Nuevos di¨¢logos
Se abren nuevas oportunidades al di¨¢logo. Lo propone el PSE y parece dispuesto a aceptarlo el PNV. Pero tambi¨¦n, desde distintas instancias pol¨ªticas y medi¨¢ticas del PP se aboga no s¨®lo por rechazar este di¨¢logo, sino cualquier tipo de di¨¢logo sobre la cuesti¨®n vasca . No hay cuesti¨®n vasca y por tanto la ¨²nica soluci¨®n al ¨²nico problema es acabar de un vez por todas con ETA; destruirla, ra¨ªces incluidas. Y -a?aden ministros y portavoces- el PSE va por el mal camino proponiendo di¨¢logos. La exclusividad de la soluci¨®n policial ha sido y seguir¨¢ siendo un discurso que vuelve una y otra vez a los ministerios del Interior.Pero al margen de estos h¨¢bitos arrasadores recurrentes, s¨ª parece razonable que se planteen ciertas dudas respecto a la legitimidad y efectividad de los di¨¢logos. La primera duda es la que deviene de considerar que el di¨¢logo lo que hace es favorecer la estrategia de los violentos. Resulta muy razonable que gentes que est¨¢n amenazadas de muerte por ETA o por su entorno, puedan cabrearse ante la sospecha de que di¨¢logos y dem¨¢s den m¨¢s legitimidad a su barbarie y por tanto incrementen la misma.
La duda y su correspondiente inquietud son conductas comprensibles. Pero si nos fijamos en los hechos, la conclusi¨®n debe ser diferente. Los di¨¢logos por si solos no acaban con la violencia, pero s¨ª la desactivan. La propuesta de di¨¢logo de Lizarra desactiv¨® la violencia durante 15 meses. Y lo de Lizarra en el fondo era solo un di¨¢logo sobre qu¨¦, para qu¨¦ y con qui¨¦n dialogar. Aunque bien podr¨ªa ocurrir que en el caso de que se pusiese en marcha un di¨¢logo m¨¢s profundo y m¨¢s operativo entre socialistas y nacionalistas, ETA siguiese matando. Pero creo que estar¨ªamos de acuerdo en que no ha sido el di¨¢logo el que ha mantenido su violencia, sino que a pesar del dialogo ha continuado matando.
ETA se siente suficientemente legitimada para seguir actuando al margen de qui¨¦nes y c¨®mo hablen-dialoguen sobre ella. Y por otro lado un di¨¢logo puede conducir a contextos que le permitan considerar un cese de la violencia. No creo que el di¨¢logo lleve inexorablemente su fin. S¨®lo creo que un tipo de di¨¢logo con un tipo de consecuencias puede conducir a su fin; y que un radical no-di¨¢logo es seguro que no conduce a su fin. O dicho de otra forma: ETA dejar¨¢ de sentirse legitimada s¨®lo cuando pierda el apoyo o la comprensi¨®n de los suyos, y estos s¨®lo dejar¨¢n de comprenderle a trav¨¦s del di¨¢logo.
Otra duda frente al di¨¢logo es la que se plantea cuando unos pueden creer que otros pueden consiguir ventajas en ¨¦l porque se apoyan en las exigencias violentas de sus amigo. La duda es razonable. Y plantea un problema pol¨ªtico serio. Pero, a su vez, el problema no se puede resolver m¨¢s que dialogando. Es s¨®lo a lo largo del proceso de di¨¢logo cuando se puede detectar si tal desviaci¨®n, si tal imposici¨®n f¨ªsica de condiciones se est¨¢ produciendo o se va a producir, predeterminando de forma clara el resultado final del di¨¢logo: de forma evidente, con conexi¨®n cierta y directa, porque si entramos a considerar y a anatemizar y excluir, est¨¦n donde est¨¦n situados, a todos los eslabones perversos de la cadena causal de nuestras desgracias, nunca lograremos un buen acuerdo.
Sin embargo si la conexi¨®n es evidente, ese actor pol¨ªtico dudoso deber¨ªa de dejar el di¨¢logo; su deber pol¨ªtico se lo exige. El mismo deber que le exige entrar en un proceso de di¨¢logo. Que le exige dar siempre una oportunidad a la paz.
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