Sirenas, duendes y potros de tortura
Una se?ora repasa entre el sobrecogimiento y la incredulidad las figuras, c¨®dices, animales disecados, plantas, estatuas y objetos que lucen detr¨¢s de las vitrinas del s¨®tano del Museo Lara de Ronda. Ya no aguanta m¨¢s y pregunta: -?Pero este grial es el c¨¢liz aut¨¦ntico en el que Cristo bebi¨® en la ?ltima Cena?.
Sonr¨ªe Marco Albioni, acostumbrado ya a que su exposici¨®n Brujer¨ªa: objetos ins¨®litos y fant¨¢sticas criaturas conmocione a los espectadores y les llene de interrogantes.
-Es s¨®lo una copa que lo representa, se?ora. El Santo Grial es un mito medieval y nadie sabe si esa copa existi¨® de veras.
Albioni y su hermano Sandro son dos italianos afincados en Espa?a desde hace 15 a?os que se dedican a realizar exposiciones o terrarios de animales vivos. Con esta muestra pretenden contar una historia a trav¨¦s de objetos fant¨¢sticos que supuestamente pertenecieron a un coleccionista italiano del siglo pasado, un tal se?or Alessandro, fascinado por el tema de la brujer¨ªa y el oscurantismo, las fuerzas de la naturaleza, el poder de las p¨®cimas y la lucha secular entre la Iglesia cat¨®lica oficial y los an¨®nimos portadores de saberes milenarios populares.
"Nosotros no aclaramos qu¨¦ es real y qu¨¦ es ficci¨®n", reconoce Albioni, quien asegura que muchas piezas pertenecieron al tal Alessandro y han sido restauradas o sustituidas por otras similares para completar el recorrido expositivo de esta muestra que podr¨¢ visitarse en Ronda hasta el mes de junio. En la exposici¨®n hay casi 500 objetos y textos protegidos por vitrinas. Sostiene Albioni que Alessandro se inici¨® en los secretos de la brujer¨ªa a trav¨¦s de seis personajes -brujas o no- reales. De ellos se ofrecen los retratos a l¨¢piz guardados en los te¨®ricos diarios del coleccionista.
As¨ª se habla de un vendedor ambulante de fant¨¢sticos animales disecados con los que se excitaba la imaginaci¨®n popular en los siglos pasados, asegurando que se trataba de monstruos que exist¨ªan en el Nuevo Mundo. Tar¨¢ntulas con cabeza de murci¨¦lago, lagartos alados o basiliscos de apariencia terrible son los legados de aquel comerciante de delirios. Luego aparecen las brujas Gena, Eleanor y Castigliona, el se?or Andreu y la monja Rosemarie. Cada uno de ellos inici¨® a Alessandro en diversos secretos: los del sexo, las p¨®cimas afrodis¨ªacas y alucin¨®genas, en el mundo sat¨¢nico, en el de los duendes o en los horrores de la Inquisici¨®n.
Se repasan en las vitrinas botes repletos de plantas m¨¢gicas, sapos disecados, sirenas embalsamadas de incre¨ªble realismo, en¨¦simos clavos de la cruz de Cristo, libros de conjuros, penes voladores llamados oseles por la imaginer¨ªa popular italiana, ingenios holandeses de principios de siglo que serv¨ªan de consoladores a las damas solitarias o fetos de mono en formol que pasaron como duendes de bosques c¨¦lticos.
De repente, ese mundo fascinante se revela ingenuo. All¨ª esperan al visitante las piezas que leg¨® la monja Rosemarie. Su colecci¨®n de objetos de tortura de la Inquisici¨®n, ¨¦stos absolutamente reales, muestra d¨®nde resid¨ªa el horror en aquella lucha entre el bien y el mal. Albioni recuerda: "La Iglesia acaba de pedir perd¨®n por esta salvajada. ?T¨² no crees que si a una mujer se le torturaba con estos potros acabar¨ªa confesando que se acostaba con el demonio?". La se?ora de antes, vuelve:
-"Mire, pero la sirena s¨ª es de verdad, ?no?".
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