Avanzando hacia la sociedad del conocimiento.
El autor reclama que Europa se pongaa la altura de Estados Unidos
en el desarrollo de la 'nueva econom¨ªa'.La cumbre de Lisboa que reuni¨® el pasado mes de marzo a los jefes de Estado y de Gobierno de los 15 pa¨ªses miembros de la UE tiene una ambiciosa agenda con un objetivo: impulsar en Europa la nueva econom¨ªa. Una econom¨ªa para el siglo XXI que es consecuencia inevitable de la llamada revoluci¨®n digital, en la que Europa teme quedarse atr¨¢s con relaci¨®n a EE UU que, sin lugar a dudas, lleva la iniciativa en este tema.
Uno de los asuntos importantes que es el del empleo, en el que Europa se encuentra con fuertes tensiones entre el desempleo en actividades, digamos tradicionales, y una falta de personal para cubrir el desarrollo en las actividades de esta nueva econom¨ªa. Algo caracter¨ªstico de una revoluci¨®n, como ya sucedi¨® anteriormente en la revoluci¨®n industrial.
La revoluci¨®n digital no s¨®lo afecta a la forma de ocupar nuestras horas de ocio o a la forma de comprar y vender, a trav¨¦s del llamado comercio electr¨®nico, sino que afecta tambi¨¦n a la forma en que se desarrolla el trabajo: a su contenido, condiciones y configuraci¨®n. Especialmente en el mundo de lo que se denomina trabajadores del conocimiento, que son la avanzadilla de la revoluci¨®n, al igual que la compra y venta de ordenadores y su software fueron los pioneros en el comercio electr¨®nico desde sus inicios.
Entendemos por trabajadores del conocimiento aquellos que se dedican a la producci¨®n de software o al desarrollo de sistemas y servicios basados en las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y de las comunicaciones y que, por tanto, emplean sus conocimientos en la creaci¨®n y manipulaci¨®n de la informaci¨®n que es, a su vez, la base de nuevos conocimientos para otros utilizadores.
Revoluci¨®n industrial
Las empresas, en la revoluci¨®n industrial, se consideraban como gigantescos mecanismos de relojer¨ªa en los que cada pieza estaba dise?ada para cumplir con un determinado cometido. En definitiva una concepci¨®n basada en la presencia de un trabajador en un lugar determinado y en un momento preciso. Un modelo al que el trabajador industrial ofrece fundamentalmente horas de su tiempo para realizar un esfuerzo (m¨¢s f¨ªsico que intelectual) a cambio de una remuneraci¨®n.
La revoluci¨®n digital est¨¢ haciendo a?icos este modelo. No de una forma s¨²bita porque lo viene haciendo ya desde hace unos cuantos a?os en las empresas de tecnolog¨ªa, aunque ahora lo est¨¢ extendiendo a otras empresas gracias a la aceleraci¨®n de la revoluci¨®n digital que ha supuesto avances formidables como la utilizaci¨®n de Internet.
Ya no es necesaria la total sincronizaci¨®n espacio-temporal para poder realizar un trabajo en este mundo digital, al igual que no es necesaria la presencia del comprador y el vendedor, en un mismo lugar y al mismo tiempo, para realizar una operaci¨®n comercial, como nos lo demuestra el comercio electr¨®nico.
Aparece el trabajo en red, es decir, la cooperaci¨®n de diversos trabajadores en distintos lugares y sin sincron¨ªa temporal para realizar el objetivo marcado, que denominamos teletrabajo. El teletrabajo, en una econom¨ªa globalizada, representa adem¨¢s una gran oportunidad para los pa¨ªses poco desarrollados pero con recursos humanos con una buena capacidad de conocimiento, ya que pueden con facilidad incorporarse al ciclo productivo de las empresas m¨¢s avanzadas y constituir una fuente de riqueza para su pa¨ªs.
Pero ¨¦sta no es la ¨²nica consecuencia, y ni siquiera la m¨¢s importante, de la revoluci¨®n digital. Lo m¨¢s relevante es que, en este nuevo contexto, lo que se necesita aportar como trabajo no son horas de presencia, sino la capacidad de crear conocimiento. En este contexto lo que se precisa, y por tanto aprecia, es: la creatividad, la cooperaci¨®n y el aprendizaje.
Ya no se puede definir lo que cada uno tiene que hacer, y menos el c¨®mo lo tiene que hacer. Lo que se debe definir es lo que se pretende conseguir y el entorno de condiciones (de calidad y precio) en los que debe realizarse. La imaginaci¨®n y creatividad de cada uno determinar¨¢ el c¨®mo realizarlo.
