Auge de acero y oro en la nueva Armer¨ªa
Seis a?os de cierre y dos de laborioso quehacer en silencio culminan hoy con la reapertura, por los Reyes, de la Armer¨ªa del Palacio Real de Madrid. El cierre de su estancia ha servido para reordenar sus armaduras y atav¨ªos de guerra y de parada, ¨²nicos en el mundo, y trazar con ellos un nuevo y minucioso relato del esplendor del arte de los mejores armeros renacentistas. Aquel auge de acero y oro coincidi¨® con la etapa de mayor pujanza imperial espa?ola y hall¨® en los monarcas de la Casa de Austria, se?aladamente Carlos I y Felipe II, sus principales valedores.Entrar en el recinto reci¨¦n rehabilitado invita a una suerte de enso?aci¨®n medieval, inducida sutil y sabiamente por la disposici¨®n de todo cuanto la Real Armer¨ªa alberga ahora, no bien en su mayor parte data del siglo XVI. Se trata de una estancia de casi 60 metros de longitud por 9,40 de altura hasta la cruz, ce?ida por una b¨®veda levemente enca?onada de una anchura de unos catorce metros. Parece la sala de armas de un castillo. El techo ha recuperado sus pinturas sobre papel, originales, en cuarteles enmarcados por madera oscura reluciente. De ella penden focos dispuestos de tal forma que iluminan la gran sala con una intensidad no superior a los 35 lux. Esta luminosidad excede con creces a la de la penumbra, pero garantiza una intimidad semejante a ella, que procura al visitante una relaci¨®n singular con los objetos expuestos. Tiene por finalidad proteger los 13 tapices que recubren la parte alta de la estancia y permite, adem¨¢s, una mirada benevolente sobre tanto instrumento de poder, y de castigo, como los que a¨²na la magn¨ªfica colecci¨®n de armaduras regias. El tapiz del muro sur, situado a la izquierda de la entrada, cuando la luz de la ma?ana penetra y lo ba?a, adquiere una tonalidad plateada. Otro tapiz, ub¨¦rrimo, de unos ocho metros de longitud por m¨¢s de tres metros de altura, situado en el muro norte, justo enfrente de aqu¨¦l, representa al emperador Carlos en una parada caballeresca en el puerto de Barcelona, poco antes de embarcar para la campa?a de T¨²nez.
Todos los tapices cubren c¨¢lidamente los altos muros que, por cierto, han sido pintados del color denominado rojo ingl¨¦s, de tonalidad muy parecida a la piel que envuelve la almendra del cacahuete. Bajo el tinte de este color se despliega en los frentes norte y sur de la estancia una serie de vitrinas que contienen armas y atuendos de guerrear propiedad de los Reyes Cat¨®licos y de Felipe el Hermoso.
La vitrina central de este muro parece tajada por la cruz de la empu?adura del estoque ceremonial de Isabel y Fernando, de grandes dimensiones. M¨¢s al fondo destaca un roquete de aspecto juglaresco que fue de Felipe el Hermoso, aquel rey tan desconocido y tan bien llorado, a lo largo de toda Castilla, por su desventurada esposa Juana.
Pero lo m¨¢s destacado de la Real Armer¨ªa es el efecto conseguido por la suave pendiente formada por las peanas de bru?ida mansonia, madera de ¨¢rbol tropical semejante a la caoba. Las peanas son hasta 12, de forma troncoc¨®nica y superficie ovalada; miden de 40 a 80 cent¨ªmetros y se?alan a la atenci¨®n del visitante un sentido en progresi¨®n hacia el final de la sala. Sobre las peanas, otros tantos caballos surgen enjaezados y armados. Su disposici¨®n sugiere que evolucionan sobre el suelo, como si del preludio de un torneo se tratara. Cada montura, salvo una, lleva un maniqu¨ª de terciopelo granate, sin rostro, vestido con las mejores armaduras del padre y el hijo emperadores, las mismas que vistieron en M¨¹hlberg y San Quint¨ªn. La luz consigue sobre sus aceros un brillo especial: el poder¨ªo guerrero de la armadura se trueca en solemne atav¨ªo destinado a infundir sometimiento hacia los cometidos regios. Bajo el gran tapiz de la campa?a tunecina, una extraordinaria armadura de Carlos V, modelada primero en cera por el armero Kolman, hecha en acero, medida sobre la persona imperial luego y ornada de oro, muestra sobre la hombrera del emperador solapadas las letras K y D: Karolus Divus, divisa de los titulares del Sacro Romano y Germ¨¢nico Imperio. A¨²n impone respeto, pese a corresponder a Carlos de Gante cuando contaba 19 a?os... Todo invita a reflexionar sobre la extra?a y seductora naturaleza del poder. La reapertura de la Real Armer¨ªa se adivina deslumbrante.
Armeros b¨¢varos y milaneses
Un equipo de conservadores enguantados, encabezado por ?lvaro Soler, ha seleccionado las aproximadamente ochenta soberbias armaduras de mediados del siglo XVI. No pueden tocarse: la sensibilidad de sus metales puede mantener 40 a?os la impresi¨®n de una simple huella dactilar. Tienen todos sus complementos para el combate: guardabrazos, varaescudos, ristres de soporte de lanzas, petos, codales, sobrebarrigas y toneletes; tarjas para evitar lanzadas sobre el hombro, quijotes met¨¢licos para guarecer los muslos, grebas para las espinillas... M¨¢s bardas para los 12 caballos, con testeras, gruperas, capizanas para cubrir las crines, pezoneras y arzones para la silla.En los laterales de la nueva armer¨ªa, sobre sendas tarimas de madera, quedan enfrentadas las armaduras de Carlos V y de Felipe II. Las de Carlos son a¨²n de combate; revelan las alteraciones de peso del guerrero flamenco. Las de Felipe, de joven muy amante y pr¨¢ctico de torneos y justas, son distintas, s¨®lo para el ornato y las paradas. Hay una excelsa, que perteneci¨® a Guidobaldo II della Rovere, regalada por un hijo de ¨¦ste al emperador. Casi todas son obra de los Helmschmid, armeros, Desiderius y Kolman o Negroli y Campi, los mejores artesanos de Europa: b¨¢varos de Augsburgo aqu¨¦llos, milaneses ¨¦stos. Cada armadura costaba unos 3.000 ducados, el triple que un lienzo de Tiziano. Pesaban unos veinte kilos. El conjunto compone, con el de Viena, la mejor colecci¨®n de armaduras del mundo. Atr¨¢s quedan Tur¨ªn, Estocolmo y la inglesa Leeds... El delicado dise?o es obra de Gin¨¦s S¨¢nchez Hevia, que obedece a un nuevo criterio museogr¨¢fico con sistemas de aire, calefacci¨®n y control ambiental informatizado. Costar¨¢ 900 pesetas verla. Patrimonio Nacional y Patrimonio del Estado han apostado fuerte.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.