T¨¦ con la reina
El nuevo presidente de Rusia, Vlad¨ªmir Putin, ha tomado el t¨¦ con la reina de Inglaterra en su primera visita oficial a Occidente despu¨¦s de ganar las elecciones y antes de asumir oficialmente su cargo. No se debe infravalorar la respetabilidad que le confiere este encuentro al hombre que hasta hace poco era un mediano esp¨ªa del KGB y despu¨¦s jefe de la organizaci¨®n sucesora del temido servicio sovi¨¦tico. Tras las cr¨ªticas recibidas como art¨ªfice de la guerra en Chechenia -campa?a antiterrorista, seg¨²n Mosc¨², y matanza rayana en el genocidio, para muchos observadores-, el l¨ªder ruso ha iniciado una ofensiva de simpat¨ªa hacia Occidente. Aunque, para dejar las cosas claras, ha incluido en su gira sendos encuentros con los mandatarios de Bielorrusia y Ucrania, poco sospechosos ambos de debilidad por los valores democr¨¢ticos.Putin ha llegado al Reino Unido con un regalo, la ratificaci¨®n del tratado START II por la Duma, y ha regresado con otro, el singular espaldarazo de Tony Blair. La ratificaci¨®n que Yeltsin no logr¨® en siete a?os, debido a la mayor¨ªa de comunistas y nacionalistas en el Parlamento, la ha conseguido su sucesor en pocas semanas, gracias al confortable apoyo con que cuenta entre los legisladores. Pero con salvedades. Putin ha dejado claro que su compromiso con el tratado quedar¨¢ sin efecto si Washington insiste en desarrollar un sistema de defensa antibal¨ªstica. Estados Unidos cree necesario este programa, mucho menos por los cohetes intercontinentales rusos que por los que puedan desarrollar pa¨ªses menores considerados enemigos irreconciliables. Mosc¨² no admite el argumento y considera que la superpotencia busca una ventaja que romper¨ªa definitivamente el equilibrio de la disuasi¨®n.
Otra cosa es que el intento del presidente ruso por influenciar la pol¨ªtica militar estadounidense pueda contar con simpat¨ªas insospechadas. La calurosa recepci¨®n de Blair y su visita al Kremlin antes de las elecciones que dieron el triunfo a Putin sugieren que el primer ministro brit¨¢nico tampoco parece muy satisfecho con los planes antimisiles de Washington y su eventual retirada del tratado ABM. El poder nuclear del Reino Unido y su propio peso como potencia se ver¨ªan afectados por la viabilidad de un sistema que destruyera los cohetes nucleares en pleno vuelo, antes de lograr sus objetivos.
La pelota parece estar en el lado estadounidense, lista para la anunciada visita de Clinton a Mosc¨² en junio. Si Putin introdujera una cu?a entre los dos aliados m¨¢s estrechos de la OTAN, su t¨¦ en Windsor resultar¨ªa m¨¢s amargo de lo apetecido por Occidente.
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