Sobrevivir sin manos en Freetown
ENVIADO ESPECIALCerca de 200 amputados de la guerra de Sierra Leona sobreviven en un gueto de chabolas pl¨¢sticas. Son los que tuvieron una brizna de suerte: siguen vivos. Se hacinan en el Sinan Fakwamu for Tumara, donde comparten escasez y ausencia de toda esperanza. La sociedad de la que surgen les rechaza, pues les consideran s¨ªmbolos de un horror que no desea rememorar, y su Gobierno, sin presupuesto para la paz, olvid¨® hace tiempo su existencia. Bojeh Kamara ya tiene 12 a?os. Le conoc¨ª a finales de enero de 1999, reci¨¦n herido, en un camastro del hospital de Netland. Hoy duerme en una habitaci¨®n de ocho metros cuadrados junto a Suleim¨¢n Sesay, de 17 a?os, uno de sus amigos, y otras seis personas. La guerrilla del Frente Revolucionario Unido (RUF, en sus siglas en ingl¨¦s) le seccion¨® con un machete la mano derecha; ahora acude a diario a la escuela de Sinan, de ocho a dos de la tarde, para aprender a escribir con la izquierda. "S¨¦ qui¨¦n lo hizo; un d¨ªa me lo encontr¨¦ en la calle, ¨¦l me ofreci¨® 2.000 leonas [200 pesetas] en compensaci¨®n, pero no quise coger el dinero".
Bojeh y Suleim¨¢n, a veces, acuden juntos a una salita de v¨ªdeo. No est¨¢ lejos de los lindes de este centro de amputados de Freetown. El precio de dos entradas es lo que el guerrillero ofrec¨ªa por la mano de Bojeh. "Nos encantan las pel¨ªculas de Rambo y Terminator", confiesa Suleim¨¢n, quien perdi¨® la mano izquierda. Les han entregado pr¨®tesis fabricadas en los talleres del gueto bajo la direcci¨®n de Handicap International. Est¨¢n colgadas en una pared pl¨¢stica de su chabola; se las colocan cuando necesitan usar las dos manos.
"Nos enfrentamos a un grave problema de rechazo social", asegura Pessima Kombah, responsable de Handicap en Sierra Leona. "Ellos, los amputados, representan el s¨ªmbolo de la violencia de este pa¨ªs, y no existe plan alguno para reintegrarlos en la sociedad". Las minas antipersona desarrollaron durante a?os la tecnolog¨ªa ortop¨¦dica de las piernas, pero las manos, algo m¨¢s atrasadas en los avances tecnol¨®gicos, son reemplazadas con los krukenberg, artilugios que finalizan en una pinza met¨¢lica. "Ese rechazo", a?ade Kombah, "se extiende a sus familias, que les ven como cangrejos".
Michel Saidu perdi¨® la mano izquierda de un hachazo en la ofensiva del RUF en 1999. Su operaci¨®n sin anestesia fue primera p¨¢gina en EL PA?S. Hoy, 16 meses despu¨¦s, vive en un rinc¨®n en Sinan. "Lo que m¨¢s me gustar¨ªa es disponer de una pr¨®tesis con cinco dedos". Saidu tiene 25 a?os y quiere estudiar Inform¨¢tica. "El RUF quem¨® mi casa; no tengo ad¨®nde ir, ni dinero para financiar unos estudios o empezar de nuevo".
Mohamed Sbah sufre el mismo problema. "La guerrilla mat¨® a mi mujer, destruy¨® mi vivienda y mi coche. Me dej¨® sin una mano y con seis hijos que atender. Fui marinero en los a?os setenta, y viaj¨¦ por Espa?a, conozco Bilbao, A Coru?a, Sevilla y Las Palmas, pero ya no puedo ser marinero. Tengo 51 a?os y quisiera montar un peque?o negocio, pero nadie me ayuda. ?Sabe usted la direcci¨®n del rey Carlos de Espa?a?".
Jean-Michel Piedagnel, jefe de la misi¨®n de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) y responsable de este centro de amputados, admite dificultades: "Hemos creado un gueto, lo s¨¦; esto iba a ser un campamento de tr¨¢nsito y se ha transformado en uno perenne y superpoblado, con 1.500 personas. Acabamos de terminar otro, con buenas instalaciones, en Hastings, a las afueras de la capital; pero tras el avance de la guerrilla, hace un par de semanas, nadie quiere ir hasta all¨ª. Tienen p¨¢nico a que todo vuelva a suceder. Hemos tirado 60.000 d¨®lares en el proyecto [m¨¢s de 10 millones de pesetas]".
Las ONG Handicap y MSF reconocen que el programa est¨¢ incompleto; no existen planes a largo plazo de ayuda a las v¨ªctimas del RUF para reintegrarlos en la sociedad. Los fondos disponibles se emplean en la comida y en el material importado para las pr¨®tesis; cada una cuesta 600 d¨®lares.
