Vuelve el eje
Dice el ministro del Interior franc¨¦s, Jean-Pierre Chev¨¨nement, que lamenta profundamente que la opini¨®n p¨²blica europea entendiera exactamente lo que dijo ante las c¨¢maras de la televisi¨®n francesa, pero que en realidad no era lo que hab¨ªa querido decir y que, por supuesto, no es lo que piensa. Asegura que fue un "esfuerzo de s¨ªntesis" -sin duda, fracasado- el que le llev¨® a decir que "los alemanes a¨²n no se han curado del descarrilamiento que fue el nazismo en su historia" y que Alemania, "en el fondo, sigue so?ando con el Sacro Imperio de la Naci¨®n Germ¨¢nica". Estas palabras tan poco amables ten¨ªan como intenci¨®n el descalificar la visi¨®n de una Europa federal expuesta el 12 de mayo en la Universidad Humboldt de Berl¨ªn por el ministro alem¨¢n de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer.Chev¨¨nement se ha disculpado, pero nadie debiera dudar de que est¨¢ convencido de lo que dijo y de que el exabrupto puede ser involuntario, pero es, con seguridad, sincero. Y tambi¨¦n es seguro que hay muchos franceses tan jacobinos y nacionalistas como ¨¦l y muchos otros europeos que comparten su opini¨®n sin necesidad de ser ni lo uno ni lo otro. Afortunadamente, ni Chev¨¨nement es el Gobierno franc¨¦s ni la visi¨®n expuesta por Fischer, "a t¨ªtulo personal" pero obviamente consensuada con la canciller¨ªa federal, es esa reedici¨®n de los sue?os imperiales germ¨¢nicos que tanto listo y menos listo ve en cada leg¨ªtimo intento alem¨¢n de exponer sus opciones y sus intereses en la Europa unida. El ministro Fischer propuso en Berl¨ªn una opci¨®n abierta de esa Europa federal, tanto en su composici¨®n como en el tiempo. Contar¨ªa con un Parlamento bicameral, una Constituci¨®n propia, y un n¨²cleo compuesto por los pa¨ªses m¨¢s capaces y dispuestos a la r¨¢pida integraci¨®n, pero abierto a nuevos miembros. Har¨ªa posible una combinaci¨®n del poder de los Estados con un Gobierno federal.
Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con esta Europa federal de Estados-naci¨®n en los que la soberan¨ªa ser¨ªa compartida. Pero, en todo caso, la propuesta no es una "tonter¨ªa", que es, por cierto, como calific¨® Daniel Cohn-Bendit los comentarios de Chev¨¨nement. En todo caso, ofrecer¨ªa una soluci¨®n plausible al dilema que plantea la ampliaci¨®n con grados diversos de integraci¨®n en un proceso abierto en el tiempo hacia la convergencia. Y para nada entorpece, como proyecto a medio plazo, los trabajos previos a la Conferencia Intergubernamental.
Que algunos tachen de visionario a Joschka Fischer no debiera molestarle mucho, porque visionarios eran tambi¨¦n quienes comenzaron el proyecto europeo, y lo hicieron con algo tan pr¨¢ctico como la Uni¨®n del Carb¨®n y del Acero. El ministro franc¨¦s de Exteriores, Hubert V¨¦drine, ha aplaudido las reflexiones, porque eso son, de momento, de su hom¨®logo alem¨¢n. Y la cumbre franco-alemana de Rambouillet del pasado viernes, en v¨ªsperas ya de que Francia asuma la presidencia de la UE, parece demostrar que Berl¨ªn y Par¨ªs est¨¢n recuperando su sinton¨ªa, perdida durante el primer a?o de Gobierno de Gerhard Schr?der. El eje franco-alem¨¢n ha pasado momentos dif¨ªciles, en gran parte porque los Gobiernos en Par¨ªs, y sobre todo en Berl¨ªn, los estaban pasando.
