulsi¨®n transformadora, de impulso revolucionario o de transgresi¨®n del status quo ?d¨®nde est¨¢?, ?d¨®nde reside? ?En el seno de los partidos instalados, porque fuera no hay m¨¢s que corporativismo insolidario o sue?os pol¨ªticos de visionarios que conducen al caos y a la miseria? ?En la creciente articulaci¨®n activa de movimientos resistentes a las l¨®gicas c¨ªnicas de los envoltorios ideol¨®gicos del capitalismo de siempre? (como apunta V¨¢zquez Montalb¨¢n en un reciente art¨ªculo). Lo primero es sorprendente; y lo segundo no es nuevo, porque traduce y actualiza el sue?o perenne de la izquierda revolucionaria desde Babeuf a Guevara: asumir las causas de todos los oprimidos, conducir hacia la liberaci¨®n cuantas esclavitudes genera la sociedad injusta que amparan las constituciones del capital y sus sacristanes o polic¨ªas (por usar t¨¦rminos caros a la literatura del g¨¦nero) y no separar la lucha pol¨ªtica de las vanguardias del grado de comprensi¨®n y compromiso de las masas.
Si esta ilusi¨®n del viejo maestro de los 60 es reedici¨®n de una confianza ciega en la raz¨®n, la c¨®moda apropiaci¨®n que del discurso hacen los comunicadores de la partitocracia instalada se hace desde la convicci¨®n de que la democracia liberal es la ¨²ltima forma pol¨ªtica de la historia, y que no habiendo m¨¢s all¨¢ instrumento mejor, nada como abusar del lenguaje para acabar de una vez con lo que pueda quedar de prestigio en la heterodoxia. De la mano del denostado Fukuyama (resultar¨ªa sonrojante referir el listado de socialdem¨®cratas de aqu¨ª que pontificaron no hace tanto sobre el supuesto desvar¨ªo del polit¨®logo americano), derecha e izquierda se aferran al centro, se alejan de los programas ideol¨®gicos, convergen en el esperanto moral (Dunn) de la democracia como cobijo de todas las anomal¨ªas, y se disputan a golpe de oportunismo la ocupaci¨®n electoral de las desmemorias de los individuos para, conseguido el gobierno, resistirse panza arriba ante el destronado el mayor tiempo posible ("Gobernar es resistir", dijo el espad¨®n Narv¨¢ez, el mejor maestro de Gonz¨¢lez, m¨¢s all¨¢ del Adriano de Yourcenar).
?Qu¨¦ cambios nos esperan? ?Qu¨¦ de malabarismos dial¨¦cticos en boca de los nuevos cachorros de la derecha-izquierda!
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