Acuerdo de base
En la guerra de papel declarada por ETA al PNV, una cosa es clara: ETA, PNV y EA, "con la intenci¨®n de abordar una nueva etapa en el conflicto con Espa?a", firmaron en agosto de 1998 lo que en el Documento A, publicado por Gara, se define como "acuerdo de base". Seg¨²n dice textualmente este documento, sellado en debida forma por las tres partes, los firmantes del Acuerdo asumen el compromiso de dar pasos efectivos para la creaci¨®n de una instituci¨®n ¨²nica y soberana; llegar a acuerdos puntuales y de largo plazo con las fuerzas favorables a la construcci¨®n de Euskal Herria y abandonar todos los acuerdos que ten¨ªan con las otras fuerzas cuyo objetivo es la destrucci¨®n de Euskal Herria (PP y PSOE). Uno de los firmantes, ETA, se compromet¨ªa a proclamar un alto el fuego indefinido.A pesar de que Joseba Egibar neg¨® por tres veces en una entrevista (EL PA?S, 4 de octubre de 1998) haberse reunido "con ning¨²n dirigente de ETA", lo cierto es que PNV y EA firmaron con ETA ese documento, al que a?adieron una "Propuesta para el desarrollo del acuerdo". PNV y EA propon¨ªan mantener conversaciones sobre estrategia, intenciones, pasos, medidas y ritmos; se reservaban la posibilidad de encontrar f¨®rmulas de gobernabilidad con otras fuerzas; afirmaban que el alto el fuego indefinido supon¨ªa el respeto a los derechos humanos individuales y pretend¨ªan que "los firmantes se comprometieran a no hacer p¨²blico el contenido de este acuerdo, sin acuerdo expreso de las tres partes". Hay todav¨ªa un Documento C, firmado en exclusiva por el PNV, que no a?ade nada, excepto una m¨¢s torpe sintaxis, al Documento B.
?stos son los tres documentos firmados por el PNV en agosto de 1998. De ellos naci¨® el Pacto de Estella, la exclusi¨®n de pactos de Gobierno con los socialistas, la creaci¨®n de la Asamblea de Electos. Fueron meses de entusiasmo entre los dirigentes del PNV, de seguridad en la pol¨ªtica emprendida, de autocomplacencia por los pasos de gigante dados hacia la paz. Tan convencidos estaban de que ETA cumplir¨ªa el compromiso de no publicar el acuerdo y de que el desistimiento de matar era irreversible, que el mismo Egibar afirm¨® entonces, expresa y enf¨¢ticamente, primero, que "no hab¨ªa nada firmado con ETA" y, segundo, que "si ETA volviera a matar no habr¨ªa ninguna actuaci¨®n pol¨ªtica conjunta m¨¢s" con HB.
El entusiasmo de la direcci¨®n del PNV respond¨ªa a la convicci¨®n, expresada por Arzalluz, de que HB se situar¨ªa como segundo partido de Euskadi desde las inminentes elecciones auton¨®micas. Toda la estrategia elaborada por el PNV desde el asesinato de Miguel ?ngel Blanco part¨ªa de ese supuesto: si ETA dejaba de matar, PNV y HB (o su marca electoral EH), present¨¢ndose como art¨ªfices de ese logro hist¨®rico, barrer¨ªan al PSOE y al PP de la vida pol¨ªtica vasca y podr¨ªan avanzar hacia un horizonte soberanista. Era una apuesta arriesgada por lo que ten¨ªa de cesi¨®n, pero plausible por lo que ten¨ªa de expectativa: un pa¨ªs aliviado por el fin del terror se encaminar¨ªa masivamente a votar a los gestores de la paz.
Si plausible como expectativa, esa pol¨ªtica ha resultado un fracaso en la pr¨¢ctica: los ciudadanos vascos han seguido votando m¨¢s o menos como siempre, y ETA, en consecuencia, ha vuelto a matar. Para el caso de que esto sucediera, los dirigentes del PNV amenazaron con la ruptura de todos los compromisos con HB y hasta llegaron a anunciar que se retirar¨ªan de la direcci¨®n de su partido. Por supuesto, no han cumplido su palabra: siguen afirmando la validez del Pacto de Lizarra y siguen sin presentar su anunciada dimisi¨®n. Bien, est¨¢n en su derecho. Si su partido no les exige responsabilidades por el fracaso de la pol¨ªtica derivada del "acuerdo de base" con ETA, all¨¢ ellos. Pero s¨ª cabe exigir a pol¨ªticos tan gallardos que no abominen de aquella "paz de los valientes" que con tantas ¨ªnfulas proclamaron y no nos vengan ahora con esa pamplina de la prueba del algod¨®n de que jam¨¢s, jam¨¢s, firmaron ning¨²n acuerdo con ETA.
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