?Hubo once mil carlistas?
Conocida es la leyenda medieval, que la te¨®loga, compositora y abadesa Hildegarda von Bingen music¨®, de las once mil v¨ªrgenes que hab¨ªa que presentar ante el Papa de Roma. La misma imagen de ver desfilar un n¨²mero tan crecido de estas peculiares mujeres entregadas a Dios sorprende. La misma extra?eza se puede constatar cuando pensamos en el fen¨®meno carlista. Cuando vemos el actual panorama valenciano casi parece mentira que hubiera sido ocupado por un carlismo tan y tan numeroso puesto que apenas quedan rastros. Casi todo lo que resta son recuerdos familiares en la intimidad de sus casas donde se guarda, en palabras de Manuel Rego, "la llama viva de cerca de doscientos a?os de existencia".Recientemente en Catalu?a he recibido 86 cartas sobre el carlismo a partir de un art¨ªculo m¨ªo, lo que demuestra que existen rescoldos. Un mero reflejo de un fen¨®meno que fue muy importante y que lleg¨® a dominar amplias partes de Espa?a, incluso militarmente. Las elecciones democr¨¢ticas se?alaron ya en 1979 que el fen¨®meno estaba en declive, pese a sus dificultades de legalizaci¨®n. En cualquier caso, 50.000 votos son pocos votos. Navarra con 20.000 destacaba aunque Valencia con 2.300 manten¨ªa una presencia cierta. Quince a?os m¨¢s tarde los resultados hab¨ªan menguado puesto que no alcanzaban los 10.000 votos pero Valencia continuaba dando fe de vida. Encogidas pero siendo las mismas zonas de implantaci¨®n: Navarra, Pa¨ªs Vasco, Catalu?a, Pa¨ªs Valenciano y Arag¨®n. En definitiva, los territorios forales y los de la Corona de Arag¨®n cuya mayor solidez institucional fue arrasada en la Guerra de Sucesi¨®n que ahora estamos a punto de conmemorar en su tercer centenario.
Acaba de aparecer una recomendable obra de s¨ªntesis, con aportaciones originales, de Jordi Canal sobre El Carlismo donde lo valenciano ocupa un papel muy destacado. En su historia reciente destaca que el principal te¨®rico de la reciente renovaci¨®n carlista fue el valenciano Ernest Olcina con una abundante y crucial bibliograf¨ªa. Mi amiga Laura Pastor tiene tambi¨¦n presencia. Tal como acontece en las historias carlistas siempre aparecen cosas inesperadas. Una de ellas es que Francisco Javier de Borb¨®n Parma conocido tambi¨¦n como el Rey Javier I fue detenido por la Gestapo en junio de 1944 por colaborar con la resistencia francesa por lo que fue condenado a muerte y trasladado al campo de concentraci¨®n de Dachau del que no fue liberado hasta avanzada la primavera de 1945. Posiblemente esta noticia de carga dram¨¢tica sorprender¨¢ a muchos lectores dando una dimensi¨®n heroica al que en mi infancia vi, por unos instantes, en una calle de Barcelona.
Pero insisto en la idea original: parece absolutamente imposible que un movimiento tan profundo y con tantas ra¨ªces se haya evaporado en el aire. Una observaci¨®n que puede ser contradicha puesto que lo raro es que haya durado tanto. Efectivamente, se puede afirmar que el carlismo es el movimiento contrarrevolucionario de m¨¢s larga vida en Europa. Recuerdo una larga conversaci¨®n con el gran escritor Juan Rulfo en el que constat¨¢bamos las semejanzas entre carlistas y cristeros pero con la enorme diferencia de la breve existencia de los mejicanos que se inspiraron en Cristo Rey. Precisamente por ello sorprende ahora esta decadencia a la que un joven carlistizante, el Padre Apeles, ha ayudado por unos supuestos pecados de la carne, despu¨¦s de la fallida renovaci¨®n socializante de hace pocas d¨¦cadas.
Si miramos hacia atr¨¢s la aparici¨®n de valencianos en la historia del carlismo es realmente abrumadora. Ejemplo de ello es que la provincia de Valencia, junto con las de Navarra, Tarragona y Barcelona, era la ¨²nica que superaban en 1896 el n¨²mero de 20 C¨ªrculos Tradicionalistas aunque Castell¨®n y Alicante le iban a la zaga con m¨¢s de 10. Si pasamos de los n¨²meros a las personas nos encontramos con personalidades que han tenido enorme influencia como es el caso de Antonio Aparici y Guijarro que pose¨ªa un certero estilo, algo barroco, como cuando defini¨®, con Shakespeare, a Isabel II como "la reina de los tristes destinos". Una referencia espec¨ªfica es indispensable a?adir a todo el Maestrazgo que tan decisivo fue con la figura del tortosino Ram¨®n Cabrera que acab¨® recibiendo el t¨ªtulo de Conde de Morella. Toda una historia en la que la reivindicaci¨®n de los fueros valencianos fue secundaria, contra lo que afirman ensayistas poco precisos como Jon Juaristi, y s¨ª en cambio el mantenimiento de la Fe, la lucha contra las consecuencias del liberalismo pol¨ªtico y econ¨®mico y un espa?olismo acendrado. Todo ello en una peculiar mezcla de una minor¨ªa, que era la dirigente, de grandes propietarios y bienestantes con clases populares en el sentido m¨¢s estricto. ?Todo se disolvi¨® en el aire?
Ernest Lluch es catedr¨¢tico de Historia del Pensamiento Econ¨®mico.
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