El Kalimarat¨®n
Lo llaman Kalimarat¨®n y, aunque el nombre tenga reminiscencias griegas, su objetivo dista mucho de emular la gesta de Fil¨ªpides hace 25 siglos cuando revent¨® corriendo para anunciar a los atenienses la victoria de Milc¨ªades sobre los persas. No, Kali no es un h¨¦roe hel¨¦nico, sino el diminutivo de kalimocho, ese brebaje et¨ªlico que los adolescentes elaboran mezclando las gasificadas colas con tinto b¨¢sico. El Marat¨®n del Kalimocho es un invento de la muchachada para a?adirle emoci¨®n al consumo de tan aberrante combinado. La prueba suelen organizarla cada cierto tiempo en Madrid grupos de amigos de 16 a 20 a?os, que ponen toda su imaginaci¨®n y empe?o al servicio de la empresa. Con algunos matices diferenciales, la idea consiste fundamentalmente en recorrer los parques de una determinada zona de la capital cubriendo un rosario de estaciones en las que se ingieren grandes cantidades del mencionado mejunje. Condici¨®n indispensable para prosperar en la contienda es la contenci¨®n de las n¨¢useas, ya que las vomitonas son causa inmediata de descalificaci¨®n en el juego. La competici¨®n, en la que hay un jurado que se toma muy en serio la aplicaci¨®n del reglamento, est¨¢ dise?ada para parejas, cada una de las cuales paga unas mil o mil doscientas pesetas con el objeto de financiar la prueba. Aproximadamente el 70% de esa cantidad va destinado a la compra de la bebida, mientras que el 30% restante conforma el premio que reciben los ganadores, una botella de licor valorada en unas cinco mil pesetas. La organizaci¨®n en principio ni tiene ¨¢nimo de lucro, su ¨²nico objetivo es la satisfacci¨®n de fomentar la ingesta de kalimocho como si se tratara de la ONG Beodos sin Fronteras. Hay, adem¨¢s, para los triunfadores en tan edificante justa un diploma acreditativo de sus logros, en donde se hace referencia literaria a la capacidad de su h¨ªgado para metabolizar fluidos et¨ªlicos. El Kalimarat¨®n no es el ¨²nico juego que la inventiva juvenil ha concebido para burlar el tedio a trav¨¦s del alcohol. Tambi¨¦n existe el Okalimocho, una especie de juego de la oca en el que, siguiendo el trazado tradicional, se ordena a los participantes que beban determinado n¨²mero de tragos, "de oca a oca y bebes porque te toca". En el Okalimocho gana el que consigue alcanzar el centro del tablero sin desmayarse. Los mencionados pasatiempos son tan s¨®lo expresiones sofisticadas de un fen¨®meno indeseable que en los ¨²ltimos a?os ha alcanzado niveles alarmantes. El consumo de alcohol entre los j¨®venes se dispara hasta el extremo de que nuchos chavales no conciben la diversi¨®n sin alcanzar "el puntito" que ello les proporciona. Los parques y plazas de la ciudad son testigo de los corrillos que se forman en torno a un botell¨®n o una simple bolsa de pl¨¢stico en la que elaboran la mezcla abriendo un orificio en uno de sus extremos inferiores como si fuera un odre. Ni que decir tiene que para estas actividades l¨²dicas sus protagonistas no emplean refrescos de primeras marcas ni caldos de elaborado coupage y crianza. Lo que compran es lo m¨¢s barato que encuentran en las estanter¨ªas, la oferta del d¨ªa y el vino en tetra brik. Para estos chicos siempre hay un supermercado a mano, una tienda de frutos secos o una panader¨ªa en los que adquirir los estimulantes para sus festivales.Aunque los interesados en restar importancia al problema dicen que todos hemos bebido cuando ¨¦ramos j¨®venes, la realidad es que nunca se bebi¨® tanto ni desde tan temprano. Muchos especialistas pronostican el pronto surgimiento de una generaci¨®n de cirr¨®ticos. En la actualidad, casi una cuarta parte de toda la mortalidad de la Uni¨®n Europea tiene su causa directa o indirecta en el consumo de alcohol.
Aqu¨ª, en Espa?a, la mitad de los muertos en accidente de tr¨¢fico durante los fines de semana tiene menos de 25 a?os y da positivo en alcoholemia. Nuestro pa¨ªs ostenta ya el ¨ªndice m¨¢s alto de alcohol ingerido por individuo y a?o. A pesar de estos datos, las administraciones p¨²blicas carecen de una m¨ªnima estrategia unitaria para afrontar de forma coordinada tan grave cuesti¨®n. Los esfuerzos educativos son testimoniales; las redes asistenciales, rid¨ªculas, y lo m¨¢s que hacen es subvencionar los grupos de autoayuda. Con semejante panorama de fondo no parece ya tan divertido el Kalimarat¨®n.
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