Problemas con los amigos y los Estados
A la oposici¨®n no le gustaba que el Gobierno entregase la gesti¨®n de las empresas privatizadas a sus amigos, y ahora a ¨¦ste le molesta que los Estados extranjeros entren en el capital de las empresas privadas. Se comprende el disgusto de oposici¨®n y Gobierno porque en ambos casos se abre la posibilidad de que las empresas se usen para fines distintos del servicio a los consumidores y a los accionistas. Es l¨®gica la desconfianza de unos y otros porque muchas de esas empresas no son normales, sino que disfrutan de privilegios monopol¨ªsticos.Se puede creer, pues, en las buenas intenciones que han llevado al Gobierno a obstaculizar la operaci¨®n Telef¨®nica-KPN (empresa participada por el Estado holand¨¦s) y a impedir la compra de Hidrocant¨¢brico por parte de una empresa el¨¦ctrica alemana en la que tiene una participaci¨®n minoritaria EDF, empresa estatal francesa. Pero el instrumento utilizado no es el adecuado. La posibilidad de usar mal el poder econ¨®mico no surge porque haya empresas p¨²blicas extranjeras o porque los gestores sean amigos, sino porque esas empresas disfrutan de privilegios monopol¨ªsticos. Por ello, el instrumento adecuado habr¨ªa sido el de desmonopolizar totalmente esos sectores para que los intereses de los consumidores y accionistas se vean defendidos por la competencia entre las empresas, cualesquiera que sean sus due?os, y por la rivalidad entre los gestores, cualesquiera que sean sus amistades.
Los problemas que se quieren evitar ni siquiera aparecer¨ªan si se legislara para que los antiguos monopolios el¨¦ctricos o de telecomunicaciones no pudieran tener poder de mercado ni abusar de ¨¦l. De esta forma, ni las empresas p¨²blicas extranjeras, ni los amigos, podr¨ªan abusar de los consumidores. ?Debemos dejar a los capitalistas privados espa?oles abusar de los consumidores por el hecho de ser espa?oles o privados? Tambi¨¦n se deben suprimir todos los blindajes, modificaciones de las mayor¨ªas y dem¨¢s artilugios que se toleran en Espa?a, y as¨ª los gestores incapaces podr¨¢n ser sustituidos y entonces no importar¨ªa qui¨¦n se colocara al frente de las empresas privatizadas.
Si las empresas de generaci¨®n el¨¦ctrica no pudieran controlar m¨¢s del 10% del mercado ni participar en actividades monopol¨ªsticas como, por ejemplo, la distribuci¨®n, dar¨ªa igual que algunas empresas estuvieran participadas por compa?¨ªas p¨²blicas extranjeras porque ni ellas, ni las espa?olas, podr¨ªan obtener rentas de monopolio. Si en el sector de las telecomunicaciones se dejara utilizar las infraestructuras de Telef¨®nica por un precio razonable, dar¨ªa igual qui¨¦n participase en su capital. Y es que al consumidor le da igual la nacionalidad o las amistades de quien abusa de ¨¦l; lo que quiere es que nadie abuse. Las empresas p¨²blicas son un peligro para la econom¨ªa de los pa¨ªses due?os de las mismas porque siempre acaban consiguiendo ayudas y privilegios a costa de los consumidores y contribuyentes. La privatizaci¨®n es una buena pol¨ªtica para el pa¨ªs que la adopta. En cambio, las empresas p¨²blicas extranjeras pueden favorecer la competencia en otros pa¨ªses en el caso de que se haya desmonopolizado de verdad el sector correspondiente. En ese caso, es mala pol¨ªtica la de obstaculizar su entrada en el mercado propio. Si cuando se privatiz¨® Seat, el Gobierno hubiera puesto dificultades a Renault para operar en el mercado espa?ol, alegando que Francia no hab¨ªa privatizado su empresa nacional del autom¨®vil, el consumidor habr¨ªa salido perdiendo.
No son el Gobierno ni la oposici¨®n los que nos deben librar de los malos empresarios y traer a los buenos. Conseguir un mundo en el que no haya ni Estados ni amigos es un objetivo tan ambicioso como inalcanzable. Pero si nos planteamos el objetivo m¨¢s modesto de acabar con el poder de mercado, las ayudas p¨²blicas y las restricciones en el mercado de gestores, conseguiremos evitar los problemas que puedan crear los Estados o los amigos. Y los dem¨¢s.
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