Retorno de la hija del padrino
El viernes, d¨ªa que estrenaron Las v¨ªrgenes suicidas, su primera pel¨ªcula, el suplemento Tentaciones de este peri¨®dico public¨® un ¨¢gil y sin embargo nada liviano, sino denso e intenso, reportaje sobre Sof¨ªa Coppola. Lo firma Suzie Mackenzie, de quien no he le¨ªdo ninguna otra cosa, pero ¨¦sta que nos da ahora es uno de esos rincones del periodismo donde a uno le gustar¨ªa cobijarse, porque su sencillez es compleja y est¨¢ llena hasta los topes de verdad. Leyendo su di¨¢fana incursi¨®n detr¨¢s de los ojos oscuros de la joven cineasta, una novata de 28 a?os, sent¨ª que se confirmaban en mi memoria viejas y ya amarillentas conjeturas (que en su tiempo se asomaron t¨ªmidamente al papel impreso, pero que ahora afloran con la euforia de la resurrecci¨®n) sobre el enigma que flota alrededor de la presencia de Sof¨ªa, cuando ten¨ªa 12 a?os menos y era una chiquilla, en la tercera parte de la saga de El padrino, impuesta (aparentemente de forma inexplicable, pero en realidad en un acto de extrema y dolorida cordura) por su padre, Francis Coppola, alma de este inmenso monumento art¨ªstico.Sof¨ªa bordea continuamente, en el delicado y elegante murmullo de vida que alimenta el tejido formal de su pel¨ªcula, el abismo de la muerte prematura. No es la primera vez que esta inteligente mujer acaricia el brocal del gran pozo sin fondo, ya lo hizo en la parte de El padrino en que ella acat¨® la, a primera vista loca pero en realidad infinitamente cuerda, decisi¨®n de su padre de que (tras el plant¨®n definitivo de Winona Ryder) fuese ella, su propia hija, quien diese cuerpo a la muerte, en la erizada y explosiva compresi¨®n tr¨¢gica de la escena de la escalinata de la Opera de Palermo, de la hija del padrino Corleone. No hab¨ªa para Francis Coppola otra manera de domesticar y hacer enteramente suyo aquel desmedido esfuerzo imaginativo que sembrando en ¨¦l, como barrera de contenci¨®n, el espanto ¨ªntimo de la mordedura de la muerte, ocurrida poco antes, de su hijo Gio.
La insensata exigencia de Coppola de que Sof¨ªa, sin forja como int¨¦rprete y con el fardo de su pobre fotogenia, diera cuerpo metaf¨®rico a su hermano muerto da?¨® al filme y la da?¨® a ella, pues como era previsible recibi¨® cr¨ªticas duras, incluso crueles, por quienes no entendieron que aquella insensatez era en realidad un gesto necesario, inesquivable para que Francis Coppola se adue?ara autoralmente no s¨®lo de El padrino III, sino retrospectivamente de la totalidad de la saga, que as¨ª se escora (como todo el gran cine de Coppola, desde La conversaci¨®n a Apocalypse now) hacia el borde de la autobiograf¨ªa emocional y propone una nueva disposici¨®n de su l¨®gica po¨¦tica y, por ello, experimenta un giro profundo en su estructura formal. Apoyados en Mackenzie, que habl¨® a fondo del asunto con su hija, sabemos que lo que Coppola necesitaba era precisamente que Sof¨ªa no supiese actuar. Ella, revela la periodista, se convirti¨® para ¨¦l en un puente entre ficci¨®n y realidad. Era Sof¨ªa, y s¨®lo ella, el ¨²nico rostro que pod¨ªa proporcionar un final a aquel, ya ingobernable, sesgo tr¨¢gico que hab¨ªa tomado en esta vertiginosa zona final el destino del padrino padre. En el grito silencioso de Al Pacino estamos oyendo, con el o¨ªdo de Mackenzie, el peor de los dolores, el causado por la muerte de un hijo. Y Coppola quer¨ªa (en rigor necesitaba) una representaci¨®n literal de ese padecimiento, que ¨¦l conoc¨ªa a fondo y sab¨ªa que no admit¨ªa la presencia de una actriz profesional que, por bien que hiciese su tarea, ser¨ªa inevitablemente una intrusa.
Pero la chiquilla que acat¨® la decisi¨®n del padre de convertirla en medium de la sombra errante de su hermano muerto, tiene ahora, hecha mujer, su propia forma de apagar la g¨¦lida hoguera del dolor absoluto que se esconde detras del grito no menos absoluto de Corleone-Coppola cuando ella muere en la inmensa escena de la escalinata de Palermo. Suzie Mackezie lo cuenta as¨ª de bien en su reportaje: "Es imposible no considerar a Las v¨ªrgenes suicidas como su propia respuesta a la muerte de su hermano Gio, aunque la pel¨ªcula no se preste a los paralelismos. Como hacen los chicos de la pel¨ªcula, Sof¨ªa se aparta de la muerte e intenta como ellos convertirla en vida". Convertir la muerte en vida. La tarea del poeta. Lo que hizo a trav¨¦s de ella, con sombras m¨¢s amargas y cadencias de horror m¨¢s doloridas, su padre.
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