La ¨²ltima fiesta por la victoria 'derrota' al Real Madrid
"Esto es un co?azo, ya lo sabemos, pero ?me puedes dar un aut¨®grafo"? La frase debi¨® convencer a Fernando Morientes, porque de inmediato acept¨® con una sonrisa en los labios. Y no s¨®lo estamp¨® su firma en la camiseta de un aficionado, sino que tambi¨¦n intercambi¨® unas palabras con ¨¦l: "Estamos un poco cansados, pero esto mola", le dijo.Fernando Redondo, en cambio, fue menos complaciente. "Decile que no puedo. No, no... estoy muerto. No puedo. Decile que nos vemos despu¨¦s". El cansancio en su rostro era evidente. Y tal vez por eso una periodista que intentaba una entrevista en directo de m¨¢s de quince minutos ni siquiera insisti¨®. La expresi¨®n del jugador lo dijo todo.
El de Redondo no era el ¨²nico rostro adusto. Casi todos los jugadores del Real Madrid hac¨ªan ayer m¨²ltiples esfuerzos para sonre¨ªr cuando la avalancha humana se acercaba para pedir aut¨®grafos y para festejar la octava copa. En la Real Casa de Correos, donde fueron recibidos por el presidente Alberto Ruiz-Gallard¨®n, el revuelo fue tal que incluso los propios empleados de la sede del Gobierno regional se sumaron a la histeria que produjo la presencia del Real Madrid en la Puerta del Sol.
Por los pasillos de la Real Casa de Correos se escuchaban frases de asombro ante la estatura de Hierro, ante la candidez de Ra¨²l o ante la sonrisa de Karanka. Expresiones como "ah¨ª est¨¢ el presidente, no pensaba que fuera tan alto", o "mira, ¨¦se es Del Bosque. Mi padre le llama el oficinista. Bueno, oficinista o no, el t¨ªo se gan¨® una Copa de Europa".
Alg¨²n que otro despistado daba la enhorabuena a los jugadores sin siquiera saber de qui¨¦n se trataba: "?se creo que se llama ?lvaro. La verdad es que no s¨¦ qui¨¦n es", comentaban entre s¨ª dos empleadas de la Comunidad.
Mientras afuera la euforia colectiva iba en aumento, adentro, los privilegiados que tuvieron la fortuna de ver de cerca a los jugadores pudieron aprovechar el momento para captar la escena con c¨¢maras fotogr¨¢ficas. Y, por supuesto, los aut¨®grafos se repet¨ªan sin parar. Una mujer se atrevi¨® a pedirle dos a Julio C¨¦sar: "Necesito dos firmitas, una es para mi madre y otra para mi hermana", le dijo. El jugador accedi¨®, pero no muy sonriente.
Y no faltaron los que se hac¨ªan pasar por conocidos de toda la vida: "Hola, Iker, tienes que hablar conmigo, que soy paisano tuyo". O los que quer¨ªan iniciar una conversaci¨®n: "Estamos alucinados con lo serios que est¨¢is todos", le coment¨® una chica a M¨ªchel Salgado. Pero s¨®lo obtuvo un "es cansancio, puro cansancio".
En las afueras de la Real Casa de Correos, el nombre que m¨¢s coreaban los seguidores del equipo blanco era Ra¨²l. "Que salga, que salga" se escuchaba una y otra vez. Pero Ra¨²l no sali¨®. Al menos no despu¨¦s de la primera aparici¨®n, cuando los jugadores mostraron la Copa desde el balc¨®n de la sede presidencial.
De vez en cuando, Ra¨²l prefer¨ªa pasar inadvertido y recostarse en una pared al lado de Iv¨¢n Campo y de Iv¨¢n Helguera. "Estoy un poco cansado, pero, bueno, es normal", dijo.
Aitor Karanka, en cambio, parec¨ªa m¨¢s a gusto. Mientras hablaba a trav¨¦s de su m¨®vil -¨²ltimo modelo-, repart¨ªa firmas por doquier. "No s¨¦ a qu¨¦ hora voy a salir", le dec¨ªa a su interlocutor telef¨®nico.
El cansancio de los jugadores, sin embargo, no fue impedimento para que la gente quisiera estrechar sus manos o tenerlos cerca. En m¨¢s de una ocasi¨®n los encargados de seguridad lo tuvieron dif¨ªcil cuando de contener a los aficionados se trataba. Era tal la emoci¨®n, que los empleados de la presidencia regional, convertidos en aficionados madridistas, se intercambiaban aut¨®grafos y hasta se empujaban unos a otros para conseguir la anhelada fotograf¨ªa.
El ¨²nico que no sucumbi¨® a la magia de las fotos y las firmas fue el presidente, Alberto Ruiz-Gallard¨®n, quien se confes¨® "un ignorante" en materia futbol¨ªstica. "Han tenido que darme lecciones intensivas de f¨²tbol", dijo. Y a?adi¨® con sorna: "Lorenzo Sanz me lo ha tenido que explicar todo paso a paso". "Yo creo que ¨¦l s¨ª sabe de f¨²tbol, pero se hace el desentendido", coment¨® despu¨¦s el presidente del Real Madrid.
La locura por los jugadores tom¨® el centro de Madrid. Cuando el equipo sali¨® de la sede presidencial con destino al Ayuntamiento, una multitud emocionada corri¨® hasta la plaza de la Villa para ver llegar a sus ¨ªdolos. Envueltos en banderas, con las caras pintadas y los rostros plet¨®ricos de felicidad, los hinchas, en su mayor¨ªa chavales, no desistieron en su empe?o de seguir al equipo. Y all¨ª, en el Ayuntamiento, el revuelo no fue menor.
El Patio de Cristales del Consistorio se qued¨® peque?o para tanta gente. El maestro de ceremonias, con voz de desesperaci¨®n, hac¨ªa intentos vanos para convencer a los aficionados de que dejaran sitio para los jugadores. "Por favor, un poco m¨¢s atr¨¢s", dec¨ªa casi en tono suplicante.
Pero no le hicieron caso. Mientras el alcalde, Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano, repart¨ªa regalos a los miembros de la plantilla (peque?as r¨¦plicas del oso y el madro?o), algunas chicas se apostaban en primera fila intentando captar la mejor pose. "Qu¨¦ bueno est¨¢ Morientes. S¨ª, y adem¨¢s es un cielo", conversaban dos adolescentes.
Una peque?a de doce a?os corri¨® a los brazos de su madre para contarle que por fin hab¨ªa conseguido una foto de Morientes. Y una joven estuvo a punto del desmayo cuando Fernando Redondo le firm¨® un aut¨®grafo. Al menos ¨¦sa era la expresi¨®n de su cara.
Pero m¨¢s all¨¢ de Morientes y Redondo, como ocurri¨® en la sede de la Comunidad, el m¨¢s perseguido volvi¨® a ser Ra¨²l. Todos lo buscaban, grandes y chicos. Ya a esa hora, casi las dos de la tarde, el gesto de cansancio se hizo m¨¢s evidente. Tanto, que Guti no ocultaba uno que otro bostezo.
En la plaza, los hinchas aguardaron impacientes la salida de los jugadores. Pero fue tan breve que algunos ni siquiera pudieron verlos. El ¨²ltimo en salir fue el presidente madridista, Lorenzo Sanz, a quien muchos aficionados le reprocharon la posible salida de Morientes ante el inter¨¦s de el Roma. "Lorenzo Sanz, Morientes no se va", le gritaron.
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