Agua de Vichy.
La V Rep¨²blica Francesa ha reconocido la participaci¨®n del Estado franc¨¦s, representado por el Gobierno de Vichy, en la persecuci¨®n y en el expolio de la comunidad jud¨ªa durante la vigencia del Gobierno de Petain, y ese hecho ha sido celebrado como un motivo de satisfacci¨®n no s¨®lo por la comunidad jud¨ªa de Francia, sino por todos los dem¨®cratas que han mantenido desde siempre la necesidad de que la conciencia colectiva francesa hiciera sus cuentas con su pasado, superando una p¨¢gina de su historia en la que sus m¨¢s altas instituciones traicionaron lo mejor de la tradici¨®n pol¨ªtica francesa: su vinculaci¨®n a la Declaraci¨®n de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.Esa traici¨®n no se explica simplemente por el resultado de la derrota militar sufrida en la dr?le de guerre de 1939-1940, sino que echa sus ra¨ªces en el propio pensamiento antidemocr¨¢tico franc¨¦s, que tiene tras de s¨ª una importante estela de intelectuales y hombres p¨²blicos y que encontr¨® su chivo expiatorio en el juicio p¨²blico a Charles Maurras despu¨¦s de la derrota de Vichy. Seg¨²n ese pensamiento reaccionario, el verdadero enemigo de la Francia eterna no era tanto la Alemania de Hitler como Gran Breta?a y las democracias de allende el Atl¨¢ntico, y el ¨¦xito militar del nacionalsocialismo era visto como un momento favorable para rectificar la tradici¨®n pol¨ªtica francesa representada en el lema Libert¨¦, Egalit¨¦, Fraternit¨¦, y sustituirlo por el de Patria, Propiedad y Familia. La ignominia que signific¨® ese periodo ha llegado a conocerse con el paso de los a?os y es ahora que se pueden reconocer abiertamente en Francia las ra¨ªces de un antisemitismo que hizo que tantos franceses colaboraran en el sacrificio de sus conciudadanos jud¨ªos.
La tragedia de nuestra guerra civil tiene sus propias coordenadas hist¨®ricas que no permiten comparaciones mec¨¢nicas, pero no se puede desconocer la sinton¨ªa ideol¨®gica entre Vichy y el r¨¦gimen nacionalsindicalista de Franco. Petain fue embajador de Francia ante el Gobierno de Burgos y colabor¨® muy entusi¨¢sticamente en la entrega de algunos ilustres refugiados espa?oles a las autoridades franquistas, lo que conllev¨® su fusilamiento. Entre ellos, quiz¨¢ el m¨¢s conocido, Llu¨ªs Companys.
La masoner¨ªa jug¨® en el imaginario de la propaganda franquista el mismo papel fantasmag¨®rico y tremebundo que el antisemitismo jug¨® en la ret¨®rica de Vichy, y no es casualidad que en la jerga del franquismo se acu?ara la famosa expresi¨®n del contubernio judeomas¨®nico como muletilla para explicar cualquier contrariedad a los deseos del dictador. Los s¨®lidos estudios del profesor Jos¨¦ Antonio Ferrer Benimeli y del Centro de Estudios que dirige en la Universidad de Zaragoza han acreditado de una manera objetiva y documentada la sistem¨¢tica denigraci¨®n, la persecuci¨®n personal y el expolio material a que fueron sometidos los masones y la masoner¨ªa durante la guerra civil y durante la dictadura, con una sa?a que s¨®lo es explicable por la paranoica asociaci¨®n que en la mentalidad franquista representaba la masoner¨ªa como ep¨ªtome de todas las tradiciones heterodoxas, modernizadoras y democr¨¢ticas en Espa?a y con lo que eso significaba de desaf¨ªo a la Espa?a imperial y contrarreformista con la que so?aba el franquismo.
