"?Qu¨¦ es eso de la Ley de Extranjer¨ªa?"
La combinaci¨®n ha resultado letal para los inmigrantes clandestinos. El efecto llamada de la Ley de Extranjer¨ªa, manipulada de forma grosera por las mafias, se ha estrellado contra el reciente blindaje del per¨ªmetro fronterizo de Ceuta. Si la nueva ley act¨²a como un im¨¢n -"No te pueden expulsar de Espa?a si llegas antes del 31 de julio", les mienten los traficantes a los sin papeles-, los efectos de la inexpugnabilidad de la frontera de Ceuta son demoledores. El problema no ha variado. S¨®lo se ha trasladado al sur de Marruecos, a 90 kil¨®metros de las costas de Fuerteventura. Llegar les cuesta el triple de dinero y mueren m¨¢s en el intento.Pero los 50.000 africanos que el a?o pasado cruzaron las monta?as hispano-marroqu¨ªes de Jbel Musaa antes de ser devueltos o los 25.000 que lo intentaron sin ¨¦xito no se han esfumado. Siguen esperando, igual de pobres, m¨¢s v¨ªctimas a¨²n de los extorsionadores, quienes buscan incansablemente nuevas v¨ªas de entrada. No importa el precio: si antes cruzar clandestinamente costaba entre 100.000 y 150.000 pesetas, ahora pasa de las 300.000. Tampoco les importa el riesgo. En lo que va de a?o, 37 inmigrantes han perdido la vida asfixiados en veh¨ªculos o ahogados en las costas de Andaluc¨ªa, Ceuta y Canarias. Diez m¨¢s que durante todo 1999. Los mafiosos saben que la demanda es imparable, y la temporada alta del tr¨¢fico humano no ha hecho sino empezar. Saben tambi¨¦n que los indocumentados no tienen elecci¨®n.
"Preferimos jugarnos la vida antes que perderla en las guerras, las persecuciones religiosas o la miseria de nuestros pa¨ªses", resume Mahmood, un iraqu¨ª de 28 a?os que escuch¨® hablar de Espa?a en Amman (Jordania), la segunda escala de su huida, cuando los traficantes kurdos le dijeron: "En Espa?a no te echan". Lleg¨® a Ceuta en un barco egipcio. Un bote le dej¨® en tierra.
?l no tiene ni idea de lo que es la Ley de Extranjer¨ªa ni del falso gancho de los mafiosos: la inscripci¨®n hasta el 31 de julio requiere, entre otras cosas, demostrar que viven en Espa?a desde antes del 1 de junio de 1999. Se encoge de hombros al descubrir la mentira. "Da igual. Nunca les cre¨ª", comenta. Omar, un mauritano de 32 a?os que comparte estancia temporal en el nuevo centro de acogida de Ceuta, a?ade: "Ahora nos sueltan este rollo y despu¨¦s del 31 de julio se inventar¨¢n otro. Y cuando bliden los accesos a Canarias nos llevar¨¢n por el Cant¨¢brico. Que m¨¢s da. Pagaremos m¨¢s y moriremos m¨¢s, pero tragaremos ?qu¨¦ otra cosa podemos hacer?". Omar dice que ya no se asombra por nada, especialmente desde que hace poco vio llorar a 20 compatriotas que perdieron hasta el ¨²ltimo d¨®lar por navegar en c¨ªrculo. "Les subieron en una patera. Al cabo de una hora les dijeron: 'Mirad, esas luces son Espa?a'. Al amanecer comprobaron que no se hab¨ªan movido de Casablanca".
