Emocionante certeza
Con motivo del inminente cambio de siglo, una revista especializada estadounidense promov¨ªa hace poco una encuesta entre m¨²sicos para seleccionar al artista m¨¢s importante de la historia del jazz. Por supuesto, los Armstrong, Ellington, Parker y Davis ganaban por abrumadora mayor¨ªa, pero hab¨ªa alguien que se descolgaba de la t¨®nica general designando a la olvidada Mary Lou Williams, una exquisita rareza femenina en tiempos de rudos pioneros. Ese voto solitario ten¨ªa que provenir de un m¨²sico acostumbrado a hacer segundas lecturas de lo admitido por la mayor¨ªa y a asomarse al borde del horizonte en busca de metas cada vez m¨¢s desafiantes. Ese oteador infatigable era Dave Douglas. Para el trompetista estadounidense, Mary Lou Williams lo ten¨ªa todo: fue una pianista, compositora y arreglista de voz propia y profundamente espiritual, siempre atenta para incorporar a su lenguaje los sucesivos avances del jazz. Virtudes similares a las que el propio Douglas est¨¢ en v¨ªas de alcanzar a trav¨¦s de los diferentes frentes est¨¦ticos que mantiene abiertos. El sexteto que destina a glosar la obra de nombres ilustres, en este caso la de Williams, fue el elegido para visitar Madrid. Al final de la sesi¨®n se hab¨ªa ganado un lugar en la repleta memoria del San Juan Evangelista.
Dave Douglas Sextet Dave Douglas (trompeta), Greg Tardy (saxo tenor y clarinete), Joshua Roseman (tromb¨®n), Uri Caine (piano), James Genus (contrabajo) y Ben Perowsky (bater¨ªa)
Colegio Mayor Universitario San Juan Evangelista. Madrid, 6 de mayo.
El grupo bas¨® el concierto en piezas originales de su director y en composiciones de Williams, como Aries, Mary's idea y Waltz boogie. Seg¨²n llegaba, cada t¨ªtulo ocupaba su sitio dentro de un continuo tachonado de ideas chispeantes y fecundas. El aplomo colectivo no afectaba a la autonom¨ªa individual y el sexteto parec¨ªa una legi¨®n romana cuando funcionaba en bloque y un comando suicida cuando sus integrantes se expresaban individualmente. Como si alguien les hubiera dicho que iba a ser el ¨²ltimo concierto de su vida, se dispusieron a convertir la incertidumbre del riesgo en emocionante certeza. Estaban en racha: cada comp¨¢s les descubr¨ªa un nido de mirlos blancos.
El bater¨ªa Ben Perowsky resolvi¨® complejos quebrados r¨ªtmicos con c¨¢lculos de poeta y las enormes manos del contrabajista James Genus, capaces de dejar en sombra a media China, proporcionaron sustento vigoroso a la l¨ªnea de vientos. En ella, el saxofonista Greg Tardy, hizo solos de abrasador refinamiento y Joshua Roseman desliz¨® las varas de su tromb¨®n con sobriedad exultante. Tambi¨¦n Uri Caine contribuy¨® con sugerentes compendios de erudici¨®n pian¨ªstica, mientras Douglas demostr¨® que es tan buen trompetista como compositor.
Babelia
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