Socialismo posideol¨®gico
La tercera v¨ªa est¨¢ teniendo verdaderas dificultades para asentar un ¨¦xito duradero o, al menos, aquel que promet¨ªan sus magn¨ªficos resultados iniciales.A Tony Blair le crecen los problemas. Y no s¨®lo por la victoria del rojo Ken Livingston en Londres: la oposici¨®n se aproxima en las encuestas, ha retrocedido considerablemente en las elecciones locales, no acaba de verse la luz en la cuesti¨®n irlandesa y, ante la presi¨®n popular, se percibe un claro repliegue en su pol¨ªtica de mayor acercamiento a la Uni¨®n Europea. La pregunta que inmediatamente se suscita es si no hab¨ªa m¨¢s que humo detr¨¢s de su portentosa puesta en escena. ?Hay algo que no funciona en el coqueto y ligero discurso de la tercera v¨ªa? ?C¨®mo es posible que no acabe de reconciliarse con la realidad una ideolog¨ªa que si hab¨ªa presumido de algo es, precisamente, de pragmatismo?
Lo que m¨¢s sorprende es que desde hac¨ªa tiempo no hab¨ªamos asistido a semejante despliegue de mercadotecnia pol¨ªtica. Tendr¨ªamos que retroceder al proyecto de la "nueva frontera" de Kennedy para encontrar algo parecido: un liderazgo brillante y propuestas con gran pegada medi¨¢tica capaces de ilusionar al electorado. Y la palabra clave aqu¨ª es modernizaci¨®n. Modernizaci¨®n de la socialdemocracia, del Estado social y de la organizaci¨®n territorial, de la sociedad civil y la democracia, y de cualquier otra dimensi¨®n de la vida sociopol¨ªtica. "Modernizar" hoy, como dir¨ªa Giddens, su gran valedor intelectual, no es otra cosa que "tomarse la mundializaci¨®n y la sociedad de la informaci¨®n en serio". O sea, poner el ¨¦nfasis sobre la competitividad econ¨®mica y la innovaci¨®n tecnol¨®gica. Para ello fue necesario convencer a la izquierda tradicional de que los mercados no eran necesariamente perversos. Son el imprescindible instrumento para alcanzar la prosperidad econ¨®mica y, a trav¨¦s de ella, la redistribuci¨®n de los beneficios sociales.
Pero, contrariamente a los presupuestos del neoliberalismo, el mercado por s¨ª mismo no crea ciudadan¨ªa, ni una estable sociedad civil impulsora de derechos y deberes c¨ªvicos, ni una red de protecci¨®n social para los m¨¢s menesterosos. Aqu¨ª sigue siendo imprescindible el Estado. No el Estado pl¨²mbeo y burocratizado de la socialdemocracia tradicional, sino un Estado ligero y activador. Se trata de invertir en capital humano y de rescatar a los desempleados para incorporarles al mercado de trabajo; la otra cara de los derechos sociales son las obligaciones y responsabilidades para con la comunidad. ?Por qu¨¦ ha de resolver el Estado las dificultades que los individuos pueden abordar por s¨ª mismos? Est¨¢ bien que acoja a los que lo necesitan, pero ¨²nicamente para reciclarlos despu¨¦s en probos ciudadanos aut¨®nomos.
La primera dificultad asociada a esta propuesta es, a mi juicio, su misma pretensi¨®n de erigirse en s¨ªntesis hegeliana de lo m¨¢s granado del discurso neoliberal y del socialdem¨®crata. No trata de ocupar un punto medio entre uno y otro, sino de integrarlos en una unidad superior. Con ello parece pretender situarse m¨¢s all¨¢ del conflicto ideol¨®gico; rompe con el principio de inconmensurabilidad de los valores pol¨ªticos, que la realizaci¨®n de unos necesariamente supone la postergaci¨®n de otros. Como si la pol¨ªtica fuera un mero juego de reconciliaciones m¨¢s que de resoluci¨®n de conflictos. Aqu¨ª es necesario optar por unos en vez de otros, decidir a favor o en contra de las propuestas en conflicto. Y ubicarse en el centro pol¨ªtico, m¨¢s a¨²n si es a la izquierda del mismo, no equivale a cubrirse con el manto de la neutralidad y poder prescindir de tomar partido.
Esta particularidad del discurso de la tercera v¨ªa no ha acabado de traducirse tampoco en medidas pol¨ªticas concretas que lo corroboren. Desde luego, Blair no es la "se?ora Thatcher sin el bolso". Sus ¨²ltimos presupuestos han sido los m¨¢s redistributivos de las ¨²ltimas d¨¦cadas en el Reino Unido, ha emprendido una reforma constitucional que no tiene parang¨®n en la historia brit¨¢nica reciente y, en efecto, no para de moverse en su reforma y modernizaci¨®n del Estado de bienestar, que todav¨ªa es pronto para evaluar. Pero a nadie se le escapa tampoco que todo ello lo est¨¢ haciendo sin tocar las nuevas fuentes de privilegio de la nueva econom¨ªa. ?sta sigue cabalgando a lomos del orden espont¨¢neo del mercado sin apenas interferencia de la pol¨ªtica.
La segunda dificultad es ya de otro orden, pero responde tambi¨¦n a una de las peculiaridades y vicios de origen de este movimiento: su arrogancia tecnocr¨¢tica. Los ciudadanos brit¨¢nicos son lo suficientemente viejos y retorcidos como para estar permanentemente recibiendo lecciones sobre "aquello que les conviene", someterse a reformas elaboradas en sedes de think-tanks listillos y sabelotodo, a un gobierno de fuerte liderazgo con gran carga paternalista. No es posible descuidar aqu¨ª la importancia del an¨¢lisis contextual, de su aplicaci¨®n a un pa¨ªs peculiar como el Reino Unido.
Fernando Vallesp¨ªn es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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