El misterioso declive de los anfibios
El Parque Natural de Pe?alara, en la sierra de Guadarrama (Madrid), es desde hace tres a?os el escenario de una tragedia: el sapo partero, un anfibio emblem¨¢tico en la zona, ha desaparecido de casi todas las 250 charcas del parque. La alarma se dio en 1997, cuando se encontraron muertos centenares de peque?os sapos que a¨²n no hab¨ªan acabado su metamorfosis. La Comunidad Aut¨®noma de Madrid pidi¨® ayuda a herpet¨®logos del Museo Nacional de Ciencias Naturales. El misterio del sapo partero se ha resuelto, pero no otro mucho mayor en el que se engloba. Un estudio acaba de confirmar que los anfibios, que fueron los primeros vertebrados terrestres -contempor¨¢neos de los dinosaurios-, est¨¢n en declive en el planeta. Y no se conocen las causas.
Jaime Bosch, Mario Garc¨ªa Par¨ªs e ??igo Mart¨ªnez Solano, herpet¨®logos del Museo Nacional de Ciencias Naturales, acaban de resolver el caso del sapo partero de Pe?alara -Alytes obstetricans-, y de paso han demostrado una vez m¨¢s que los problemas ambientales no saben de fronteras. El asesino es un hongo Quitridium, ¨²ltimamente muy popular entre quienes estudian los anfibios. El quitridios ha sido identificado ya como agente causante de la muerte de muchas otras especies de anfibios en Australia, Estados Unidos y Am¨¦rica Central y del Sur, pero es la primera vez que se sabe de sus estragos en Europa. Bosch, Garc¨ªa Par¨ªs y colaboradores esperan comunicar su hallazgo en una prestigiosa revista cient¨ªfica.Pero la intriga no ha terminado. ?Por qu¨¦ est¨¢n muriendo los anfibios de todo el mundo en los ¨²ltimos a?os? Expertos sobre todo estadounidenses y australianos llevan m¨¢s de una d¨¦cada denunciando el fen¨®meno, aunque hasta ahora las evidencias del declive en las poblaciones de ranas, sapos y salamandras se circunscrib¨ªan a zonas concretas y no pod¨ªan, en rigor, extrapolarse a todo el mundo. Pero un estudio publicado en Nature recientemente (13 de abril) confirma que el fen¨®meno ocurre a escala global. "Nuestro trabajo es lo m¨¢s cerca que vamos a estar de una respuesta definitiva al respecto", afirma, por correo electr¨®nico, Jeff Houlahan, de la Universidad de Ottawa, uno de los autores del trabajo.
Houlahan y su grupo analizaron datos de 936 poblaciones de anfibios, aportados por m¨¢s de 200 investigadores de 37 pa¨ªses y ocho regiones del mundo. Conten¨ªan informaci¨®n sobre 157 especies, recogidas durante periodos de entre 2 y 31 a?os. Aunque hay considerables variaciones geogr¨¢ficas y temporales, "a una escala global nuestros estudios indican un declive relativamente r¨¢pido desde finales de los a?os cincuenta a finales de los sesenta, seguido de un declive m¨¢s lento pero continuado hasta nuestros d¨ªas", dicen. Los datos revelan que 61 de las 936 poblaciones se han extinguido, y que "los declives m¨¢s dram¨¢ticos ocurrieron varias d¨¦cadas antes de que los herpet¨®logos dieran la voz de alarma". Los investigadores insisten adem¨¢s en que faltan m¨¢s estudios en regiones de alta diversidad, como los tr¨®picos.
Hay una raz¨®n obvia para este declive: que cada vez hay menos charcas donde las ranas est¨¦n a sus anchas. Ah¨ª no hay misterio. Lo que no se explican los investigadores es que los anfibios desaparezcan de zonas protegidas, en las que su h¨¢bitat natural no ha debido sufrir muchas alteraciones. Tienen muchos ejemplos. El sapo dorado de Costa Rica, de llamativo color rojo, que no se ha vuelto a ver desde 1989, pese a que hasta dos a?os antes era la especie m¨¢s representativa de la Reserva del Bosque Nublado de Monteverde; o la rana incubadora g¨¢strica de Australia, que desarrolla todas sus larvas en el est¨®mago y expulsa las cr¨ªas por la boca, descubierta en 1973, muy estudiada y ahora considerada extinta.
Cuando empez¨® a emerger el problema, uno de los primeros sospechosos fue el agujero de la capa de ozono, por el que se cuelan los rayos ultravioletas, letales para la vida. Como las zonas protegidas est¨¢n a menudo en alta monta?a, donde la radiaci¨®n ultravioleta es m¨¢s intensa, los investigadores postularon que estaba afectando a los anfibios. Los primeros experimentos se hicieron en las monta?as de Oreg¨®n (EEUU), y en un primer momento sus autores cantaron victoria: la mortalidad de los renacuajos expuestos a los rayos UV (de tipo B) naturales era mucho mayor que la de aqu¨¦llos protegidos por filtros.
El experimento se reprodujo en otras zonas con igual resultado. En Europa los hizo por primera vez hace cinco a?os en Gredos, a 2.000 metros de altura, el grupo de Miguel Lizana (Universidad de Salamanca), que public¨® los resultados en 1998 en la revista Conservation Ecology. Su trabajo mostr¨® que no todas las especies eran igual de sensibles. "El sapo com¨²n (Bufo bufo) es uno de los m¨¢s sensibles, y tambi¨¦n el trit¨®n jaspeado", indica Lizana. Su grupo estudia ahora especies que viven tanto en zonas altas como bajas, para ver si la radiaci¨®n las afecta de modo distinto a distintas alturas. "Por ahora el efecto parece mayor en las especies sensibles en alta monta?a", dice.
