Mestizaje multitudinario
Las dos aficiones se mezclaron por las calles en franca camarader¨ªa antes del encuentro
La sensaci¨®n t¨¦rmica pas¨® con mucho de los 40 grados cent¨ªgrados en los furgones de la l¨ªnea 13 del metro de Par¨ªs. Entre las seis y las siete de la tarde de ayer los vagones transportaron una oleada humana. Una multitud tensa ante la expectativa de descargar emociones fuertes. Como sardinas viajaron apretadas las damas parisinas, los inmigrantes del Magreb, la gente de las colonias en el Caribe, y los seguidores del Madrid y del Valencia, forzados por las circunstancias a improvisar c¨¢nticos y a saturar de ruido el metro que los llevaba a uno de los campos de batalla m¨¢s armoniosos que se recuerden en la historia de las finales de la Copa de Europa: la estaci¨®n de Saint Denis Porte de Par¨ªs. All¨ª se levanta el estadio de Francia, plateado y leve. Un escenario que ayer recibi¨® a unos 48.000 seguidores espa?oles. El mayor ¨¦xodo de hinchas de un mismo pa¨ªs en la historia de la Liga de Campeones. Dos bandos de camisetas blancas con un enemigo com¨²n, el Barcelona, y por tanto, un buen motivo para convivir de manera llevadera. Dos hordas que inundaron Par¨ªs durante unas horas. Esperaron a los 90 minutos de fragor, y desaparecieron.Veinte autobuses y seis trenes especiales, seguidos de 40 vuelos ch¨¢rter provenientes de Valencia acompa?aron a otros 48 vuelos regulares y 100 ch¨¢rter desde Madrid. Llegaron a Par¨ªs entre las ocho y las 10 de la ma?ana de ayer. "Pagu¨¦ 13.000 pesetas por el billete en autob¨²s", dijo un socio del Madrid que caminaba como un son¨¢mbulo por los Campos El¨ªseos. "Salimos ayer a las tres de la tarde de la puerta cero del Bernab¨¦u, pasamos por Ir¨²n intentando dormir un poco, y hoy abrimos los ojos en medio de un atasco, llegando a Par¨ªs". Los del Valencia debieron recorrer m¨¢s kil¨®metros. Cinco horas m¨¢s por carretera. Algunos viajaron en coches particulares: "Por 15.000 pesetas de gasolina y otras 20.000 para el peaje entre cuatro, m¨¢s una bolsa com¨²n cargada de tracas que distribuimos entre la Torre Eiffel y las puertas del estadio".
El martes por la noche Par¨ªs era una ciudad apacible, cargada de su com¨²n aire melanc¨®lico. La ma?ana de ayer se carg¨® de nubes negras, amenazadoras. Siete tracas seguidas estallaron en la base de la Torre Eiffel y el monumento se nubl¨® con un humo blanco, dando comienzo a una ma?ana populosa. Parec¨ªa un cohete. Y el campo de Marte la plataforma de lanzamiento. Los jardines se atiborraron de decenas de miles de aficionados, en su mayor¨ªa del Valencia. Enredados en camisetas blancas y naranjas, hicieron lo que, como adoradores del estruendo, les permiti¨® superar con creces a los m¨¢s ce?udos madridistas. "La polic¨ªa francesa ha recomendado a las agencias de viaje que a los del Valencia los trasladen a la Torre Eiffel y a nosotros nos lleven a la avenida Foch, a las puertas de los Campos El¨ªseos", explic¨® un hincha madridista. No dur¨® mucho la separaci¨®n y hacia el mediod¨ªa el mestizaje era multitudinario. "?A la UEFA-o¨¦! ?A la UEFA-o¨¦!", gritaban los seguidores del Valencia a los del Madrid, abordo de autobuses sin techo que recorr¨ªan la ciudad. Otros se embarcaban en las barcazas que dan la vuelta a la Isla de la Cit¨¦.
"?S¨ª, s¨ª, s¨ª, la octava en Saint Denis!", gritaban los del Madrid. "?Che que bo!", repet¨ªan febrilmente los del Valencia. "?Anelka qu¨¦date, Anelka qu¨¦date... Qu¨¦date en Par¨ªs!", compon¨ªan los madridistas esc¨¦pticos.
Hacia las cuatro de la tarde, y despu¨¦s de saturar las terrazas y los restaurantes, la columna se fue replegando bajo un cielo de nubes y claros, generalmente hacia la boca del metro m¨¢s cercano, en Saint Lazare, Trocadero, Champs-Elys¨¦es, o Invalides, buscando destino en Saint Denis. Pasaron por el parque del palacio de Chaillot. Subieron las escalinatas, bajo el ¨¢tico del Museo del Hombre inscrito con un verso premonitorio en letras de acero: "Depende de lo que pase, que yo sea tumba o tesoro...".
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