La plaga de las adicciones sociales
Cada vez son m¨¢s los adictos sociales al alimento, el sexo, el juego, la compra, la televisi¨®n, Internet y el trabajo. Aunque todos estos elementos constituyen parte de la salsa de la vida, su poder adictivo es capaz de enganchar al consumidor o usuario que abusa de alguno de ellos o que se halla instalado en una situaci¨®n vulnerable, definida por la baja autoestima, la soledad, el estr¨¦s, el vac¨ªo existencial o la depresi¨®n.La agrupaci¨®n de las adicciones sociales o adicciones en las que no hay sustancia qu¨ªmica presente se ha extendido como una mortificante plaga en los ¨²ltimos lustros, hasta el punto de constituir en estos momentos una de las formas de enfermedad m¨¢s representativas de la psicopatolog¨ªa de la posmodernidad.
Al ser hoy los individuos seres m¨¢s programados por los otros que por ellos mismos y estar sujetos a una textura antropol¨®gica en trance de transformaci¨®n acelerada, se han vuelto m¨¢s perentorias las exigencias de disfrutar momentos de libre relajaci¨®n, y con ello se ha acrecentado la facilidad para quedar apresados por la distracci¨®n placentera o para permanecer absorbidos por la entrega monovalente y desproporcionada a la actividad laboral, la llamada adicci¨®n al trabajo.
La matriz patol¨®gica com¨²n a las adicciones qu¨ªmicas y sociales consiste en un gigantesco impulso que, alentado por la voluntad involuntaria, se impone a la libertad del sujeto.
El fallo se produce en la libertad de acci¨®n, entendida, desde la obra del fil¨®sofo empirista ingl¨¦s Hume, como el poder de actuar o de no actuar de acuerdo con las determinaciones de la voluntad del individuo. De esta suerte, un deseo incontrolable o incontenible se realiza en forma de acto impulsivo, al no contar con la capacidad del sujeto para impedirlo. Por ello, las adicciones est¨¢n consideradas como un trastorno de los impulsos y con frecuencia tienden crearse asociaciones m¨²ltiples entre ellas, incluso entre las qu¨ªmicas y las sociales.
Al entregarse a su objeto preferido, el socioadicto se siente profundamente gratificado no s¨®lo en la vertiente personal, sino tambi¨¦n en el sustrato biol¨®gico mediante una descarga de dopamina, la mol¨¦cula de la recompensa. Salvo el frenes¨ª vivido en este momento, el mundo del enfermo adicto es un verdadero tormento, que se inicia con la tensa preocupaci¨®n por aproximarse al objeto y contin¨²a con la desesperada lucha por vencer las resistencias internas y externas para alcanzar el objetivo, con el sufrimiento som¨¢tico y ps¨ªquico dimanado de la abstinencia, con la reacci¨®n de su autoculpabilidad suscitada por el disfrute y con la progresiva acumulaci¨®n de consecuencias negativas, tales como el abandono de las obligaciones socioprofesionales y familiares.
Si el adicto no ha construido ya su adicci¨®n sobre un estado depresivo, tiende a volverse depresivo en el curso del proceso adictivo. Tama?a pir¨¢mide de desventuras sanitarias y sociales culmina en ocasiones en un acto suicida.
A la manera de enfermedades invisibles, las adicciones sociales pasan largo tiempo inadvertidas por el entorno del paciente. El propio enfermo suele escudarse en negar su condici¨®n de tal. Una vez superado este grave escollo inicial, la estrategia terap¨¦utica, distribuida entre medicamentos restauradores del equilibrio neuroqu¨ªmico, la psicoterapia comprensiva y conductual y la reorganizaci¨®n del estilo de vida, viene obteniendo resultados muy satisfactorios.
Cada adicto recuperado supone la eliminaci¨®n de un foco m¨®rbido, dado que se trata de un padecimiento que puede de transmitirse por contagio interpersonal a trav¨¦s de mecanismos ps¨ªquicos como el mimetismo y la identificaci¨®n.
La ¨²ltima ola epid¨¦mica de las conductas adictivas no qu¨ªmicas emerge de Internet. La capacidad adict¨®gena de la nueva red virtual cristaliza en la figura de la ciberadicci¨®n, especie de puente entre las adicciones al trabajo y al juego.
Internet opera, adem¨¢s, como un nudo de enganches, al servir de veh¨ªculo para otras actividades adictivas, como el consumo, el juego de azar, el videojuego, la pornograf¨ªa o el tel¨¦fono er¨®tico. Todos los socioadictos comparten en cierto modo la imagen del lud¨®pata postulada por Antonio Machado: "S¨®lo se anima ante el azar prohibido/ sobre el verde tapete reclinado".
Francisco Alonso-Fern¨¢ndez es presidente de la Asociaci¨®n Europea de Psiquiatr¨ªa Social y autor del libro Las otras drogas.
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