Pero quienes creyeron que los UV-B resolv¨ªan el misterio de los anfibios se equivocaron. La cosa no es tan simple. Se han identificado al menos otras cuatro clases de sospechosos: la lluvia ¨¢cida, virus, hongos como el quitridios y la presencia en el agua de fertilizantes con nitratos y nitritos. O todos ellos juntos: puede que los UV-B debiliten el sistema inmune de las ranas y las deje indefensas frente a las infecciones. Eso explicar¨ªa que el quitridios, que siempre ha estado ah¨ª, tenga ahora un efecto t¨®xico para los anfibios.
O podr¨ªa ocurrir un ciclo as¨ª: que la causa sea un par¨¢sito... "que vive en los caracoles; los caracoles comen algas; y m¨¢s fertilizantes en el agua hacen que haya m¨¢s algas, que aumentan a su vez la poblaci¨®n de caracoles... ?ste es un problema incre¨ªblemente complejo, y no veo cerca la soluci¨®n", dijo el investigador pionero en este campo, Andrew Blaustein (Universidad del Estado de Oreg¨®n) en la ¨²ltima reuni¨®n anual de la Asociaci¨®n Americana para el Avance de la Ciencia en EEUU.
Efecto de los fertilizantes
Adolfo Marco, actualmente en la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana, es autor con Blaustein de uno de los trabajos m¨¢s recientes sobre el efecto de los fertilizantes. Estudiaron larvas de cinco especies de un ¨¢rea agr¨ªcola de Oreg¨®n donde se usan muchos fertilizantes y las expusieron a agua con distintas concentraciones de nitritos y notratos. Los resultados indicaron que las especies que m¨¢s poblaci¨®n hab¨ªan perdido en su h¨¢bitat natural eran tambi¨¦n las que m¨¢s mor¨ªan en el laboratorio. "Las etapas larvarias de la mayor¨ªa de los anfibios viven s¨®lo en el medio acu¨¢tico, y pueden ingerir o absorber por la piel muchos productos t¨®xicos", se?ala Marco.
Se obtuvo, adem¨¢s, un resultado para algunos inquietante: que las concentraciones de nitratos consideradas aptas para el consumo humano -50 miligramos por litro- eran muy t¨®xicas para larvas de dos de las cinco especies estudiadas. "La concentraci¨®n de nitrato en aguas subterr¨¢neas a menudo sobrepasa esos niveles m¨¢ximos. ?Nos podemos sentir tranquilos consumiendo agua que es letal para las ranas, al provocarles una alteraci¨®n que tambi¨¦n podemos padecer los humanos?", apunta Marco.
El caso del sapo partero de Pe?alara est¨¢ bajo control: tiene un culpable declarado y los investigadores se plantean, si la poblaci¨®n no se recupera sola, la cr¨ªa controlada a partir de individuos no infectados por el hongo.
Pero el problema a gran escala est¨¢ abierto. Y para algunos herpet¨®logos deber¨ªa entenderse como un aviso de futuros problemas mayores: los anfibios son buenos bioindicadores del grado de degradaci¨®n de un ecosistema. Aunque para Houlahan esto es lo de menos: "La pregunta es: ?cu¨¢ntos avisos necesitamos? El que ya no quede bacalao en la costa Este de Canad¨¢ parece un buen aviso; el que el salm¨®n haya desaparecido de la costa noroeste de Norteam¨¦rica parece un buen aviso... Las ranas son otro signo de que estamos sobreexplotando el planeta, pero s¨®lo uno m¨¢s de una larga letan¨ªa".
A¨²n faltan datos en Espa?a
En Espa?a se conocen 28 especies de anfibios, aunque el ¨²ltimo atlas disponible, hecho por la Asociaci¨®n Espa?ola de Herpetolog¨ªa y la Universidad de Granada con datos de 1994, recoge s¨®lo 25. Una de ellas, el sapo ferreret (sapo partero de Mallorca), est¨¢ en peligro de extinci¨®n; otra, la rana ¨¢gil (Pa¨ªs Vasco y Navarra), se considera vulnerable (la segunda categor¨ªa en la escala de riesgo); y otras tres -salamandra rabilarga (Galicia y Asturias), salamandra de Gredos y sapo verde de las Baleares- figuran como raras.Aunque los herpet¨®logos no dudan de que la p¨¦rdida de h¨¢bitat est¨¢ afectando a las ranas hisp¨¢nicas, a¨²n no hay datos que demuestren que el fen¨®meno mundial del declive de estos animales en ¨¢reas protegidas tambi¨¦n se da en toda Espa?a. Se espera tenerlos tras el proyecto para actualizar el atlas de anfibios y reptiles que financia el ministerio de Medio Ambiente. Para el proyecto, de tres a?os, se muestrear¨¢n muy bien zonas donde faltan datos, como en Castilla-Le¨®n y Castilla-La Mancha, y se repasar¨¢n las dem¨¢s. Al final se tendr¨¢ un mapa de Espa?a con datos sobre el estado de conservaci¨®n de cada especie. Participar¨¢n los m¨¢s de 500 miembros de la Asociaci¨®n Espa?ola de Herpetolog¨ªa.
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