El brazo herido de una de las supuestas asesinas de San Fernando desbarat¨® la coartada
Se hab¨ªan afanado en prepararlo todo: el escenario del crimen, el arma homicida y las excusas, pero el profundo corte que una de ellas ten¨ªa en uno de sus brazos fue determinante para que los polic¨ªas se convencieran de que I. S. G. y R. C. T., de 16 y 17 a?os, ment¨ªan y pod¨ªan estar involucradas en la muerte de Clara G. C. Hasta que los agentes vincularon la herida con el forcejeo que se produjo durante el apu?alamiento, la coartada fabricada por las dos chicas en la noche del crimen anterior a su interrogatorio no present¨® fisuras.
Los investigadores creen que I. S. G. recibi¨® en el antebrazo un navajazo que iba dirigido a la v¨ªctima. En otra muestra de sangre fr¨ªa inaudita, fuentes cercanas a las pesquisas aseguran que, horas despu¨¦s del suceso, la joven se autolesion¨® en la misma zona del brazo con un cristal para justificar la lesi¨®n.El relato de los hechos que hab¨ªan elaborado en el domicilio de I. S. G. casi tres horas despu¨¦s de que supuestamente asestaran 18 pu?aladas a su ex compa?era de clase y de la que hab¨ªan sido buenas amigas en el pasado, funcion¨® inicialmente. Las coartadas est¨¢n manuscritas por I. S. G. en unas cuartillas que la polic¨ªa hall¨® entre los cajones de su habitaci¨®n. En sus primeras declaraciones ante la polic¨ªa antes de ser detenidas defendieron su historia ficticia. Despu¨¦s, ambas se autoinculparon.
Los hechos reales y los inventados comienzan a distanciarse hacia las 21.00 horas. Seg¨²n la versi¨®n perge?ada por las j¨®venes, antes de encontrarse con Clara compraron una litrona de cerveza en un establecimiento pr¨®ximo al descampado de El Barrero, en San Fernando, donde ocurrieron los hechos y el novio de Clara encontr¨® el cad¨¢ver el s¨¢bado por la ma?ana. En su coartada, aseguran que se vieron con la v¨ªctima hacia las 21 horas y que 15 minutos despu¨¦s, ¨¦sta y R.C.T. discutieron. Seg¨²n su versi¨®n, la chica asesinada dej¨® el lugar poco antes de las 21.30 horas.
"Jaleo"
En realidad, se calcula que a esa hora estaban supuestamente perpetrando el macabro asesinato. As¨ª lo confirma uno de los testigos: el soldado que hac¨ªa guardia en una garita del Observatorio de la Marina y que declar¨® haber escuchado "jaleo" a esa hora. Fuentes de la investigaci¨®n a?aden que el soldado oy¨® decir a una chica: "?Qu¨¦ me hab¨¦is tra¨ªdo aqu¨ª, para matarme?". No vio nada pero alert¨® al oficial de guardia, quien rest¨® importancia al suceso al tratarse de una zona habitualmente conflictiva.
En las cuartillas las j¨®venes hab¨ªan escrito que se quedaron en El Barrero hasta las 23.00 horas, con el objeto de "pillar" hach¨ªs para una amiga; que despu¨¦s se marcharon hacia la zona de copas para buscar a unos conocidos que celebraban un cumplea?os. Pero lo que parece cierto es que entre las 22.00 y las 23.00 horas acudieron a sus casas para cambiarse de ropa. Los trajes sucios se los llevaron a casa de I. S. C., donde la polic¨ªa los encontr¨® al d¨ªa siguiente, lavados y tendidos pero con restos de sangre. La navaja la dejaron clavada en una maceta en casa de R.C.T.
Una vez que cre¨ªan eliminadas las pruebas, fueron a buscar a los amigos de fiesta. No los encontraron pero tomaron copas por su cuenta. La polic¨ªa cree que esa parte de la versi¨®n es cierta: bebieron, pero despu¨¦s de haber segado la vida de Clara.Cuando regresaron a casa de I.S.C. escribieron sobre el papel las explicaciones y las justificaciones que ofrecer¨ªan a la polic¨ªa en el caso de ser interrogadas, una labor que se prolong¨® algo m¨¢s all¨¢ de las 0.30 horas, cuando, en teor¨ªa, se hab¨ªan echado a dormir en una cama nido.