No hay descripci¨®n detallada de lo que debe hacerse, ya que esto lo ¨²nico que consigue es eliminar la posibilidad de mejora y, en consecuencia, no se remunera por lo que cada uno hace, sino por lo que cada uno es capaz de hacer. Es decir, por la capacidad de introducir una mejora en las caracter¨ªsticas del producto o servicio, o incluso, del mismo proceso productivo; por la capacidad de aprender de las innovaciones de otros; y, en definitiva, por la capacidad de adaptarse a nuevas situaciones que ahora son imposibles de determinar, o sea, de saber hacer lo que todav¨ªa no se necesita.
Consecuentemente, las descripciones de los puestos de trabajo, y el propio concepto de puesto, desaparecen y se presta mayor atenci¨®n al conocimiento y desarrollo de las capacidades de las personas que forman las organizaciones.
Las empresas son las organizaciones donde los profesionales del conocimiento desarrollan sus capacidades y las enriquecen a la vez que contribuyen a producir los sistemas y servicios que se les demandan, en la forma m¨¢s eficiente y competitiva. Saben que si no son competitivos la empresa, a medio plazo, no podr¨¢ sustentar su crecimiento profesional. Y al contrario saben que su innovaci¨®n y esfuerzo contribuyen directamente a incrementar su remuneraci¨®n y, en las empresas m¨¢s avanzadas, a incrementar su patrimonio como accionistas de la misma.
Revoluci¨®n digital
La revoluci¨®n digital, posibilitando el trabajo en red (y no s¨®lo en la Red), fomenta la aparici¨®n de redes de grupos cooperativos e, incluso, de redes de empresas, tambi¨¦n llamadas empresas virtuales, donde el concepto mismo de relaci¨®n con el trabajador deber¨¢ revisarse en el futuro. Ya que en un mundo donde el trabajo no se mide por "horas empleadas en un lugar", empiezan a dejar de tener sentido conceptos tales como el de "jornada de trabajo" o el del "empleo a tiempo parcial", bases hoy d¨ªa de las relaciones laborales en las empresas, como puede verse en la multitud de las nuevas empresas nacidas con el viento de Internet.
La abolici¨®n del sincronismo espacio-temporal y su sustituci¨®n por la cooperaci¨®n en red est¨¢ ocasionando, pues, grandes transformaciones en lo que es la estructura del propio concepto de trabajo. En este sentido, cabe decir tambi¨¦n que la gesti¨®n del ¨¢rea de recursos humanos tiene que cambiar consecuentemente. En la era industrial, el trabajo se concentraba en f¨¢bricas u oficinas donde se realizaba una gesti¨®n masificada, organiz¨¢ndolo en cadenas de montaje, procesos administrativos, etc¨¦tera, por lo cual lo importante a considerar era el n¨²mero de trabajadores en cada especialidad, ya que todos en cada una de ellas ten¨ªan la misma cualificaci¨®n.
El nuevo modelo ha de tener en cuenta que lo que se valora son las competencias y capacidades y que ¨¦stas deben desarrollarse en cada trabajador de forma ¨²nica. La gesti¨®n del ¨¢rea de recursos humanos se hace necesaria realizarla con un car¨¢cter m¨¢s individual que colectivo. Esto implica tambi¨¦n una necesidad de conocer mejor a todos y cada uno de los trabajadores y, por tanto, el reducir el tama?o de los grupos o equipos gestionados por un supervisor. Una vez m¨¢s aparece el concepto de red, ya que las empresas se organizan mediante redes de grupos de trabajadores con un alto grado de independencia y, por tanto, con un alto grado de cooperaci¨®n.
Las redes son mucho m¨¢s estables frente a los cambios del entorno y a la reorientaci¨®n de los objetivos de las empresas y, consecuentemente, m¨¢s capaces de adaptarse y desarrollarse sin trabas en un mundo tan competitivo como el del siglo XXI.
Hemos dejado atr¨¢s la era industrial y avanzamos ahora hacia una nueva era, que denominamos la sociedad de la informaci¨®n, en la que los trabajadores del conocimiento son su punta de lanza en la transformaci¨®n de la concepci¨®n del trabajo en la nueva econom¨ªa del siglo XXI.
Josep M. Vil¨¤ es director general de Indra y presidente de Asociaci¨®n Sectorial Sedisi.
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