La maternidad del futuro
Resulta parad¨®jico y decepcionante la rapidez con que la administraci¨®n sanitaria intenta generalizar la aplicaci¨®n de la anestesia epidural en el parto, una tecnolog¨ªa invasiva que obliga a medicalizar todo el proceso, y en cambio se olvide de promocionar en los hospitales el parto natural, que es una manifestaci¨®n fisiol¨®gica, posiblemente la m¨¢xima expresi¨®n de salud de un cuerpo humano.M¨¢s que promover la salud parece que el Ministerio de Sanidad y sus hom¨®logos auton¨®micos hacen apolog¨ªa de la t¨¦cnica y de la farmacopea, y alimentan la inseguridad y la desconfianza en nuestro propio cuerpo.
Desde luego que la anestesia epidural es un magn¨ªfico descubrimiento, tanto para la obstetricia como para el bienestar subjetivo de muchas mujeres. Pero su uso generalizado puede ser tan nocivo como el abuso de medicamentos, pero sobre todo puede modificar progresivamente la vivencia de un instinto en toda una generaci¨®n, con significados inciertos para las siguientes generaciones.
Hay que entender que en la actualidad, las vivencias sufrientes de las mujeres en sus partos -tumbadas constantemente en una cama, conectadas a sueros, tubos y monitores; observadas por extra?os y alejadas de sus seres queridos- puede hacer desear anestesiarse y desaparecer de all¨ª. Por eso quieren al menos la anestesia epidural.
Pero imaginemos el trabajo de parto de una mujer, en un ambiente amable, como en su casa, con su madre, su marido o las personas m¨¢s pr¨®ximas. Un ambiente ¨ªntimo. No olvidemos que el parto es un acto de la esfera sexual y como tal necesita de intimidad y respeto a los ritmos que el cuerporequiere para conseguir su objetivo y que sea gratificante.
La intimidad necesita de una sala de partos de ambiente dom¨¦stico, con poca luz, poco ruido, m¨²sica y un mobiliario c¨®modo, donde la mujer pueda moverse libremente. En estas circunstancias, la mujer potencia su cerebro mam¨ªfero, facilitando la secreci¨®n de varias hormonas, fundamentalmente oxitocina -la hormona del amor-, que produce el orgasmo y tambi¨¦n las contracciones de parto. Y las endorfinas -hormonas del placer, similares a la morfina- que mitigan y modifican la vivencia del dolor.
As¨ª se puede entender el uso beneficioso, cient¨ªficamente comprobado, de un ba?o de agua caliente, que en ciertas condiciones favorece la producci¨®n hormonal, acortando el proceso y mejorando su vivencia subjetiva. Y en este ambiente de intimidad, que en algo puede recordar al para¨ªso perdido del ¨²tero, es en el que nace el beb¨¦ sin prisas, sin gritos, sin llantos innecesarios.
Pero para que una mujer tenga el derecho y la posibilidad de vivir el parto seg¨²n le dicte su cuerpo, tan importante como cambiar los paritorios es cambiar la actitud de los profesionales que acompa?an y asisten los partos.
Algunas comadronas quisieran actuar en este sentido, pero la estructura hospitalaria no lo permite.
No siendo una enfermedad el parto, los profesionales deben respetar la fisiolog¨ªa, saber ocupar un discreto segundo plano, transmitiendo seguridad y confianza. As¨ª se pueden evitar muchas intervenciones innecesarias. Lo dice la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) en sus recomendaciones sobre el parto de 1985.
Tambi¨¦n se pronuncia sobre no practicar sistem¨¢ticamente la estimulaci¨®n del parto, ni la episiotom¨ªa, ni el rasurado del pubis, ni el enema. Ni hacer monitorizaci¨®n fetal de rutina. La OMS tambi¨¦n promueve la libertad de movimientos y la elecci¨®n de postura del parto, rechazando el uso sistem¨¢tico del "potro obst¨¦trico".
El protagonismo de la mujer en el nacimiento es la piedra angular de los programas de preparaci¨®n al parto del Ministerio de Sanidad, as¨ª como de las respectivas comunidades aut¨®nomas, con la decepci¨®n que supone a las mujeres que as¨ª lo desean, que "llegado el momento", el hospital no respete los criterios de salud promovidos en dichos programas.
Ser¨ªa saludable que la administraci¨®n sanitaria se planteara la creaci¨®n de unidades de parto natural en los hospitales p¨²blicos. Nosotros, como integrantes de la Plataforma pro Derecho del Nacimiento, tambi¨¦n lo demandamos.
Enrique Lebrero es ginec¨®logo y Consuelo Catal¨¢ es enfermera.
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