Loas con pluma de papagayo
JOS? LUIS MERINO
Analizamos dos exposiciones que se pueden ver estos d¨ªas en Bilbao. Una de pintura, en la sala BBK, y otra de escultura, en la galer¨ªa Windsor.
Con la probable intenci¨®n de epatar a no se sabe qui¨¦n se anuncia a la pintora Ida Barbarigo, nacida en Venecia en 1925, como una gran artista de prestigio internacional, que muestra por primera vez su obra en el Estado espa?ol. La realidad nos dice que eso no es m¨¢s que vana palabrer¨ªa, si se tiene en cuenta el valor de las obras en s¨ª mismas. En t¨¦rminos objetivos, la exposici¨®n es bastante corrientita. Se salvan algunas obras fechadas en la d¨¦cada de los sesenta. Aquellas obras realizadas recientemente, las que van de 1993 al 2000, est¨¢n pre?adas de insuficiencias. Se han trazado sobre fondos oscuros, con los recurrentes trucos f¨¢ciles del emborronamiento y rascado, sin otra propuesta que ense?ar al espectador c¨®mo la figuraci¨®n de los temas se hace unas veces de manera alusiva y otras de forma elusiva. F¨¢cil es comprender que los resultados derivan en un simplismo supino. Lo cierto es que estas obras ¨²ltimas ponen de manifiesto una muy endeble calidad pict¨®rica.
En las obras ejecutadas a?os atr¨¢s, las de la d¨¦cada de los sesenta, los planteamientos tambi¨¦n son bastante simplistas, puesto que para sus composiciones pl¨¢sticas utiliza como modelos las sillas que pululan por las terrazas de los caf¨¦s. Es en el juego de respaldos, brazos y patas, todo ello arracimado entrecruzadamente, donde se "inspira" la artista para gestar ritmos gr¨¢ficos; es decir, las graf¨ªas de colores discurren por los lienzos en una suerte de pintura de acci¨®n atenuada. Para "sujetar" cada cuadro, las patas se tornan puntiagudas y abiertas hacia abajo, en tanto las zonas altas aparecen como formas redondas y cerradas. Y por si esto no bastara, introduce con demasiada frecuencia la mauler¨ªa socorrida de los chorretones.
No es de recibo presentar obras de los a?os sesenta, y dar un salto hasta las obras recientes, excepto un par de obras de 1973 y 1975. No tiene justificaci¨®n alguna. Claro que mir¨¢ndolo mejor, lo realmente injustificable es presentar la muestra como un hecho singular. Por cierto, las obras tituladas Seggiole di colore y Seggiole incrinate, fechadas en 1968 y 1973, respectivamente, est¨¢n trabajadas bajo el mismo esquema compositivo. Al margen de que implica una empobrecida y l¨¢bil imaginaci¨®n, lo sensato hubiera sido sustituir esta repetici¨®n por el muestreo de alguna obra de d¨¦cada anterior, como la de los ochenta, que es la que falta.
Se vive con frecuencia el todo vale. En momentos de r¨ªos culturales revueltos, las plumas dedicadas al ditirambo se ganan el prestigio de los poderes establecidos. Eso pasa en todos los lugares, lo mismo en Nueva York, que en Par¨ªs, Berl¨ªn, Venecia y Bilbao. Siempre habr¨¢ cr¨ªticos, catedr¨¢ticos, profesores y periodistas que escriban espurias loas sobre artistas de escaso valor con la pluma que se le cay¨® al papagayo.
Respecto a las esculturas del gallego Manolo Paz, hay que se?alar que adolecen de estar trabajadas sobre propuestas decorativas. Poseen una inclinaci¨®n tendente al bibelot. Se advierte que los materiales de granito y cuarcita (roca sil¨ªcea, de textura granujienta) que utiliza este artista, llevan un tratamiento suave, controlado, feble, en vez de haberse convertido en una ocasi¨®n ¨®ptima para artizar con talento, con fuerza e inteligencia expresivas. El resultado a la vista est¨¢: nos encontramos frente a un c¨²mulo de esculturas art¨ªsticamente correctas, pero carentes de emoci¨®n. Lo decorativo se ha impuesto a la creaci¨®n aut¨¦ntica.
El todo vale est¨¢ re?ido con el rigor de lo verdadero, pese a quien pese. La chapuza y la prisa son las armas de las que se sirven los culturamente nefastos.
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