Canales, m¨¢s Canales que nunca
Se estren¨® al fin, en Jerez, esta Cenicienta que el a?o pasado naci¨® con pol¨¦mica cuando Sara Baras se ech¨® atr¨¢s casi en las v¨ªsperas y entre ella y Canales se cruzaron algunos reproches.No s¨¦ si con Baras la obra hubiera cambiado mucho. La que hemos visto ahora lleva claro el sello de Canales. Es grandilocuente, pretenciosa, excesiva. Hay medios de producci¨®n abundantes y un gran despliegue escenogr¨¢fico, que van parejos con la penuria de ideas para resolver los problemas que el desarrollo va haciendo presentes: el cambio de vestido de Cenicienta se plantea en torno a un armarito cutre que se sit¨²a en el escenario porque s¨ª, la p¨¦rdida del zapato se resuelve en una refriega confusa que m¨¢s parece un revolc¨®n, se recurre abusivamente a los parlamentos...
La Cenicienta Ballet de Antonio Canales, con Cristina G¨®mez, Juan de Juan y grupo de baile; Jos¨¦ Jim¨¦nez, Viej¨ªn, Ram¨®n Jim¨¦nez, David Cerreduela, Iv¨¢n Losada y David Jim¨¦nez (guitarras); Guadiana y Montse Cort¨¦s (cante)
Teatro Villamarta, Jerez, 1 de mayo.
Canales ha creado una Cenicienta de zapatilla y tac¨®n, pero su int¨¦rprete, Cristina G¨®mez, no brilla ni como bailarina bolera ni como bailaora. ?ste es otro de los problemas acuciantes en espect¨¢culos levantados en torno a un artista de notable atractivo popular: los segundos no est¨¢n a su altura, y ese punto d¨¦bil se ve constantemente en escena. ?Qu¨¦ hace en este espect¨¢culo, por ejemplo, Mar¨ªa la Coneja moviendo el bajo vientre como lo har¨ªa en la zambra granadina? Juan de Juan, el segundo bailar¨ªn, es un Pr¨ªncipe saltar¨ªn y que hace la ametralladora a velocidad de v¨¦rtigo, pero ?es as¨ª el baile flamenco de verdad?
Canales crea para ¨¦l un papel de Brujo que le da mucho juego. La oportunidad, tambi¨¦n, para los excesos, que tanto le gustan y a los que se entrega con verdadera fruici¨®n, desde sus t¨²nicas y atuendos hasta esa forma de bailar repetitiva y machacona que est¨¢ creando escuela. Es claro que a quien le guste Canales lo va a pasar en grande, porque cuando se entrega al baile lo hace en cuerpo y alma, con un entusiasmo que ratifica lo que le hemos visto en ocasiones anteriores, quiz¨¢ recrecido hasta la saturaci¨®n. Un baile que tiene sus puntos de valor y belleza, desde luego, pero con frecuencia se nos antoja cargante en demas¨ªa.
En el baile de Canales, de los secundarios o de los grupos no encontramos ni siquiera alg¨²n atisbo de novedad. Y cuando puede haberlo es inoportuno o fuera de contexto. Me estoy refiriendo a los movimientos robotizados, a los pasos de danza contempor¨¢nea que se quedan en evoluciones de la llamada expresi¨®n corporal. Ya visto, es lo que se nos ocurre pensar al final del espect¨¢culo, aunque se nos d¨¦ en un envoltorio distinto, con muchos efectos luminosos, humo a voluntad, trajes vistosos y lentejuelas y brillos por todas partes. Pero si pretendemos llegar a algo que de verdad tenga un contenido, s¨®lo tocamos el vac¨ªo.
Y en cuanto a la manera de contar la historia de La Cenicienta, ya lo hemos dicho: pobreza de ideas, recursos t¨®picos y convencionales, falta de imaginaci¨®n. Falta, en definitiva, de esa magia imprescindible que nos regala la fantas¨ªa necesaria para hacernos creer una historia que se nos cuenta bailada. En resumen, Canales, m¨¢s Canales que nunca.
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