Los toros juerguistas
Dos toros saltaron al callej¨®n y los restantes galopaban abantos por el redondel buscando la escapatoria. De los toros que saltan al callej¨®n siempre se dijo que son mansos. Pero eso era antes. Hoy en d¨ªa, seg¨²n los taurinos y los aficionados de la nueva ola,los toros no son mansos ni bravos. Son buenos o malos, porque se dejan o no se dejan.De manera que si los toros saltan al callej¨®n no les cuenta nota mala ni nada; antes al contrario, son toros divertidos, que regocijan al personal y amenizan la lidia. Un servidor no desde?a la moci¨®n. Hay toros juerguistas que traen de la dehesa el cuerpo jota, y en cuanto ven una barrera se les alegran las pajaritas.
Es un resabio, naturalmente. Esos toros (presume este cura) al caer la noche est¨¢n en la dehesa ojo avizor, aguardando a que el amo se marche a cenar, y en cuanto lo ven desaparecer por el portal¨®n del caser¨ªo, saltan furtivos la cerca y se van de aventuras. Las aventuras, naturalmente,consisten en ligar con las vaquitas de la ganader¨ªa de al lado y, si ellas son consentidoras, las dan fiesta.
Arauz / Mora, Liria, D¨¢vila Cuatro toros de Arauz de Robles (ocho fueron rechazados en el reconocimiento), bien presentados, flojos -algunos, inv¨¢lidos-, mansos, manejables; 2? salt¨® al callej¨®n, y 4?, tres veces
De Hermanos Astolfi, bien presentados: 3? devuelto por inv¨¢lido, 5? a¨²n m¨¢s inv¨¢lido, manejable. Sobrero de Palomo Linares, con trap¨ªo, fuerte, manso. Juan Mora: pinchazo a paso banderillas, pinchazo -aviso-, nuevo pinchazo y se echa el toro (silencio); pinchazo y estocada atravesada que asoma (aplausos y salida al tercio). Pep¨ªn Liria: estocada ca¨ªda (petici¨®n minoritaria y vuelta con protestas); dos pinchazos baj¨ªsimos, pinchazo, media muy tendida, rueda de peones -aviso- y dos descabellos (silencio). D¨¢vila Miura: estocada perpendicular trasera y cuatro descabellos (palmas); aviso antes de matar, dos pinchazos bajos, pinchazo hondo y rueda de peones (aplausos). Plaza de Las Ventas, 18 de mayo. 9? corrida de abono. Lleno.
Estos toros vienen luego a Madrid y se creen que todo el monte es or¨¦gano. O sea, que tras la barrera de Las Ventas hay asunto, y corretean en su demanda, indiferentes a que gente de coleta los quieran capotear. Uno de los toros de Arauz de Robles, que hac¨ªa segundo, salt¨® la barrera una vez. Y el que hac¨ªa cuarto,tres. En la primera se qued¨® a medias. Le bascul¨® el corpach¨®n en el borde e igual que pudo caer para adelante, cay¨® para atr¨¢s y se peg¨® una culada en la arena. Pero no desisti¨® de su empe?o, y al minuto ya hab¨ªa alcanzado el callej¨®n; y vuelto al ruedo, volvi¨® a brincar, sembrando el p¨¢nico entre el gent¨ªo que siempre est¨¢ all¨ª no se sabe muy bien el motivo, salvo gritarles a los toreros "t¨®cale", "p¨®nsela", "amo a gustanno pepelu¨ª".
A los toros juerguistas no les debi¨® gustar esta vociferante, fea y b¨ªpeda variedad del reino animal y regresaron r¨¢pido al redondel. Las vaquitas son otra cosa; c¨®mo se van a comparar... Y, ya en el redondel, lo recorrieron trastabillantes si no era peg¨¢ndose costaladas. La antes ganader¨ªa de bravo, es evidente, est¨¢ muy consentida.
Juan Mora a los toros que le correspondieron les hizo el toreo. A ratos, enti¨¦ndase. Juan Mora lo mismo ci?e una ver¨®nica divina que mete un mantazo infernal. Tal cual suena y sin soluci¨®n de continuidad. Lo mismo templa el natural metamorfoseando en seda la pa?osa, que la convierte en el trapo de fregar. Juan Mora va del arte al desastre y as¨ª transcurrieron sus dos faenas, hondas ahora, crispadas despu¨¦s, en conjunto ca¨®ticas. Un poco de orden y de calma le falta a este veterano torero, que lo es de una pieza.
De brusquedades y sordideces tambi¨¦n sabe Pep¨ªn Liria. Y si se lo propone hasta es capaz de superarlas. Valiente y pundonoroso a toda prueba (pocos los habr¨¢ m¨¢s honrados), Pep¨ªn Liria se pas¨® cerca a sus toros, los fij¨® estupendamente a la ver¨®nica, porfi¨® pases con una indiferencia a la incertidumbre de las embestidas rayana en la temeridad. Ocurri¨®, sin embargo, que con cierta frecuencia sus toros -sobre todo el de Astolfi que hizo quinto- se arrancaban nobles y repetidores. Y entonces, lejos de ligarles los muletazos -que es lo suyo- rectificaba terrenos, volv¨ªa a empezar y planteaba la faena en la modalidad del unipase, que es un suced¨¢neo del arte de torear.
El arte no era patrimonio de ninguno de los tres diestros y la fiesta se resent¨ªa por ello. D¨¢vila Miura apenas pudo sacarle faena al tercer toro, que era uno de esos juerguistas pendientes de la barrera y continuamente se soltaba del enga?o para derivar a su arrimo.
El sexto, en cambio, ten¨ªa un buen embestir, preferentemente por el pit¨®n izquierdo, y D¨¢vila Miura, al apercibirse, plante¨® la faena por naturales. Hasta cinco tandas ejecut¨®, las primeras toscas, las restantes de mejor reuni¨®n. Es decir, que iban de menos a m¨¢s, y eso es lo bueno. De cualquier forma, y bien mirado, el z¨¦nit de lo bueno, en su versi¨®n, levantaba muy pocos palmos del suelo.
La fiesta es como la vida; que unas veces da pares, otras nones. Y eso sucedi¨®.
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