Pero las cosas han cambiado muy considerablemente en los ¨²ltimos meses. Schr?der, su Gobierno y su partido han salido de su largo bache inicial y gozan hoy de muy buena salud. El humor social est¨¢ cambiando en Alemania. La econom¨ªa mejora con evidencia. Y las elecciones en Renania-Westfalia, con el espectacular ¨¦xito de los liberales del FDP, le abren a Schr?der una alternativa de coalici¨®n frente a la existente con Los Verdes. Disminuye as¨ª considerablemente la dependencia del Gobierno, incluido Fischer, de las excentricidades asamblearias de la base eco-pacifista. Pero tambi¨¦n ha desactivado en gran parte los temores a que la CDU se beneficiara pol¨ªticamente de un discurso conservador o incluso antieurope¨ªsta.
Esta reactivaci¨®n del eje Par¨ªs-Berl¨ªn no gusta, por supuesto, a todo el mundo. Su discurso molestar¨¢ indudablemente a muchos. No s¨®lo a Chev¨¨nement. Tambi¨¦n por eso debe alegrar a los m¨¢s din¨¢micos en Europa, luego tambi¨¦n a Espa?a.
Ficci¨®n
La literatura va a desaparecer de los ex¨¢menes de selectividad catalanes y, como es l¨®gico, los estudios de literatura del bachillerato catal¨¢n pasar¨¢n a ser una actividad superfetatoria. Ante el futuro eclipse de las letras, algunos escritores ironizan. Con simp¨¢tico cinismo, Quim Monz¨® pide que, adem¨¢s, se prohiba la lectura en el Principado. Otros est¨¢n que trinan. Bru de Sala, nacionalista templado, acusa al r¨¦gimen de Pujol de analfabetismo rampante. Yo no dir¨ªa tanto. ?Por qu¨¦ raz¨®n deber¨ªa un adolescente leer literatura no deportiva?Y respondo: porque hay que aprender a narrarse a s¨ª mismo. Usted, lector m¨ªo, es una novela. Coja una foto suya de hace diez a?os y otra de hace veinte, luego p¨ªdale a mam¨¢ la de la primera comuni¨®n. Comp¨¢relas y busque alguna relaci¨®n entre las im¨¢genes. ?Cree que aquel ni?o, el adolescente posterior y el actual contribuyente forman una unidad? ?Son la misma "persona"? ?No ser¨¢ m¨¢s bien un "protagonista", o sea, un nombre propio?
Entre el ni?o de seis a?os, el adulto de veinte y el maduro de cuarenta no veo yo otro nexo que la memoria. Recordamos haber sido aquel ni?o y luego el adolescente, a pesar de que entre ambos apenas hay nada en com¨²n, ni f¨ªsica ni intelectualmente. Ese recuerdo llamado "una vida" no es sino un relato, tan ficticio como cualquier novela, pero igualmente veros¨ªmil. Estamos hechos con "la materia de los sue?os", es decir, con un torrente de palabras que embalsa en algunos momentos decisivos y po¨¦ticos.
Descartes, Shakespeare y Cervantes nos ense?aron a ser "yo", ellos inventaron el modo moderno de narrar "una vida". Y s¨®lo podemos ser nosotros mismos mediante un relato que resulte veros¨ªmil y comprensible para los dem¨¢s. Vivimos nuestra propia novela y la escribimos cada d¨ªa.
Cuando la literatura ya no exista, habr¨¢ desaparecido tambi¨¦n un modo de representar a los humanos y otra construcci¨®n lo sustituir¨¢. Muchos j¨®venes actuales, por ejemplo, ya se imaginan a s¨ª mismos en forma de video-clip, con el inquietante aspecto de un actor sin memoria ni herencia, que avanza a saltos con aullido publicitario y furia electr¨®nica. No es ni mejor ni peor que lo viejo, s¨®lo es un nuevo escenario para el in¨²til e inevitable deseo de ser s¨®lidos, permanentes, perdurables, uno.
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