"?Ya podr¨¢n!"

Cuando en aquellos lejanos d¨ªas en los que ¨¦ramos ni?os, el grandull¨®n de la clase la emprend¨ªa a sopapos y empellones, en pleno recreo colegial, con el peque?ajo de la clase al que ten¨ªa man¨ªa, los dem¨¢s increp¨¢bamos al abus¨®n con gritos de "?ya podr¨¢s, ya podr¨¢s!". Era la manifestaci¨®n de la rabia por ver el abuso de la fuerza sobre la debilidad.Ese grito de "?ya podr¨¢s!" se echa hoy de menos en las plazas de toros, cuando un torero, al que por algo se le llama diestro, sale a abusar de su dominio y de su t¨¦cnica con un torete canijo y absolutamente falto de fuerzas. Ese grito, naturalmente, se ech¨® ayer de menos en los tendidos del coso de Talavera. Por el contrario, cuando el matador, despu¨¦s de andar poco menos que a gorrazos con sus enemigos terminaba con ellos de cualquier manera (y cualquier manera es, por ejemplo, un bajonazo) el p¨²blico se volv¨ªa al palco presidencial a exigir m¨¢s con el grito que con el pa?uelo, la oreja. Por lo visto, nadie hab¨ªa apreciado abuso de potencia por parte de los toreros.

Cuatro orejitas se repartieron los espadas de esta primera corrida de las programadas en honor de la patrona del pueblo. Cuatro orejitas conseguidas sin esfuerzo alguno, sobre todo la que Eugenio de Mora le cort¨® al sexto. Fue un toro al que ni siquiera picaron, porque estaba inv¨¢lido total. Con ¨¦l estuvo el toledano ligero, f¨¢cil y sin despeinarse. Los derechazos de siempre, cuando estaba el toro todav¨ªa en pie, y el bajonazo para asegurarse la puerta grande. Y a sentarse, r¨¢pidamente, en las cervicales del costalero.

Hab¨ªa estado mejor Eugenio en el tercero, con el que hizo el mejor toreo que se vio en la tarde. Los sac¨® a los medios con pases por alto, para evitarle los trompicones y luego lo tore¨®, entre ca¨ªda y ca¨ªda del animal, de modo templado y solemne. Estuvo el de Mora muy a gusto con el inv¨¢lido.

Finito tuvo dos bichejos absolutamente tullidos. Nada de lo que les hizo a ambos lleg¨® al p¨²blico. Acompa?¨® los viajes del primero, por el pit¨®n derecho, a media altura, sin obligarle para nada, porque no pod¨ªa ser. Con la izquierda, naturales que le salieron muy ensuciaditos.

Pas¨® al cuarto la mayor¨ªa de su tiempo por alto y como al final, al comprobar la buena clase de toro, se enton¨® un poco y le dio una raci¨®n de pico de muleta, le cort¨® la orejita.

El Cordob¨¦s tuvo la fortuna de que le correspondieran dos toros con algo m¨¢s de fuerza. Le dieron una vara a su primero y ni siquiera rozaron a su segundo. Con ellos hizo lo que sabe. Arrim¨®n, trallazos y sonrisas; arrim¨®n, trallazos y sonrisas. Pero, lo dicho: "?ya podr¨¢n!".