Catalu?a envejecida ORIOL BOHIGAS
A pesar de lo que a veces se proclama, parece que Catalu?a no va tan bien ni pol¨ªtica, ni social, ni econ¨®mica, ni culturalmente. Hace unos a?os ¨¦sa era la opini¨®n de algunos clarividentes intuitivos, pero ahora es ya un clamor justificado. Un conspicuo catedr¨¢tico de econom¨ªa me dec¨ªa hace poco que en toda la historia de Espa?a no ha habido ning¨²n periodo en el que tan descaradamente Madrid haya sido la exclusiva capital pol¨ªtica, social, econ¨®mica y cultural de Catalu?a. Ni durante los Austrias, ni los Borbones, ni las dos dictaduras. Con la alianza Lliga-CEDA, en las elecciones del 36 estuvimos a punto de caer en parecido percance, pero afortunadamente la alianza perdi¨® las elecciones, aunque luego nos castigara con una guerra civil. Este peque?o pa¨ªs no puede seguir adelante sin entender y asumir las razones modernas del catalanismo, es decir, su autonom¨ªa pol¨ªtica, social, econ¨®mica y cultural.Despu¨¦s de muchos clamores en el desierto, ahora por fin se ha puesto de manifiesto que hay que refundar la Fira de Barcelona. ?Por qu¨¦ la Generalitat no ha dado apoyo hasta ahora a ese instrumento econ¨®mico que parece tan importante mientras soporta el trasvase a Madrid de su antigua hegemon¨ªa? ?Por qu¨¦ un partido que ha regalado al PP la "gobernabilidad" del Estado no ha sido capaz de arrancar ni un justo equilibrio fiscal, ni un proyecto a corto plazo de ampliaci¨®n del aeropuerto, ni un trazado ¨²til del AVE? ?Por qu¨¦ la Generalitat desprogram¨® hace a?os el plan de metros de Barcelona con la expl¨ªcita indicaci¨®n de que hab¨ªa que favorecer los intereses privados de las industrias del autom¨®vil? ?Por qu¨¦ un Gobierno tan "identitario" no es capaz de asumir responsablemente la terminaci¨®n de un museo que se autodenomina "nacional"? ?Por qu¨¦ no se acepta ni siquiera discutir la urgencia de una entidad metropolitana que gobierne el gran tesoro geopol¨ªtico de la conurbaci¨®n barcelonesa, una entidad que ya hab¨ªa dado, por lo menos, resultados plausibles? ?Por qu¨¦ no se acepta la prioridad estrat¨¦gica de una capital cuyo alcance pol¨ªtico es superior al de los estrictos l¨ªmites nacionales? ?Por qu¨¦ se han hecho tan pocos esfuerzos para mantener o para absorber los grandes instrumentos de la econom¨ªa y la cultura internacionales y se ha aceptado candorosamente su persistente fuga hacia otros territorios fiscalmente m¨¢s acogedores?
Todas estas preguntas -y las que el mismo lector puede sugerir- parecen tener una ¨²nica respuesta: la falta de decisiones modernamente catalanistas -y voluntariamente no utilizo el equ¨ªvoco nacionalistas- por parte del Gobierno aut¨®nomo, a?adidas a las dificultades reales que se plantean agresivamente desde el Gobierno estatal sin que nadie se proponga superarlas. Pero ¨¦sta es una respuesta que, por evidente, es demasiado simple porque presupone la posibilidad de una autoridad ilustrada por encima del estado real del pa¨ªs, al margen del papel tan poco participativo de los ciudadanos -la tan invocada sociedad civil- y de las instituciones en las que ellos mismos deber¨ªan intervenir para acelerar un cambio radical. Pero las fuerzas pol¨ªticas, sociales, econ¨®micas y culturales han envejecido mal y se muestran, en su mayor¨ªa, ineficaces para ser el motor de una recomposici¨®n del pa¨ªs.
Se habla, como he dicho, de la inevitable refundaci¨®n de la Fira. Pero hay que refundar tambi¨¦n -rejuvenecer- muchos otros instrumentos que se han demostrado tristes y caducos y que tienen todav¨ªa mayor trascendencia. Rejuvenecer no es s¨®lo un nuevo cambio generacional, es cambiar h¨¢bitos obsoletos, borrar reliquias in¨²tiles y, sobre todo, abrir el juego a sectores ciudadanos que hasta ahora se han automarginado, iniciar expectativas que permitan, por lo menos, superar el conformismo pesimista que realimenta el propio pesimismo y sus consecuencias.
Seguramente habr¨ªa que empezar refundando los partidos pol¨ªticos para ofrecer un cierto abanico de esperanzas que se correspondieran a las de aquellos ciudadanos que acaban no votando porque no encuentran programas claros y definidos. La descomposici¨®n ideol¨®gica de los partidos que se forjaron en la transici¨®n no se arreglar¨¢ con parches aparentes, sino con un borr¨®n y cuenta nueva, con una radical refundaci¨®n. No se puede continuar con un partido socialista catal¨¢n adherido al jacobinismo y a la intrascendencia ideol¨®gica del PSOE, ni con una derecha rotunda que utiliza un viejo nacionalismo como papeleta electoral. Sin estos cambios no se puede esperar que se modernicen los programas y las decisiones del Gobierno y que, por lo tanto, se rejuvenezca el catalanismo.
Pero la lista de refundaciones necesarias en primera o segunda instancia es interminable: desde las asociaciones empresariales y econ¨®micas hasta la funci¨®n ap¨¢trida de las cajas de ahorro, desde la Universidad a los museos, desde los clubes de f¨²tbol a las asociaciones de vecinos, desde las academias al Institut, desde los colegios profesionales a las industrias culturales, desde la prensa privada a la televisi¨®n p¨²blica.
Y lo peor es que estamos cayendo en un c¨ªrculo vicioso. ?Qui¨¦n da el primer paso? ?Qui¨¦n va a generar esas refundaciones? ?Qu¨¦ j¨®venes en esta sociedad civil envejecida van a forzar el rejuvenecimiento del pa¨ªs? ?Hay un poder pol¨ªtico o un establishment econ¨®mico que no quiera seguir poniendo parches ocasionales para mantener canonj¨ªas y se decida a abrirse generosamente a las realidades pol¨ªticas, sociales, econ¨®micas y culturales de Catalu?a?
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