Sobre el bienestar
Los caminos por los que unos hechos continuados alcanzan s¨²bitamente la categor¨ªa de problema pol¨ªtico son a veces inescrutables. Casi siempre empiezan con alg¨²n muerto, pero el momento y la circunstancia en que saltan a las portadas son dif¨ªciles de prever. Las listas de espera son un tema tan viejo como la Seguridad Social. Y ha sido ahora a trav¨¦s de una carta a un peri¨®dico que un m¨¦dico, con autoridad en cirug¨ªa en el Hospital de Sant Pau, de Barcelona, las ha ascendido a la categor¨ªa de titulares. El cirujano pon¨ªa nueve muertes sobre la mesa: gentes que habr¨ªan fallecido en espera de ser operadas de coraz¨®n. Inmediatamente han ido brotando noticias de esta misma fatalidad desde otros puntos del sistema sanitario. Las preguntas se agolpan: ?Por qu¨¦ no lo denunciaron antes? ?Hay que entender que se hab¨ªan agotado sin ¨¦xito los cauces reglamentarios? ?C¨®mo se explica que, ante hechos tan graves, los m¨¦dicos que ahora denuncian estuvieran callados?Es dif¨ªcil determinar en qu¨¦ casos hay una relaci¨®n directa causa-efecto entre el retraso de la operaci¨®n y la muerte. Pero no hace falta acudir a estos extremos tan dram¨¢ticos para considerar escandaloso el problema de las listas de espera y su entorno (quir¨®fanos subutilizados, operaciones en hospitales concertados que cuestan m¨¢s dinero...). La dilaci¨®n en las operaciones -aunque no sean de vida o muerte- genera una angustia en el enfermo que un sistema sanitario que de verdad ponga al ciudadano en primer lugar no puede permitir.
En realidad, la cuesti¨®n de las listas tiene mucho que ver con la idea de bienestar social. En estos tiempos de hegemon¨ªa de la cultura del dinero parece como si el bienestar s¨®lo fuera cuesti¨®n de crecimiento e impuestos: como si el ciudadano Nif fuera un constructo humano con bolsillo pero sin alma, del mismo modo que el trabajador es tratado como un simple factor en la configuraci¨®n de los costes empresariales, el primero en el que se piensa a la hora de recortar gasto. Ya va siendo hora de que se recupere una noci¨®n mucho m¨¢s amplia del bienestar que parta del reconocimiento de la dignidad de cada cual. La angustia de las listas es inaceptable desde una concepci¨®n no s¨®lo cuantitativa del bienestar humano. De un tiempo a esta parte, los pol¨ªticos de derechas, pero tambi¨¦n de izquierdas, se pirran por sentar hombres de empresa en sus Gobiernos. Recuerdo que, cuando el debate sobre la ingenier¨ªa fiscal de Piqu¨¦, un economista (y de izquierdas) me dijo que no aceptar esto equival¨ªa a hacer imposible que la experiencia de la gesti¨®n empresarial se incorporara a la pol¨ªtica. No hace ninguna falta. Los objetivos de la pol¨ªtica y de la empresa son diferentes. El empresario tiene una prioridad absoluta: ganar dinero. Y no duda en reiterarlo. (No entro aqu¨ª en discutir si debe ser o no ¨¦sta misi¨®n del empresario, me atengo a lo que es). El pol¨ªtico debe ocuparse de las condiciones del bienestar de los ciudadanos, de impedir que la lucha por la conquista del dinero rompa los equilibrios sociales b¨¢sicos. Ambos objetivos son en buena medida incompatibles: en buena parte, la vitalidad de las sociedades democr¨¢ticas avanzadas est¨¢ en que se mantenga activa la tensi¨®n entre estos dos polos.
En una ¨¦poca en que el equilibrio se rompe porque el dinero achata la pol¨ªtica, el mito del gestor empresarial sirve para dar a entender que los problemas pol¨ªticos s¨®lo requieren soluciones t¨¦cnicas. Y no es verdad. Ni es ¨²til para resolver las listas. La pol¨ªtica tiene prioridades que puede que cierta idea de la econom¨ªa no entienda. Parafraseando a Luttwak, la sociedad no existe para satisfacer las necesidades de la econom¨ªa como pretende la cada vez m¨¢s incontestada ideolog¨ªa dominante, sino que la econom¨ªa deber¨ªa servir para satisfacer las necesidades de la sociedad. Hay problemas en que no se puede pensar en t¨¦rminos de ahorro. El debate tard¨ªo e inesperado de las listas podr¨ªa contribuir a sacar la idea de bienestar social de las estrecheces economicistas. No s¨®lo de dinero vive el hombre. Aunque todo tenga un precio. ?sta es la confusi¨®n con la que se juega: porque todo tiene un precio, el dinero es lo ¨²nico importante. Y no es verdad, entre otras cosas porque el dinero se puede utilizar de muchas maneras. ?De qu¨¦ sirve el deficit 0 si no se atiende debidamente a los enfermos?
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