Preciosista y hondo Pogorelich
Con asistencia de la reina Sof¨ªa, el pianista Pogorelich toc¨® con la Orquesta de Flandes, dirigida por Herreweghe, para el ciclo extraordinario de Juventudes Musicales Madrile?as. Esta formaci¨®n, creada en 1955, se titulaba Orquesta Filarm¨®nica de Anvers, y desde 1983 tom¨® el nombre de Flandes. Se trata de un instrumento de calidad considerable, muy disciplinado y tan d¨²ctil como expresivo. Se advirti¨® con claridad en la colaboraci¨®n con Pogorelich en el Concierto en fa menor, de Chopin.Este grand¨ªsimo pianista, que con frecuencia levanta pol¨¦micas como suele suceder a todo aquel que se resiste a seguir los caminos trillados y a repetir los modelos conocidos, nos depar¨® una versi¨®n literalmente singular del bello concierto chopiniano: preciosista y honda, cantabile y en¨¦rgica, tan atenta a destacar el caracter¨ªstico belpianismo del compositor polaco como a evidenciar mil detalles que tantas veces suelen relegarse a un segundo o tercer plano. Es m¨¢s, pienso que Pogorelich es un fidel¨ªsimo chopiniano y que su talento interpretativo tiene sus fuentes en el estudio del pianista Chopin. En el segundo movimiento -Larghetto-, tal y como lo ofreci¨® Pogorelich, se evocaba la fascinaci¨®n que le produjo a H¨¦ctor Berlioz cuando se lo escuch¨® a Chopin.
Ciclo de Juventudes Musicales Real Orquesta Filarm¨®nica de Flandes
Director: Ph. Herreweghe. Solista: I. Pogorelich. Obras de Chopin y Bruckner. Auditorio Nacional. Madrid, 10 de mayo.
Todo ello en una uni¨®n id¨®nea del gran virtuosismo y la m¨¢xima exigencia estil¨ªstica tanto a la hora de cantar como a la de destacar, con refinada naturalidad, ritmos y acentos. Recordaremos siempre esta versi¨®n chopiniana de Ivo Pogorelich, acogida por la audiencia con prolongado entusiasmo, extensivo a la orquesta y a su director, el pluriforme Philippe Herreweghe.
El maestro de Gante es uno de los que han contribuido a la depuraci¨®n del repertorio musical del pasado en uni¨®n de los Huys, los Koopman, los Kuijken, los Leonhardt y tantos otros. Desde hace unos a?os, Herreweghe no s¨®lo ha ampliado sus horizontes interpretativos con obras contempor¨¢neas (Gorli y su R¨¦quiem, Dusap¨ªn y su Medea), sino que, apoy¨¢ndose quiz¨¢ en su formaci¨®n organ¨ªstica, ha cedido a la tentaci¨®n Bruckner, del que program¨® esta vez la Sinfon¨ªa n? 4, Rom¨¢ntica.
La verdad es que se trata de dos autores bien lejanos: Chopin, su mundo de intimidades, su esbeltez formal, su l¨ªrica simplicidad, frente a un Bruckner directo y menos problem¨¢tico que en otras sinfon¨ªas, siempre dentro de un monumentalismo glorificante y reiterativo. Hubo claridad y brillantez, buen pulso y grandeza en la Rom¨¢ntica, pero no la necesaria temperatura, el mundo interior del maestro de Ansfelden. Todo ello dentro de unos niveles que justifican las largas ovaciones con las que el p¨²blico madrile?o recibi¨® y despidi¨® a la Filarm¨®nica de Flandes.
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