"De aqu¨ª no me puedo marchar", sostiene Saidu, "las condiciones de vida no son nada buenas, pero es lo ¨²nico que poseo". Abubakar Kargbu ha cumplido los 26 a?os. Los rebeldes le cortaron las dos manos porque se resisti¨® cuando le seccionaban la derecha con un hacha. En enero de 1999 le descubr¨ª en el hospital de Connaught tras su operaci¨®n. A su lado, consol¨¢ndole, estaba Arugientgu, su mujer, de 21 a?os, a punto de procrear. Dos semanas despu¨¦s de aquello, ella dio a luz a un ni?o. Abubakar estuvo cuatro meses en el hospital y dos en el estadio de Freetown cuando le dieron el alta; all¨ª, en ese estadio, es donde comenz¨® a compartir su desgracia con decenas de amputados y heridos de esta guerra.
"He tardado en aceptarme como estoy; sin las dos manos, sin futuro, sin nada. Me sostiene saber que tengo dos hijos". La esposa de Abubakar no acude al centro; es ¨¦l quien aprovecha toda oportunidad de transporte para viajar a casa de la madre de Arugientgu y pasar unas horas con ella. "Cuando en la radio dijeron que la guerrilla estaba otra vez a las puertas de Freetown, ella tuvo mucho miedo y vino a verme. Fue la ¨²nica vez".
El p¨¢nico. Gente condenada y destruida en un pa¨ªs donde la esperanza de vida se ha reducido de 39 a 38 a?os. En noviembre, tras el acuerdo de paz firmado en Lom¨¦, el teniente coronel Johnny Paul Koroma, aliado del RUF desde 1997 hasta hace unos meses y cuyos soldados tambi¨¦n cortaron manos, se present¨® en el centro para pedir perd¨®n a las v¨ªctimas. "La gente se puso hist¨¦rica, hubo estallidos de dolor, gritos y l¨¢grimas; le insultaron, pero al menos tuvo el coraje de venir", asegura una fuente que exige anonimato. Saidu cree que Koroma es sincero en su contrici¨®n, "pero a m¨ª no me va a devolver la mano".
El centro de amputados est¨¢ en el este de Freetown, en zona segura, lejos de las incursiones del RUF. Es una ladera que se embarra con las lluvias, donde las casas son chabolas de una habitaci¨®n. En el centro, las mujeres, tocadas con pa?uelos multicolores, se afanan en golpear con rabia la ropa enjabonada. Entre ellas est¨¢ Sia Soriebe, una hermosa chiquilla de 14 a?os y pelo crespo; es la novia de Bojeh Kamara. "Ella me gusta", musita este chico de 12 a?os, "pero no pienso casarme hasta que concluya los estudios de Medicina". Su inseparable amigo Suleim¨¢n, como cuando le conoc¨ª, hace 16 meses, postrado en el hospital de Netland, se mantiene testarudo en su idea de convertirse en camionero: "Tendr¨¦ cami¨®n propio y viajar¨¦ hasta Makeni". Sia se acerca t¨ªmida a Bojeh para unas fotograf¨ªas. Es un instante de chanza, de felicidad olvidada; todos les piden que se abracen y besen; como los novios m¨¢s adultos, ellos se hacen los remolones tratando de superar la verg¨¹enza.
El Gobierno de Sierra Leona ha prometido ayudas a los amputados, pero ¨¦stas, con la nueva guerra a pocos kil¨®metros de Freetown, no llegan; los d¨®lares se transformaron en fusiles. "Aqu¨ª todo el mundo viene a ver a esta gente", se queja el jefe de MSF, "es como Par¨ªs; all¨ª, los turistas acuden a la torre Eiffel; y aqu¨ª, en Freetown, la atracci¨®n son los mutilados".
Cerca de las mujeres que lavan se distingue la figura rota de Amara Binty. Tiene nueve a?os y le falta la pierna izquierda. Una bala se la revent¨® durante la ofensiva del RUF de enero de 1999 en el barrio de Kissy. Ella acude al colegio subvencionada por la iglesia luterana. Vive en el centro junto a su madre. Camina con una muleta y se afana en transportar agua a las mujeres que lavan. Quiere ser ¨²til, como todos los dem¨¢s en Sinan Fakwamu.
[Los rebeldes del RUF liberaron ayer a otros 54 cascos azules, con lo quedan retenidos casi 300 miembros de la ONU. De los liberados ayer, 42 son procedentes de Zambia, 10 son de Kenia (tres de ellos, heridos), y hay un malayo y un noruego. Fuentes de la ONU se?alaron ayer que hoy lunes pueden quedar en libertad m¨¢s cascos azules, informa Reuters.]
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