La Casita Blanca se resiste
En el circuito de la Barcelona golfa, la Casita Blanca tiene fama de ser el para¨ªso de las bajas pasiones por excelencia. Por sus 50 alcobas han desfilado durante casi un siglo personajes relevantes de la pol¨ªtica, literatos de prestigio e incluso jueces c¨¦lebres por sus implacables sentencias al juzgar las debilidades ajenas. La discreci¨®n siempre fue la norma fundamental del negocio, y tal vez a ella le debe su permanencia mientras otros meubl¨¦s barceloneses sucumb¨ªan sin remedio a la mojigater¨ªa de ¨¦pocas pasadas. Sin embargo, los muros que encierran los secretos mejor guardados de la ciudad tienen los d¨ªas contados.La ampliaci¨®n de la avenida del Hospital Militar que quiere impulsar el Ayuntamiento se llevar¨¢ por delante el misterioso edificio que hasta ahora resisti¨® las embestidas que en nombre del decoro y de las buenas costumbres arremetieron contra ¨¦l. Hasta que llegue el momento de la demolici¨®n, el meubl¨¦ seguir¨¢ abierto las 24 horas, porque los caprichos de la carne no entienden de horarios.
Aunque en el ritual del cortejo han ca¨ªdo muchos tab¨²es por los que en los a?os cincuenta se deshered¨® a m¨¢s de un v¨¢stago de familia de post¨ªn, lo cierto es que los altos niveles de ocupaci¨®n de la Casita Blanca demuestran que hay demanda para un meubl¨¦ que se caracteriza por la profesionalidad de sus empleados y por cuidar hasta el m¨ªnimo detalle las apetencias de las parejas que frecuentan sus aposentos.
Cubrir las bajas de personal resulta una tarea laboriosa que no culmina hasta que existe la total garant¨ªa de su discreci¨®n. El lema siempre ha sido: "Ver, o¨ªr, pero sobre todo callar". Todo en el inmueble, de 2.000 metros cuadrados, est¨¢ pensado para mantener a salvo el anonimato de los clientes: el aparcamiento regulado por sem¨¢foros evita el encuentro fortuito de las parejas.
La explicaci¨®n que fuentes de la propiedad dan al hecho de que no les falten clientes es que han sabido adecuarse a la nueva demanda y a los gustos del momento. La edad de los parroquianos se ha rejuvenecido y a las parejas maduras de otro tiempo les han seguido otras m¨¢s j¨®venes que, aparte de la discreci¨®n, tal vez valoran la atm¨®sfera de intimidad que quiz¨¢ no encuentran en hoteles al uso. Los precios tambi¨¦n se han adaptado a las necesidades del mercado, de forma que los clientes disponen de un amplio men¨² en funci¨®n de sus gustos y del poder adquisitivo.
En las ¨²ltimas semanas ha aumentado la psicosis de derribo entre los empleados. Mientras atienden a los apasionados usuarios, la procesi¨®n va por dentro.Cada d¨ªa que pasa aumenta la incertidumbre sobre un futuro laboral que es incierto. Buena parte de la plantilla supera los 50 a?os de edad, lo que contribuye a alimentar su preocupaci¨®n. A su lado, la propiedad, que siempre fue de la familia Morgades, aspira a mantener el actual enclave, aunque sin olvidar que desde 1976 est¨¢ afectado urban¨ªsticamente: primero deb¨ªa pasar por all¨ª la conocida como V¨ªa Cero, pero aunque nunca se realiz¨®, el Ayuntamiento mantuvo la afectaci¨®n. Los due?os han presentado alegaciones al ¨²ltimo proyecto municipal de ampliaci¨®n de la avenida del Hospital Militar, sobre las que no han recibido respuesta del distrito de Gr¨¤cia.
Risas en el consistorio
Con semejante panorama, no es extra?o que el tono con el que los miembros del consistorio barcelon¨¦s ventilaron la afectaci¨®n de la finca en el ¨²ltimo plenario cayera a los afectados como un jarro de agua fr¨ªa. Los empleados recriminan al alcalde que no cortara de ra¨ªz las risas, que incluso en alg¨²n momento llegaron a carcajadas, a costa de la continuidad del m¨ªtico meubl¨¦ de la que depende algo tan serio como el sustento de 30 familias. El portavoz del personal de la Casita Blanca, Josep L¨®pez Miras, explica: "Nosotros nos tomamos nuestro trabajo muy seriamente, y lo ¨²ltimo que esper¨¢bamos es la salida de tono de los ediles". L¨®pez se?ala que les doli¨® especialmente la afirmaci¨®n de un concejal que no se cort¨® en anunciar que celebrar¨¢ una fiesta cuando la derriben. Transcurrido un mes del lamentable incidente, explican que no han recibido ni una carta de disculpa.
Si el Ayuntamiento consuma finalmente su demolici¨®n, bajo sus cascotes quedar¨¢n sepultadas para siempre infinidad de historias de alcoba que tuvieron como ¨²nicos testigos los espejos que cubren sus paredes y que, de haber trascendido, hubieran arruinado la buena reputaci¨®n de barceloneses tenidos por respetables. Pero antes de que ocurra el derribo, los empleados anuncian que est¨¢n dispuestos a movilizarse para defender sus puestos de trabajo.
Un halo de misterio
En las memorias nunca escritas de la Casita Blanca deber¨ªa figurar un a?o fat¨ªdico para el establecimiento, 1969, cuando en virtud de una ley promulgada por las Cortes franquistas las autoridades lo cerraron. Tuvieron que pasar siete a?os para que volviera a abrirse.El halo de misterio que ha rodeado siempre el negocio desde 1912, cuando se derrib¨® una marisquer¨ªa para levantar el edificio actual, y el mutismo que ha imperado de puertas afuera han marcado tambi¨¦n las relaciones en el seno de la familia propietaria, hasta el punto de que algunos de sus miembros se han enterado de datos de la historia del meubl¨¦ por los medios de comunicaci¨®n. Las actividades que se desarrollan se cubr¨ªan, hasta en la intimidad familiar, con un tupido velo.
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