La Constituci¨®n de 1978 y la Monarqu¨ªa parlamentaria nacida de ese momento hist¨®rico han supuesto una profunda reconciliaci¨®n de los diferentes veneros que conforman nuestra tradici¨®n colectiva, no s¨®lo en lo politico, sino tambi¨¦n en lo cultural, lo religioso y lo social. La Espa?a de este a?o 2000, aun y con todos los problemas que nos preocupan, es una sociedad estructurada, din¨¢mica, econ¨®micamente competente, democr¨¢tica, que goza de un nivel de libertades pol¨ªticas que ha sido raro en nuestro pasado y que se ha liberado de muchos de sus demonios familiares. A pesar de ello, y en un tiempo como ¨¦ste, en el que hasta la Iglesia cat¨®lico-romana ha reconocido sus culpas como instituci¨®n y todos los Estados de la Uni¨®n Europea han hecho cuentas con su pasado, todav¨ªa nosotros tenemos un deber pendiente en este punto. De entre todas las minor¨ªas que fueron perseguidas y expoliadas durante la dictadura, s¨®lo la masoner¨ªa ha quedado excluida de toda reparaci¨®n y reconocimiento. Quiz¨¢ ha podido influir en ello que la masoner¨ªa, como tradici¨®n intelectual y moral, no es por s¨ª misma un movimiento pol¨ªtico y no se ha beneficiado por ello de la prioridad por reconstruir nuestro tejido pol¨ªtico a la que, como es l¨®gico, se han dedicado nuestros pol¨ªticos. Por otro lado, se ha asociado de una manera a mi juicio superficial a la masoner¨ªa con una especie de tertulia de republicanos nost¨¢lgicos, con lo que se la ha incluido entre los fen¨®menos sociales definitivamente superados por la historia, lo cual, desde nuestro modesto punto de vista, est¨¢ muy lejos de la verdad, ya que la masoner¨ªa no practica un entendimiento partidario de lo pol¨ªtico ni se resume en unos valores pol¨ªticos, sino que, salvando su adhesi¨®n a la democracia como forma superior de convivencia pol¨ªtica, pretende algo m¨¢s profundo y complejo.
La masoner¨ªa recuerda con afecto y admiraci¨®n a todos, no s¨®lo a los masones, que se comprometieron en la defensa de la legalidad republicana porque en esa memoria se encierra su deber de lealtad con los valores de libertad a los que la masoner¨ªa est¨¢ indisolublemente unida, pero no hace de ese deber moral un acto de militancia pol¨ªtica, sino que practica, por el contrario, su particular sociabilidad en las logias, propiciando la mediaci¨®n emocional e intelectual entre hombres y mujeres de todos los horizontes religiosos y pol¨ªticos que est¨¢n dispuestos a respetar la verdad de los otros y la libertad de cada uno para construir su propio proyecto de humanidad.
A pesar de algunas declaraciones en este sentido realizadas por D. Tom¨¢s Sarobe (GLE), la masoner¨ªa espa?ola en su conjunto no pretende tampoco una operaci¨®n de reparaci¨®n en t¨¦rminos esencialmente dinerarios, sino sobre todo una reparaci¨®n moral que reintegre a la masoner¨ªa su sitio en el conjunto de la sociedad espa?ola y luego, eso s¨ª, una posibilidad para todas las asociaciones mas¨®nicas de uso y disfrute de aquellos inmuebles y locales que le puedan permitir realizar ese trabajo de reflexi¨®n y socializaci¨®n que le es propio y que la guerra civil y la dictadura interrumpieron por los medios violentos y antijur¨ªdicos que todos conocemos.
Los masones, hombres y mujeres de este tiempo, que pretendemos, no siempre con ¨¦xito, desde luego, mantener viva, seg¨²n un m¨¦todo tradicional y simb¨®lico, una pedagog¨ªa individual y colectiva que se define entre nosotros por los valores de libertad, igualdad y fraternidad, no deseamos nada que no sea justo y razonable. Es el momento de que esta pretensi¨®n sea conocida por nuestros conciudadanos.
Javier Otaola es presidente de la Gran Logia Simb¨®lica Espa?ola-Gran Oriente Espa?ol Unido.
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