"Yo no he sido"
Al mediod¨ªa siguiente, cuando ya hab¨ªa sido hallado el cad¨¢ver, a las 14.00 horas, en la Comisar¨ªa del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa de San Fernando el padre de Clara clav¨® su mirada en los ojos de R.C.T. y le espet¨®: "?Qu¨¦ le has hecho a mi hija?", a lo que la chica, que a¨²n no estaba detenida, respondi¨®: "Yo no he sido". La madre de la ni?a asesinada fue m¨¢s all¨¢ y cogi¨® a I.S.C. por los pelos en un ataque de rabia. La madrugada se hab¨ªa llevado por delante las coartadas inventadas.
El abogado Luis P¨¦rez Matallana, letrado de R.C.T., inform¨® de que agotar¨¢ el plazo legal, en este caso el viernes, para recurrir el auto judicial de ingreso en prisi¨®n de su defendida.
Matallana declar¨® a Efe que ya le ha sido notificado el levantamiento del secreto del sumario, pero que a¨²n no ha tenido acceso a la informaci¨®n sobre la autopsia efectuada a la v¨ªctima.
El abogado, designado para este caso por turno de oficio a diferencia del otro defensor, Fernando Serrano, contratado por la familia de la segunda menor detenida, asegur¨® que hasta el pr¨®ximo viernes no presentar¨¢ el recurso a la orden de prisi¨®n con la idea de "estudiarlo lo mejor posible".
La intenci¨®n es que su defendida salga de prisi¨®n o sea trasladada a un centro de menores.
La "normalidad" de Clara irritaba a las dos menores acusadas
El enfriamiento paulatino de la relaci¨®n entre la v¨ªctima y sus supuestas asesinas desemboc¨® en un sentimiento creciente de odio -especialmente notorio en I. S. G.- hacia la que fue su amiga. En sus cuadernos del instituto se han hallado algo m¨¢s que apuntes. El odio hacia Clara parec¨ªa provenir del reciente noviazgo de ¨¦sta con un joven de su edad que no era del agrado de I. S. G. Buen estudiante, deportista y de comportamiento correcto. Lo ten¨ªan mal considerado porque cre¨ªan que era "un ni?o normal", lo que alejaba a Clara de sus gustos y aficiones, un camino que, en realidad, ¨¦sta ya hab¨ªa recorrido hac¨ªa tiempo.Entre las notas halladas entre las pertenencias de las j¨®venes figuran repetidas expresiones, que los investigadores no dudan en tipificar como "violentas", en las que las adolescentes expresan malestar y "ciertos complejos" por su aspecto f¨ªsico. En cambio, sus mismos escritos revelan un aprecio creciente por las virtudes del esp¨ªritu y "el poder" de la voluntad. El modelo fue J. R. P., el joven murciano que se encuentra encarcelado por el supuesto asesinato de sus padres y su hermana con una espada samurai.
A ¨¦l le dedicaron una loa que nunca llegaron a enviarle en la que alababan su aspecto f¨ªsico y aplauden su conducta y su "sangre fr¨ªa". Tal es la admiraci¨®n que las chicas parecen sentir, que dicen comprender "la violencia" que emple¨® en el crimen. Los expertos intentan ahora descifrar c¨®mo pudo influir en el asesinato de San Fernando una ecuaci¨®n que a las presuntas autoras les parece sugerente: a m¨¢s violencia, m¨¢s fuerza interior y m¨¢s paz.
Aunque entre el material intervenido en los domicilios de las dos chicas se han hallado invocaciones escritas al diablo y un mu?eco de trapo para pr¨¢cticas de vud¨², as¨ª como libros relacionados con esas creencias, los agentes siguen descartando cualquier influencia ritual en el crimen.
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