El sevillano correcto y encendido de una bailaora
La Asociaci¨®n de la Prensa ha distinguido a Cristina Hoyos, en la Feria de Sevilla, con un clavel, uno de esos trofeos casi inmateriales, de tan pura belleza y significaci¨®n, entre los muchos premios que ya tiene y se merece esta bailaora comprometida. Comprometida con la justeza del baile y con la justicia social, hasta el punto de no haberle importado figurar a t¨ªtulo de honra y coraz¨®n en la candidatura de S¨¢nchez Monteseir¨ªn.?Qu¨¦ pedazo de consejala ser¨ªa, taconeando con su gracia ¨²nica por los dif¨ªciles territorios de la pol¨ªtica! Pero mejor que no, que siga haci¨¦ndolo por los Campos El¨ªseos de Par¨ªs, donde este veterano admirador suyo -supongo que se me nota- tuvo la suerte de contarle hasta 10 minutos de aplausos, como embajadora que fue del Pabell¨®n de Andaluc¨ªa, cuando aquello de la Expo, en las esferas m¨¢s exigentes del arte universal.
En un ratito de conversaci¨®n me dijo que hab¨ªa nacido en la caye V¨ªrhene n¨²mero onse, en el corral Trompero. Un enclave obrero y popular, metido como por milagro en un barrio de gente bien de Sevilla (los Laff¨®n, los Rojas-Marcos...), en aquella ciudad terriblemente clasista donde los ricos y los pobres coexist¨ªan por esos caprichos urbanos de la historia. En ese corral Cristina arranc¨® a bailar ella solita, siguiendo los impulsos sangu¨ªneos del padre, un buen afisionao al flamenco.
A mi padre le guhtaba mucho el cante, pon¨ªa mucho la radio, y yo bailaba solita en mi cuarto, acomplehada porque entonseh ten¨ªa muchah peca. Loh ni?oh me des¨ªan, mira ¨¦sa, toma er s¨® con un colad¨®. Y como me hab¨ªan dicho que hab¨ªa un bal¨¦ que la hente bailaba de puntiya, pueh yo me pon¨ªa mih alpargata y bailaba seviyanah de puntiya. Una infancia muy dura, cuatro hermanos, y algunas noches, n¨¢ de n¨¢. Yo fui al colehio San Isidoro, en la caye Mateoh Gago, m¨¢h conosido como Mes¨®n del Moro, un colehio de falanhihta... Ya sabeh.
Luego vinieron Galas Juveniles, aquellos festivales de cada domingo en el antiguo teatro San Fernando, que dirig¨ªa con tanta discreci¨®n como eficacia Cipriano G¨®mez, menudo y afable, parece que lo estoy viendo, en su agencia informal de la C¨¢mara de la Propiedad, donde trabajaba. Y luego, c¨®mo no, Adelita Domingo y Enrique el Cojo, que se merec¨ªan el Oscar divino del flamenco, si lo hubiera.
En lo tocante a ese sevillano correcto y encendido de la Hoyos, no recuerdo as¨ª que me lo hayan afeao nunca. Quis¨¢ en alg¨²n momento lo que s¨ª han querido imit¨¢ mi forma de habl¨¢. Pero claro, cuando yegu¨¦ a Madr¨ª, al poco tiempo, quierah que no, se te pega un poquiyo... Ten en cuenta que yo ehtuve mucho tiempo con Gade, y el bal¨¦ de Gade eh de Madr¨ª. Pero en cuanto ven¨ªa a Seviya, volv¨ªa a Madr¨ª resiclada. Yo e notao que mi abla a guhtao, sobre todo cuando voy a Sudam¨¦rica, lo mihmo que a nosotroh noh guhta esa dulsura de loh colombiano, y cuando e ido a Cuba pueh lo mihmo. Yo eh que me quedo embob¨¢, ser¨¢ que lo tenemoh tan serquita.
Embobao se queda uno escuchando a Cristina Hoyos.
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