Seis mulos
Seis mulos ech¨® a la Maestranza el ganadero, y uno de los sobreros que llev¨® y hubo de salir, tambi¨¦n. A lo mejor habr¨¢ que felicitarle.Lo grande fue que los toreros estuvieron con esos mulos valent¨ªsimos. Como si se tratara de seis dijes, dieron all¨ª la cara, pundonorosos y hasta heroicos, intentando sacarles a los mulos pases imposibles
El Cordob¨¦s no perdi¨® ocasi¨®n de aprovechar el menor conato de embestida -si es que se produjo algo parecido- para meter el derechazo, el pase de pecho (cuaj¨® uno magn¨ªfico), hasta el natural, sin emplear nunca sus conocidas formas histri¨®nicas ni recurir a la demagogia de las galer¨ªas.
El natural, se ha dicho... La disposici¨®n de los toreros para ejecutar el toreo puro result¨® emocionante. As¨ª como otros, con los toritos comerciales, el natural parece que les da grima -y si lo intentan se limitan a cubrir el expediente- estos tres toreros a quienes hicieron v¨ªctimas de una trampa saducea y los echaron a las mulas, apenas tantear embestidas ya estaban toreando al natural.
B¨¢ez / Codob¨¦s, Liria, Bejarano Toros 1?, 3?, 4? y sobrero de Miguel B¨¢ez, y tres de Los Guateles (5?, devuelto por inv¨¢lido), con presencia y cuajo, aunque algunos sospechosos de pitones; varios flojos; absolutamente descastados y broncos
El Cordob¨¦s: estocada ca¨ªda perdiendo la muleta y rueda de peones (silencio); pinchazo, estocada corta ca¨ªda y rueda de peones (palmas). Pep¨ªn Liria: estocada trasera tendida y dos descabellos (ovaci¨®n y saludos); media atravesad¨ªsima, rueda de peones y dos descabellos (silencio). Vicente Bejarano: pinchazo perdiendo la muleta, otro hondo atravesado y descabello (palmas); media ladeada, descabello y se echa el toro; se le perdon¨® un aviso (aplausos). Plaza de la Maestranza, 26 de abril. 4? corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Lo de Pep¨ªn Liria fue impresionante, sobre todo con su primer toro. La llamamos toro y era mulo. Un mulo mal parido que tiraba cabezadas a traici¨®n. Y pese al peligro evidente, a que sufri¨® un arre¨®n impresionante, a que las astas le iban al rostro con centelleos de guada?a, Pep¨ªn Liria consinti¨® y aguant¨®, firme, estoico, el prop¨®sito puesto en interpretar el toreo contra viento y marea. Lo de Pep¨ªn Liria constituy¨® todo un gesto; justo el gesto que caracteriza a los toreros aut¨¦nticos.
El quinto de la tarde, sobrero que sustitu¨ªa a un inv¨¢lido, padec¨ªa similar invalidez y adem¨¢s acomet¨ªa top¨®n e incierto, si es que le daba por acometer. Y volvi¨® Pep¨ªn Liria a jugarse la piel con una conmovedora generosidad. Al bulto iba el toro cuando le daba por acudir y, sorteado el ga?af¨®n, reemprend¨ªa Pep¨ªn Liria las descompuestas tandas de redondos y naturales. En una de ellas baj¨® la mano forzando que el toro humillara, y el innoble bruto se le fue al suelo.
Tanto cuanto se ha dicho de Pep¨ªn Liria ser¨ªa atribuible a Vicente Bejarano. Torero de corte antiguo, conocedor de las suertes, que interpreta con finura, al mulo tercero se empe?¨® en ligarle naturales -a trancas y barrancas se los hubo de ligar- dejando en todos ellos la marca de su inconfundible estilo torero.
El sexto lo brind¨® al p¨²blico. Vicente Bejarano iba a por todas. S¨®lo que en este caso el todo equival¨ªa a la nada. Con las de aguantar y mandar, pisando terrenos comprometidos, forz¨® la ligaz¨®n de las suertes sin que el mulo impresentable aqu¨¦l llegara a tomarlas. El esfuerzo result¨® in¨²til. No es que ese toro (o los seis anteriores) fuera malo. Es que no era toro, no ten¨ªa casta de toro; se quedaba en mulo y gracias.
Suele acontecer con las ganader¨ªas comerciales: que acaban convertidas en un muladar. Por dotarlas de bondad y dulzura, los ganaderos (ganaduros los llamaba el inolvidable cronista de Radio Madrid Curro Meloja) les van rebajando la casta y al cabo de pocos a?os acaban por inventar el manso.
Los toros pertenec¨ªan a Miguel B¨¢ez, llamado Litri, padre del Litri que se acaba de retirar y afamado matador de toros en la d¨¦cada de los cincuenta. La mitad llevaban el hierro a su nombre; la otra mitad, el de Los Guateles, que es de su propiedad. Estos toros de los Guateles los exig¨ªan a?os atr¨¢s los mandones del escalaf¨®n por su bondad y dulzura, naturalmente, hasta que los descendientes de las d¨®ciles y golosas camadas empezaron a tirar al monte, a dar la nota, a mansear y burrear; y ya, puestos, a sacar un peligro sordo que podr¨ªa partirle la femoral o cortarle el cuello a cualquier confiado coletudo.
Y ahora semejante morralla ganadera, que por supuesto no quieren ni ver las figuras, se la echan a los aspirantes a serlo, a toreros honrados y valientes que tiene la generosidad de exponer lo indecible, jugarse la vida si es preciso, sin otra esperanza que el albur de sacar de donde no hay alg¨²n pase imposible.
Pep¨ªn Liria y Vicente Bejarano -y El Cordob¨¦s con ellos- conmovieron en lo profundo a la verdadera afici¨®n de la Maestranza. Y se ignora si sus gestos les servir¨¢n para algo pues el mundillo taurino est¨¢ podrido, y a lo mejor no.
El ganadero puede descansar tranquilo, la empresa tambi¨¦n: no es su problema. Antiguamente a un ganadero le sal¨ªa una corrida como la de autos en plaza principal, con mayor motivo si se trataba de la catedralicia Maestranza, y se tiraba un mes guardado en el cortijo, para no hablar con nadie. O cog¨ªa las de Villadiego y desaparec¨ªa del mapa. Modernamente, en cambio, se lo toman con m¨¢s calma. La corrida de ayer ya es historia. El mundo rueda a su bola, la feria sigue, vendr¨¢ otra funci¨®n y aqu¨ª no ha pasado nada. O t¨¦mpora, o mores, dijo el fil¨®sofo. Pues eso.
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