Amantes de lo antiguo
La c¨¢mara fotogr¨¢fica para esp¨ªas m¨¢s peque?a del mundo est¨¢ en Madrid a la espera de un comprador. Eso asegura Ricard, un anticuario catal¨¢n que por estos d¨ªas participa en la d¨¦cima edici¨®n de la feria de antig¨¹edades y galer¨ªas de arte Almoneda, que se lleva a cabo hasta el pr¨®ximo domingo en el parque ferial Juan Carlos I.Casi con sorna, Ricard se atreve a decir que en su negocio, el de las antig¨¹edades, "hay locos para todo". Y por eso seguramente no pasar¨¢ mucho tiempo antes de que aparezca un coleccionista de c¨¢maras fotogr¨¢ficas que decida pagar el precio de su pieza estrella.
Y aparecer¨¢n tambi¨¦n quienes decidan comprar un cintur¨®n de castidad de 1830 por algo m¨¢s de 150.000 pesetas o un tel¨¦fono Ericsson de 1893 por 240.000, y hasta un anillo franc¨¦s de 1870 provisto de un sistema similar al de una pistola por 350.000 pesetas. "Como esto no son manzanas, no se estropean. Cuanto m¨¢s viejos son, m¨¢s valen", dice Ricard, dedicado de lleno a comprar y vender antig¨¹edades desde hace ocho a?os.
En el peque?o universo de lo raro que es el puesto de venta de Ricard se pueden encontrar tambi¨¦n toda suerte de artefactos que la memoria ya casi no alcanza a descifrar: visores de postales telesc¨®picas, grifos de fuentes que datan de los a?os cuarenta, gram¨®fonos, calculadoras milenarias y toda clase de modelos de botellas de coca-cola.
Todos los objetos tienen comprador, por supuesto. "Es que cada d¨ªa hay m¨¢s gente que se dedica a coleccionar cosas", cuenta Ricard. Y enseguida a?ade: "En Inglaterra me encontr¨¦ a un hombre que colecciona telara?as. Las guarda entre cristales. Tiene la casa llena de ellas". En Madrid, Ricard tiene un cliente que se dedica a coleccionar jaulas de p¨¢jaros de todos los tama?os y formas posibles. Hace alg¨²n tiempo, ¨¦l mismo le vendi¨® una. "Yo no s¨¦ nada de nada. Todos saben m¨¢s que yo, pero lo ¨²nico claro es que en este negocio lo que hay que tener es un poco de intuici¨®n". En eso est¨¢ de acuerdo Federico Parra, otro anticuario que participa en la feria. Pero va m¨¢s all¨¢: "El truco est¨¢ en rotar la mercanc¨ªa". Parra lo dice convencido. Con el convencimiento que dan 17 a?os de trabajo. A?os que le han servido para conocer, como Ricard, a toda clase de coleccionistas raros. "Yo s¨¦ de uno que colecciona mesas de comedor. Tiene una nave llena", cuenta. Parra, que dice tener "clientes para todo", guarda en su puesto piezas como una tenaza de dentista del siglo pasado, una trampa para ratones de la misma ¨¦poca y un comp¨¢s. Cada pieza cuesta s¨®lo 2.000 pesetas.
Pero los precios millonarios tambi¨¦n est¨¢n presentes en el recorrido. Como muestra, un recipiente que los griegos utilizaban para mezclar vino y agua se puede conseguir por 1.175.000 pesetas.
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