Territorios a la espera
JOSU BILBAO FULLAONDO
La magnitud cicl¨®pea de Jokin Martinez y Jes¨²s Mari Sarasua, convierten a?o tras a?o al valle del Urola en una cita obligada de los circuitos fotogr¨¢ficos de Euskadi. Son los m¨¢s destacados animadores del colectivo Ongarri, que ha inaugurado este viernes pasado, en la Casa de Cultura de Elg¨®ibar, la primera exposici¨®n fotogr¨¢fica de las tres que tiene programadas para esta temporada. Cincuenta paisajes se aglutinan bajo el nombre de Alusi¨®n a una sombra. Esta presumible reticencia del encabezamiento la matiza el autor, Roberto Botija (Bilbao, 1953), cuando define su colecci¨®n como una serie de "espacios residuales de dudosa funci¨®n". Retazos del territorio industrial obsoleto que rodea a la r¨ªa de Bilbao. Estructuras de talleres y viviendas, resquicios de un pasado orgulloso, a la espera de ser invadidos por tecnolog¨ªas avanzadas. Documentos para el recuerdo de una transici¨®n entre edificios austeros con predominio de lo funcional y las tan ensalzadas geometr¨ªas de dise?o. Un recorrido por lugares desconchados que no pierden su gracia po¨¦tica. Sugerencias pl¨¢sticas realizadas con precisi¨®n.
Lo que ahora encontramos en Elg¨®ibar, es la puesta de largo de un trabajo cuyas primeras ra¨ªces llegan desde 1996. Todo parte de un cari?o especial por un entorno que el autor considera propio. Le deslumbran estos escenarios. Quiere hacerlos m¨¢s suyos, si cabe. Las c¨¢maras de placas 9x12 o 20x25 le obligan a realizar las tomas de manera pausada. As¨ª, puede saborear todos los matices. Ense?an con nitidez los m¨¢s nimios detalles del encuadre elegido. El curioso espectador revuelve su mirada de izquierda a derecha de arriba abajo, y en la esquina m¨¢s insospechada encuentra puntos de inter¨¦s. Cuando se abre al conjunto, todos los retazos quedan hilvanados para conformar un discurso arm¨®nico. Es la virtud de los grandes formatos cuando se les dota de un contenido sustancial.
Cada una de las im¨¢genes tiene entidad propia. La geograf¨ªa m¨¢s escarbada es la llamada pen¨ªnsula de Zorrozaurre. Los puntos de vista elegidos son numerosos. Ese terreno rodeado por la r¨ªa y el canal de Deusto, como un espol¨®n urbano olvidado, donde todo es posible, ofrece materia ic¨®nica suficiente para conformar un cosmos de pensamientos confrontados. Junto a los muelles, o mirando a cualquiera de los puntos que indica la Rosa de los Vientos, el ojo del autor se ha visto magnetizado por un poder¨ªo pl¨¢stico decadente de donde ha extra¨ªdo el m¨¢ximo grado de belleza. Las confluencias del rio Galindo o del Cadagua con el Nervi¨®n, la d¨¢rsena de Axpe, viviendas de Retuerto, el barrio de Santutxu visto desde la antigua mina de Malaespera, los restos del Ferrocarril de la Robla, son otros de los aspectos que ha elegido. Se prestan a distintas interpretaciones, pero en todos los casos subyace un tono cr¨ªtico, denuncia expresada con dulzura, ventanas abiertas a la esperanza. Un denominador com¨²n: no aparecen personas. Solo queda la presencia de sus huellas.
Entre todas una llama especialmente la atenci¨®n. Realizada en la calle Andicollano del barrio de Lutxana en Barakaldo conjuga en su interior el mundo industrial y el agr¨ªcola. Unos dep¨®sitos de productos qu¨ªmicos al fondo ceden el protagonismo a tres casitas individuales con cierto toque anglosaj¨®n que se ven precedidas por unos peque?os huertos familiares donde se alinean ordenadamente las m¨¢s apetitosas hortalizas. Dos mundos distintos y sin embargo complementarios, donde se hace realidad la palabra solidaridad. Met¨¢fora de la simbiosis necesaria entre campo e industria. Todo est¨¢ recogido en un original libro, principio de una colecci¨®n que, con los esfuerzos de los h¨¦roes de Ongarri, seguro encuentra suficiente audiencia para seguir adelante. Im¨¢genes para el gran museo de fotograf¨ªa que necesitamos, esa digna sala permanente que tarda en llegar.
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