La desprotecci¨®n legal de las mujeres
De un reciente estudio, sobre la violencia dom¨¦stica que padecen las mujeres en la Uni¨®n Europea, presentado por la francesa Nicole Fontaine en Madrid, cabe destacar que casi el 50% de tales europeos piensa que la violencia que padecen las mujeres se debe a que ellas provocan a sus maridos. Es lamentable que, seg¨²n los datos de esa encuesta, tantos millones de europeos achaquen la culpa del delito de malos tratos a las v¨ªctimas. Desde luego, por poco que uno medite en el asunto se comprende que, en la mayor¨ªa de los casos, son los hombres los culpables; pues a parte de que ejecutan el delito de ejercer violencia f¨ªsica o ps¨ªquica contra su c¨®nyuge, es evidente que innumerables hombres son violentos sin necesidad de que nadie los provoque. Una prueba palpable se halla en la circulaci¨®n de veh¨ªculos de motor y perdonen que personalice: en mi vida ninguna mujer me ha insultado o me ha retado por mi forma de conducir o por cualquier lance de la circulaci¨®n; sin embargo, en varias ocasiones, me he librado de alg¨²n que otro altercado grave al no responder a las provocaciones e injurias de algunos conductores que se creen m¨¢s hombres imponiendo su criterio no con la fuerza de la raz¨®n, sino con la fuerza zafia de la sinraz¨®n.En la reforma del a?o 99 del C¨®digo Penal espa?ol (art. 153) se ha perdido la oportunidad de mejorarlo en lo respectivo a crear las suficientes medidas legales contra el maltrato que padecen demasiadas se?oras, y solamente se ha equiparado la violencia f¨ªsica a la ps¨ªquica -lo cual mejora en ese aspecto el C¨®digo Penal del 95-. Lo m¨¢s absurdo del tema consiste, en mi opini¨®n, en que parad¨®jicamente una mujer denuncia a su agresor (el marido, generalmente) y puede que no consiga del juez el alejamiento del atacante. No toda la culpa de este atropello se ha de poner en el haber de los jueces: los legisladores espa?oles han desperdiciado varias oportunidades de reformar el C¨®digo Penal como en los pa¨ªses con una legislaci¨®n m¨¢s avanzada en la protecci¨®n de malos tratos, donde sus respectivas leyes prev¨¦n el alejamiento inmediato del agresor de la casa de la v¨ªctima, que suele ser su esposa. En Espa?a, si deseamos ser un poco justos con las mujeres, los se?ores diputados debieran legislar de tal forma que no faciliten la puesta en libertad de los violentos y, mucho peor a¨²n, obligar a las pobres denunciantes a convivir con el denunciado, con quien les ha partido la cara u otras vejaciones m¨¢s o menos denigrantes. A lo que no hay derecho es que un juez en Espa?a, ampar¨¢ndose en la legalidad, pueda denegar el alejamiento del agresor. En tanto que el juez tiene en cuenta la salud del inculpado, su situaci¨®n laboral y familiar, van pasando las semanas y la mujer ha de convivir con su atacante. En fin, que muchas veces las leyes ¨²nicamente las entienden quienes las hacen, si no ?c¨®mo se concibe que frecuentemente un hombre que pega a su mujer s¨®lo ingrese en prisi¨®n si la mata? Lo l¨®gico ser¨ªa que por el delito de malos tratos se vaya a la c¨¢rcel directamente m¨¢s o menos tiempo seg¨²n el grado y la habitualidad de la violencia ejercida. Lo dem¨¢s es reforzar, encima, la conducta del facineroso.
Muchas integrantes del denominado sexo d¨¦bil lo tienen muy mal mientras ellas mismas no se mentalicen de que no han nacido para sufrir, ni sacrificarse y ser indispensables para su familia. Las casadas han de aportar su trabajo al hogar, pero la misma carga es exigible a sus maridos y paulatinamente a los hijos (art. 155.2? del C¨®digo Civil). Sin embargo, la mujer suele ser la integrante de la familia que m¨¢s se sacrifica por lograr el bienestar de los dem¨¢s miembros de su hogar, convirti¨¦ndose, en demasiadas ocasiones, en criadas o esclavas m¨¢s que en compa?eras. Muchas de ellas asumen ese papel tan perfectamente -impuesto por el machismo pertinaz- que se conforman con que su marido y sus hijos les ayuden un poco en los quehaceres dom¨¦sticos: con una ayudita ya se sienten satisfechas, cuando en justicia habr¨ªan de exigir compartir las cargas y responsabilidades al 50%, pues "el marido y la mujer son iguales en derechos y deberes" (art. 66 del C¨®digo Civil). El problema se encuentra en que innumerables hombres tienen un sentido de la propiedad sobre su mujer como si de su coche se tratara; por lo cual exigen a sus esposas las mayores prestaciones; mientras ellos a cambio s¨®lo les conceden una parte de su sueldo para los gastos; de manera similar a como se gastan el dinero en gasolina o en el mantenimiento de su autom¨®vil; mas en ambos casos se sienten los aut¨¦nticos propietarios. Tal tiran¨ªa es tan milenaria que muchos piensan que el orden de la naturaleza lo determina as¨ª, siendo que s¨®lo lo ha predispuesto la fuerza bruta y las deficiencias legislativas y sociales de todos o casi todos los pa¨ªses, lo mismo pret¨¦ritos que actuales.
La mayor¨ªa de las mujeres que perviven en el Tercer Mundo, bastante tienen con sobrevivir; sin embargo, las europeas, debido al mayor nivel cultural, econ¨®mico y legal que se disfruta en sus pa¨ªses, s¨ª que pueden rebelarse contra el sino de preocuparse m¨¢s por hacer feliz a los dem¨¢s que por ser felices ellas mismas. No se debe actuar contranatura: si todo animal busca prioritariamente su bienestar personal, lo mismo han de intentar las se?oras; puesto que lo contrario es la institucionalizaci¨®n de una de las injusticias m¨¢s vergonzosas que ha practicado el g¨¦nero humano: la violencia y la marginaci¨®n institucional y de g¨¦nero contra las mujeres.
Alg¨²n d¨ªa, espero, muchas f¨¦minas se cansar¨¢n de su oficio de madres salvadoras de su familia, de h¨¢biles trabajadoras dentro y fuera del hogar y llegar¨¢n a esta sabia conclusi¨®n: o encuentro un compa?ero no machista, que comparta las cargas y los beneficios al 50% o mejor me quedo soltera, libre y feliz de por vida.
Raimundo Montero es profesor de Filosof¨ªa.
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