M¨¢s dinero
En T¨¢nger y Tetu¨¢n, hace apenas un a?o, miles de subsaharianos se hacinaban en m¨ªseras pensiones de la parte vieja esperando a que el traficante de turno les condujera una noche sin luna hasta las costas espa?olas. Ahora, resulta dif¨ªcil encontrar centroafricanos en estas dos capitales del norte marroqu¨ª. Tal vez no queden m¨¢s que un centenar, la mayor¨ªa nigerianos. Como Beiazou, que trabaja en una barber¨ªa para pagarse el viaje hasta Tarfaya, 1.300 kil¨®metros m¨¢s al sur, e intentar llegar al primer mundo desde el archipi¨¦lago canario. Cuando ¨¦l y los otros nigerianos llegaron a T¨¢nger se encontraron con que los ocho kil¨®metros y medio de la frontera de Ceuta hab¨ªan sido vallados con una doble alambrada de tres metros rematados de pinchos. Imposible cruzar. "S¨®lo se nos ha colado uno", comenta el delegado del Gobierno en Ceuta, Luis Vicente Moro. La haza?a corresponde a un centroafricano que rept¨® a trav¨¦s de una alcantarilla desconectada accidentalmente de los sensores. Los potentes focos y patrulleras de la Guardia Civil franquean tambi¨¦n el paso por mar. As¨ª que parece que Beiazou tendr¨¢ que seguir cortando pelos y barbas en T¨¢nger durante bastante tiempo.
En Espa?a, el ¨²ltimo Consejo de Ministros acaba de aprobar las bases para negociar la restricci¨®n de la Ley de Extranjer¨ªa. Las autoridades locales de C¨¢diz y Fuerteventura se pelean porque sus servicios funerarios carecen de presupuesto para enterrar a tantos clandestinos, y en la comisar¨ªa de Algeciras habilitan locales abandonados a los que llevar a los ¨²ltimos 400 detenidos. En el centro de acogida de Ceuta, 134 indocumentados esperan a que el Gobierno decida su futuro. Ellos reflejan el nuevo perfil del inmigrante. Llegan a Espa?a no s¨®lo a bordo de pateras. Tambi¨¦n entre las cargas de camiones, dentro de maletas, arrastrados por buzos con aletas, guiados por un marroqu¨ª provisto de un flotador, trasladados en bote desde grandes buques egipcios y paname?os. All¨ª se encuentran cuatro cuatro chicas de Sierra Leona, entre 19 y 23 a?os, que cuentan como se pagaron el viaje acost¨¢ndose con la tripulaci¨®n del barco que las recogi¨® en Guinea Conakry. Y 26 orientales originarios de Cant¨®n. Con la ayuda del camarero de un restaurante chino, la polic¨ªa de Ceuta deduce que han hecho escala en Malaisia, y que las 18 mujeres del grupo ser¨ªan forzadas a prostituirse.
"Hemos logrado que el problema no nos desborde. Y la reforma de la ley ayudar¨¢. Pero no nos enga?emos, No hay efecto llamada m¨¢s potente que la televisi¨®n". Esta observaci¨®n del delegado del Gobierno pudo comprobarla EL PA?S el pasado mi¨¦rcoles en T¨¢nger, cuando m¨¢s de 200 magreb¨ªes y subsaharianos se juntaron en un bar para seguir la final de la Liga de Campeones. Justo en el descanso apareci¨® Aznar en el Telediario, respondiendo a una pregunta de control parlamentario sobre la reforma de la Ley de Extranjer¨ªa. Ninguno le prest¨® la menor atenci¨®n. Sin embargo, cuando comenz¨® el desfile de anuncios, ni pesta?earon, absortos en los coches, las casas, las mujeres, la ropa... Toda la riqueza de Occidente edulcorada por la publicidad.
Dif¨ªcil imaginar una frontera capaz de frenar tanta fascinaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Expulsiones
- Polizones
- Inmigrantes magreb¨ªes
- Ley extranjer¨ªa
- Redes ilegales
- Tr¨¢fico inmigrantes
- Repatriaci¨®n
- Deportaci¨®n
- Extranjeros
- Inmigraci¨®n irregular
- Inmigrantes
- Cooperaci¨®n policial
- Legislaci¨®n espa?ola
- Pol¨ªtica migratoria
- Inmigraci¨®n
- Sentencias
- Tr¨¢fico personas
- Trata de seres humanos
- Delincuencia
- Migraci¨®n
- Sanciones
- Demograf¨ªa
- Juicios
- Sucesos