Arroyo convierte la marcha triunfal de 'Aida' en una met¨¢fora sobre los juegos de azar
Riccardo Chailly dirige brillantemente la orquesta del Concertgebouw de Amsterdam
La ?pera de Amsterdam culmina su temporada con una nueva producci¨®n de Aida, de Verdi, para la que ha puesto al frente musicalmente a Riccardo Chailly, con la orquesta del Concertgebouw, y esc¨¦nicamente, a Klaus-Michael Gr¨¹ber, con la colaboraci¨®n en la escenograf¨ªa y vestuario del pintor Eduardo Arroyo, que ha realizado una lectura pl¨¢stica potente, controvertida y a veces burlona. El reparto vocal ha estado encabezado por Mich¨¨le Crider (Aida), Violeta Urmana (Amneris) y Richard Margison (Radam¨¦s).
Arroyo se movi¨® a sus anchas. El primer acto fue sobrio. Cinco cad¨¢veres en posici¨®n horizontal sobre mesas de m¨¢rmol con los pies desnudos en primer plano y varios m¨¢s desparramados en el suelo impon¨ªan desde la subida de tel¨®n una atm¨®sfera de tragedia. Las desgracias de la guerra eran simbolizadas por una trama de ara?as que, por efecto de proyecciones ¨®pticas, se hac¨ªan cada vez m¨¢s opresivas. Las ara?as, como las moscas del traje del rey o el ¨¢guila que portaba el jefe de los sacerdotes, induc¨ªan a un clima de pesadilla. Varias figuras en negro giraban alrededor de s¨ª mismas como derviches turcos, en una alegor¨ªa del cosmos y el destino. Una inmensa bombilla de diferentes luces de ne¨®n en el segundo cuadro contribuy¨® a dar un toque tecnol¨®gico y, adem¨¢s, a realizar la primera incursi¨®n en la arqueolog¨ªa del futuro. Hasta aqu¨ª todo transcurr¨ªa con contenci¨®n expresiva y con un sentido narrativo lleno de coherencia. Pero flotaba la pregunta: "?Qu¨¦ har¨ªa Arroyo en la marcha triunfal?".El humor empez¨® a aparecer en formato coreogr¨¢fico con un negro vestido de colores bailando par¨®dicamente en la habitaci¨®n de Amneris. Con la marcha triunfal lleg¨® la transgresi¨®n. Arroyo dio un golpe de efecto al llenar el escenario de seis grandes columnas-t¨®tem egipcias que en vez de jerogl¨ªficos conten¨ªan alusiones a los juegos de azar, mientras las luces multicolores giraban intermitentemente. En esta est¨¦tica a lo Cesar Palace de Las Vegas, seis bailarines deambulaban por el escenario a medio camino entre el clima de variedades de un plat¨® de televisi¨®n en programa de s¨¢bado noche y la comedia musical a lo Broadway. Rara vez una marcha triunfal ha sido tan demoledora. A todo esto, Chailly hac¨ªa sonar maravillosamente a la orquesta y coros, con nervio, nitidez y decidida vocaci¨®n en resaltar el lado m¨¢s humano de los personajes.
En el tercer acto, los cantantes hicieron una demostraci¨®n de garra, con una Aida que combinaba fuerza, estilo y delicadeza, y un Radam¨¦s impetuoso t¨ªmbricamente y matizado en la l¨ªnea mel¨®dica. Arroyo y Gr¨¹ber se recreaban en la evocaci¨®n del cuento oriental, con luna, jaima y camello.
Lleg¨® el cuarto acto y la escena se convirti¨® en un gran mural de trajes con perchas. Dos percheros al juntarse simular¨ªan la prisi¨®n del ¨²ltimo cuadro, despu¨¦s de que Amneris hiciese una exhibici¨®n de buen gusto y musicalidad al cantar sus desgracias en la escena anterior con una calidez a la altura de su transparencia.
Llegaron los saludos y el p¨²blico se dividi¨®. No en lo musical, donde Chailly obtuvo un ¨¦xito de antolog¨ªa y los cantantes vieron recompensados sus esfuerzos, sino en lo esc¨¦nico, donde dominaron los buus a los bravos. La tarde fue, en cualquier caso, espl¨¦ndida.
Babelia
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